Bajo Grande y el Suquía 24 años contaminando
La planta cloacal estaba desbordada desde 1998.
1987.
Se construye la estación depuradora de aguas residuales (Edar) de la ciudad de Córdoba. Está ubicada en el extremo este, en el margen norte del río Suquía, a la altura de Chacra de la Merced. Contaba con una capacidad de tratamiento de cinco mil metros cúbicos por hora.
1998.
Poco más de una década más tarde, se comenzaban a registrar los efectos ambientales del tratamiento deficiente de los líquidos cloacales. La cantidad de efluentes superaba sus posibilidades de procesamiento.
2006.
Por la situación crítica ambiental provocada por el volcamiento de líquidos cloacales con tratamiento deficiente al río Suquía, se comenzó a construir una ampliación, que permitiría tratar 10 mil metros cúbicos por hora y que debía finalizarse para mediados de 2009.
2011.
Los plazos de construcción de la ampliación se estiraron dos años más. Pero la ampliación nunca solucionó los problemas de tratamiento deficiente. Distintos peritajes realizados en el marco de las denuncias judiciales que se presentaron por la contaminación del río Suquía detectaron fallas técnicas en la obra.
2014.
El entonces intendente Ramón Mestre declaró la emergencia sanitaria “por 180 días” en toda la zona aguas abajo de Bajo Grande, debido a la contaminación que provocaba la planta cloacal. La emergencia, siete años y medio después, sigue vigente: se renovó en diciembre de 2019 por dos años, con una prórroga automática por otros dos años.
2016.
En diciembre de ese año, comenzó la construcción de una planta de tratamiento totalmente nueva ubicada en el terreno contiguo a la Edar de Bajo Grande. El Gobierno nacional se comprometía a aportar el 70 por ciento de los fondos necesarios para la obra. Se debía terminar a finales de 2019.
2022.
El 1° de abril se pone en marcha la planta nueva, y se saca de línea la Edar tradicional. Tiene dos módulos idénticos de cinco mil metros cuadrados cada uno y utiliza tecnología de inyección de aire en piletones para favorecer la tarea de las bacterias que consumen la carga orgánica del efluente. Se trata de una “puesta en régimen”, que tardará meses en alcanzar su labor plena.