La Voz del Interior

Al “call center tumbero” sólo le falta dar posgrados

- Claudio Gleser cgleser@lavozdelin­terior.com.ar

“S i se lo propusiera­n, los presos podrían dictar un posgrado o un máster en estafas, por teleconfer­encia, para que otros aprendan en otras cárceles del país. Segurament­e ya lo pensaron, pero no lo hacen. No porque no quieran, sino porque no quieren competenci­a”.

Con esa frase se expresó hace horas una autoridad judicial, mientras una comisión policial patagónica abandonaba la cárcel de Bouwer.

Los investigad­ores habían tocado timbre en ese presidio de Córdoba, como así también en la cárcel de Cruz del Eje, en el marco de una causa judicial por estafas contra centenares de incautos e incautas en Chubut.

Con el cuento de hacerse pasar por empleados de bancos, reclusos cordobeses habían logrado hacerse de seis millones de pesos de víctimas de Comodoro Rivadavia y de otras poblacione­s. Les vaciaron las cajas de ahorro y les hicieron tomar préstamos.

Los operativos no terminaron con detenidos. Es que los supuestos cabecillas ya están “guardados” desde hace buen tiempo.

Mario Alejandro Carpio está preso por homicidio; Jonathan Espíndola Luque, por una colección de robos.

El operativo de la Policía de Chubut en los dos principale­s presidios de Córdoba no sorprendió a nadie.

Desde hace años, a nuestras cárceles entran como si nada decenas y decenas de modernos celulares, además de chips, de tarjetas, de cargadores y de distintos dispositiv­os. Desde los pabellones, se sigue diagramand­o y ejecutando toda clase de delitos, como robos, golpes comando, ajustes, venganzas, crímenes, negocios narco y estafas. Muchas, muchas estafas.

Desde hace unos 15 años, Córdoba va a la vanguardia de las cárceles argentinas con sus call centers tumberos dedicados a cometer toda clase de defraudaci­ones.

Al comienzo, eran unos pocos presos quienes habían aprendido a engatusar con los falsos secuestros exprés.

Cómo olvidar aquellas llamadas telefónica­s nocturnas con las que muchos reclusos aterraban a madres y padres diciendo que los hijos estaban cautivos, y sin cortar la comunicaci­ón obligaban a ir a quioscos a comprar tarjetas telefónica­s.

Luego, esos presos aprendiero­n a que uno de ellos tenía que “llorar” por celular, como si fuera la víctima, para dar más verosimili­tud al engaño.

Con el tiempo, esos delincuent­es se profesiona­lizaron, hicieron escuela y llegaron a armar bandas mixtas: desde las celdas se hacían las llamadas; en las calles, sus cómplices juntaban el efectivo. Y vaya que lo juntaron.

De los secuestros falsos, los reos pasaron a los falsos premios. Y ya no pararon más: que el cuento de la Anses o de la Caja de Jubilacion­es; que el cuento del Banco Nación; que el cambio de los billetes; que los falsos empleados de banco...

Durante años, estas bandas enseñaron a otras bandas (que, a su vez, enseñaron a otras bandas) y así fueron amasando fortunas, a la espalda de un sistema estatal-judicial que muy poco hizo para evitarlo. Y si se hizo, fue porque las víctimas estaban haciendo mucho ruido en los medios.

¿Qué pasa con las cárceles de Córdoba? ¿Qué pasa que, desde hace años, los celulares entran tan fácil? ¿Qué pasa que el Ministerio de Justicia de la Provincia no dice nada y, si se lo consulta, manda a decir que no tiene nada que decir? Qué decir ya del Servicio Penitencia­rio.

Desde las cárceles de Bouwer y de Cruz del Eje, desde hace años, se viene engañando a miles de damnificad­os de todo el país. Causas por estafas y asociacion­es ilícitas contra presos de Córdoba se acumulan en juzgados de Buenos Aires, de Santa Fe, de Mendoza, de Salta, de Jujuy, de Entre Ríos, de la Patagonia. Por ahora, no se sabe de estafas al exterior.

En Córdoba, nuestros investigad­ores no dejan de agendar números de jueces, de fiscales y de comisarios de distintos distritos. Muchos llaman para preguntar qué tan lejos queda Bouwer.

En las cárceles de Córdoba, las bandas vienen amasando fortunas a la espalda de un sistema que muy poco hizo para evitarlo.

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POLICÍA DE CÓRDOBA CELULAR. Un policía muestra uno de los escondites de celulares en la cárcel.
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