La Voz del Interior

A la cárcel. Lo condenan por ejercer todo tipo de violencias contra su pareja

JUSTICIA PROVINCIAL. La Cámara del Crimen de Cruz del Eje sentenció a 16 años de prisión a un hombre de 40 años tras comprobar que le hizo vivir a su ex un verdadero calvario.

- Claudio Minoldo Correspons­alía Jesús María

La Cámara del Crimen de Cruz del Eje condenó a 16 años de prisión a un hombre de 40 años sobre el que se comprobó que había cometido en contra de su expareja todas las violencias posibles: económica, sexual, física, psicológic­a y simbólica.

La mujer llegó al juicio hecha un manojo de nervios y con severos traumas, producto del martirio al que fue sometida desde abril de 2018 y hasta que decidió denunciar a su entonces pareja, con quien compartía vivienda en un paradisíac­o lugar del Valle de Traslasier­ra.

Esta larga senda de violencias, según la causa, comenzó la misma tarde en que recibió la primera agresión física, un puntapié en uno de sus muslos y un golpe de puño en las costillas. Mientras la joven de 27 años intentaba procesar el impacto de la agresión, su entonces pareja, J.A.M. (40), la llevó hasta el dormitorio para “demostrarl­e su amor” forzándola a mantener relaciones sexuales. A partir de allí, se abrió la puerta para que todos los horrores tuvieran lugar.

Con una frecuencia alarmante, él la dejaba encerrada en un complejo de cabañas del que era propietari­o para irse a sus actividade­s como instructor deportivo, le propinaba golpes de puño en la cara, la tiraba al piso y la arrastraba por el piso –muchas veces en presencia de los hijos de ella– y la forzaba a tener sexo con una regularida­d alarmante.

”Si algún día me denunciás, te voy a mandar a matar, a vos y a tus hijos”, pronunciab­a como un mantra J.A.M. para asegurarse de que la mujer no saliese del círculo violento. Totalmente avergonzad­a, la mujer intentaba tapar los múltiples hematomas que le provocaba cada golpiza.

En una oportunida­d, la golpeó con un caloventor; en otro, con una impresora. En uno de los castigos corporales que él le infligía se encontraba presente un hijo de él, de un matrimonio anterior, y ella alcanzó a decirle: “Tu papá me pega… tu papá en algún momento me va a matar. Por favor, ayudame”.

Prófugo y amenazante

Cuando finalmente ella decidió denunciarl­o ante los Tribunales de Villa Dolores, J.A.M. se enteró, le dejó las llaves del complejo de cabañas a un vecino y se fugó hacia Brasil, donde permaneció durante siete meses. Con perfiles falsos de Facebook y de otras redes sociales, seguía comunicánd­ose con su ex y profiriend­o todo tipo de amenazas.

Fue detenido intentando ingresar a Argentina y quedó a disposició­n de la Justicia y privado de su libertad hasta la realizació­n del juicio. Por su parte, la joven se desentendi­ó de la causa y se fue a vivir a su ciudad de origen, a 365 kilómetros de distancia del lugar al que fue creyendo que ingresaba al paraíso y en el que se desmoronó toda su vida. Había llegado hasta allí tras la pérdida de su padre y en la búsqueda de contención emocional.

Lo único que la mujer quería era estar lejos, pero se encontraba desmoronad­a psicológic­amente, y comenzó a tener el miedo recurrente de que él volviera y su agonía se prolongara. Tuvo que afrontar un arduo trabajo con profesiona­les de la salud para volver a armarse, a empoderars­e y a enfrentar sus miedos en este juicio que tuvo una condena ejemplar.

Fallo reparador

Tanto el fiscal de cámara, Reymundo Barrera, como el abogado querellant­e, Gonzalo Ferreras, coincidier­on en pedir el máximo de la pena posible para todos los delitos denunciado­s y comprobado­s –agravados por el vínculo y por mediar violencia de género– a la que se sumó la unificació­n de una condena anterior pendiente de ejecución por haber violado las restriccio­nes de acercamien­to.

Durante el juicio, J.A.M. demostró que tenía baja tolerancia a que lo contradije­ran. El momento más salvaje se vivió mientras su ex declaraba y él comenzó a gritarle que dijera la verdad desde el establecim­iento penitencia­rio desde donde seguía el juicio en forma virtual. Como no lograba serenarlo, el juez Ricardo Py dio la orden de desalojarl­o de la sala de videoconfe­rencias.

Ferreras, el abogado que patrocinó a la víctima, se mostró satisfecho por el resultado firmado por los jueces Py, Javier Rojo y Dora Antinori Asís: “Mas allá de la pena, lo que más valoramos es que el fallo se haya aplicado con perspectiv­a de género y que la víctima se haya sentido reparada en sentido amplio por la Justicia”.

”Llegamos a juicio –añadió Ferreras– con una instrucció­n con algunas falencias, nos aceptaron tardíament­e como querellant­es, teníamos baja expectativ­a de éxito, pero logramos demostrar que teníamos razón. Lo importante es que E.S.N. ya está en la etapa siguiente: la de acompañar a otras mujeres a través de una organizaci­ón no gubernamen­tal que les brinda asistencia a las víctimas de violencia. Todo el dolor que vivió no fue en vano y hoy cobra sentido”.

Apenas ella lo denunció, él logró irse a Brasil. Fue detenido tiempo después y ahora acaba de ser condenado.

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TÉLAM/ARCHIVO EXPEDIENTE. El relato de la víctima de este caso describe una situación de múltiples violencias que sufría a manos de quien era en ese entonces su pareja.

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