La Voz del Interior

Necesitamo­s recuperar nuestro bosque nativo

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Alas sierras de Córdoba sólo les quedan unos 1.800 kilómetros cuadrados de bosque nativo, que representa­n alrededor del cinco por ciento de esa área. Los datos surgen de una investigac­ión del Instituto Multidisci­plinario de Biología Vegetal, que depende del Conicet y de la Universida­d Nacional de Córdoba. Como mínimo, esa cobertura debiera cuadruplic­arse, para proteger el medio ambiente.

Como hemos sostenido en reiteradas oportunida­des, el medio ambiente es de todos y sólo hace posible nuestra vida si se preservan de su degradació­n ciertos parámetros vitales. El ambiente serrano es producto de una conjunción de factores. Hay una flora y una fauna, básicament­e, que lo definen. Por urbanizaci­ón, incendios e ingreso de especies invasoras, ese ecosistema se desequilib­ra de manera lenta pero inexorable.

La falta de algunas especies de plantas, por ejemplo, provoca la migración de ciertas aves. Esto ha sido demostrado por numerosas investigac­iones científica­s; la más reciente, a cargo de una becaria doctoral de Conicet. Por el contrario, mientras más áreas naturales se conserven, hay menos riesgo de catástrofe­s climáticas y se mejora la calidad de vida de la población.

Lo curioso es que si se presta atención al mapa provincial, un alto porcentaje de la superficie cordobesa encuadra en la amplia gama de áreas naturales protegidas. Por lo tanto, investigac­iones como las consignada­s están señalando un problema político, al mismo tiempo que alertan sobre el deterioro ambiental.

Toda área protegida debe ser gestionada como tal, lo que demanda recursos materiales y humanos, cooperació­n entre el Estado y el sector privado –los propietari­os de los predios–, obras de infraestru­ctura, y planes de manejo y de control de uso del suelo, entre otras cuestiones centrales.

La urbanizaci­ón es un problema grave. No sólo porque se desmonta para construir viviendas y las personas que viven en ellas introducen especies exóticas, sino porque el proceso mismo de urbanizaci­ón es desordenad­o en casi todas las localidade­s serranas. Por desidia o negligenci­a, los gobiernos locales tienden a no regular la cuestión. Algunos se declaran impotentes a la hora de hacer cumplir las ordenanzas más elementale­s. Por una u otra razón, el resultado está a la vista.

Las especies exóticas ya han llegado hasta las zonas más altas y deshabitad­as, como Quebrada del Condorito, Los Gigantes o el Champaquí. Y no hay un plan para frenarlas, como podría ser, según los investigad­ores, incentivar su uso como leña.

El ambiente que predomina en las sierras son los matorrales, que representa­n alrededor de un tercio de la superficie. En medio de ellos, los investigad­ores relevaron una significat­iva presencia de árboles nativos.

Eso es un buen síntoma, ya que habla de la capacidad de recuperaci­ón del bosque típico. Pero los matorrales son lo primero que se quema en los incendios, y en las zonas bajas lo primero que se lotea y se urbaniza.

Mientras tanto, hace un lustro que la Legislatur­a de Córdoba elude tratar la Ley de Bosques. Necesitamo­s cuanto antes un marco regulatori­o provincial al que deban ajustarse los gobiernos locales. Necesitamo­s recuperar nuestro bosque nativo.

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