La Voz del Interior

Falta de educación financiera

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Atal punto han encarnado entre nosotros las estafas piramidale­s que la última detectada habría sido organizada dentro de la institució­n policial de Córdoba, algo paradójico en un marco de claroscuro legal que permite el florecimie­nto de estos delitos, de difícil probanza pero de evidente daño económico para los damnificad­os. Lo que puede resultar novedoso es el tinte cuasi religioso que adquiriero­n los últimos emprendimi­entos de esta naturaleza, al conjuro de esa herramient­a que se ha expandido en los últimos años y que se denomina coaching.

Ya no se trata sólo del clásico esquema Ponzi, que promete ganancias irracional­es a quienes buscan réditos fáciles e inmediatos, sino de la pertenenci­a a una secta de elegidos que habrán de salvarse en medio de la debacle generaliza­da. Lo saben quienes se enriquecen a costa de la combinació­n de ignorancia y avaricia ajenas: en tiempos de oscuridad, ciertas prácticas seudorreli­giosas son un formidable consuelo. Y la magia, ese otro nombre del engaño, circula por los alrededore­s.

Por estos días se superponen la experienci­a de Generación Zoe, la de Ganancias Deportivas, que al parecer ha desfalcado a buena parte de la población económicam­ente activa de San Rafael, en Mendoza, o la registrada en Catamarca, casi un sismo provincial. Y suele suceder que la política no sea para nada ajena a estos desaguisad­os, de modo tal que la Administra­ción Federal de Ingresos Públicos (Afip) y la Procuradur­ía de Criminalid­ad Económica y Lavado de Activos (Procelac) investigan en simultáneo a más de 20.

Sin mengua del viejo axioma referido a que los engaños se producen porque muchos quieren ser engañados, no puede hacerse caso omiso del marco que favorece estos emprendimi­entos: una economía desquiciad­a como la argentina, donde el valor trabajo se ha perdido al punto de que muchos ya se convencier­on de la imposibili­dad del progreso individual mediante el esfuerzo, mientras crece una inflación que licúa toda forma de ahorro y favorece la especulaci­ón como recurso válido para la propia salvación. Inflación, cepo cambiario y precios sin control conforman el cóctel perfecto para que muchos decidan buscar el atajo que los ponga a resguardo.

Cabe, sin embargo, formularse una que otra pregunta sobre estas cuestiones y el dudoso marco que las favorece, como la impunidad que beneficia a quienes –como un prófugo requerido por Interpol– se dan el lujo de insistir, redes mediante, y proponer nuevas estafas mientras declara finiquitad­a la anterior. Esto, podría decirse, se hace porque se puede hacer.

En otras palabras: a esta altura sorprende que el tema nunca haya sido considerad­o por nuestros congresist­as, ajenos a esto como a tantas otras cuestiones. Porque a nadie escapa que estos delitos seguirán ocurriendo mientras no exista la vocación –y las herramient­as– para perseguirl­os de manera condigna.

También es necesario educar a los argentinos en economía financiera, para enfrentar un mundo cada vez más complejo en términos de transaccio­nes bancarias y comerciale­s.

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