Un acuerdo sin convicción ni futuro
El día que le siguió a la madrugada en la que el presidente Alberto Fernández logró –gracias a los votos de la oposición– la media sanción de la ley para refinanciar la deuda con el FMI fue una exhibición de la tensión creciente en la cúpula del Gobierno.
La vicepresidenta, que la semana que viene debe garantizar que el Senado de la Nación convierta en ley ese proyecto que evita que Argentina ingrese en default el 22 de marzo próximo, ayer consideró que el ministro de Economía, Martín Guzmán, es el ejecutor del “plan económico del Fondo”.
También consideró una “inmensa pena” que otra vez ese organismo “promotor de políticas que provocaron la pobreza en el pueblo” esté de vuelta en el país. Lo hizo a través de un video de factura cinematográfica y mensaje político detonador.
Medio Gobierno sabotea abiertamente el plan económico que Guzmán acordó con el FMI, la otra mitad tiene escasa convicción respecto de las medidas comprometidas con el organismo multilateral y, además, carece de la fortaleza política y los apoyos necesarios para aplicarlas.
Unos y otros, además, observan que esas metas son casi imposibles de cumplir, aun en el improbable caso de que el Gobierno hiciera lo que Guzmán prometió ante el FMI. Dedicamos el Primer plano de hoy al día después de esa aprobación en Diputados.
Los mercados fueron los únicos que depositaron alguna confianza en la capacidad del gobierno de Alberto Fernández para sostener el acuerdo con el FMI: los bonos de la deuda soberana subieron hasta 5,4 por ciento, el riesgo país bajó 2,1 por ciento, el dólar blue siguió en baja y los dólares financieros cayeron cerca del cinco por ciento. No son señales menores, pero no hay muchas más.
La autocelebración de la “responsabilidad opositora” para que el país no caiga en el default parece exagerada. Era lo mínimo que podían hacer quienes contrajeron la deuda.
Alberto Fernández logró un aval costosísimo, que lo dejó más debilitado. El plan que le prometió al FMI demanda una fortaleza que no tiene.