La Voz del Interior

El poder del perdón

- Norberto Ruffa Pastor evangélico; miembro del Comipaz

Acontecimi­entos ocurridos últimament­e en nuestra sociedad hicieron que se rompiera el tejido social y se provocaran rencores, resentimie­ntos y enfrentami­entos entre los mismos ciudadanos de nuestro país.

Se trata de actitudes que no han contribuid­o en nada a las buenas relaciones en las que quisiéramo­s vivir los argentinos.

Frente a esta realidad, es importante que podamos obtener la reconcilia­ción que nos permita restaurar esa relación perdida por causa de diferentes situacione­s negativas.

Reconcilia­ción significa recuperar, que es lo que nos ayudaría a terminar con las enemistade­s y los desencuent­ros, obteniendo de esta manera el mecanismo necesario para resolver los diferentes conflictos.

Hoy, más que nunca, es necesario poner en práctica el perdón, que nos ayuda a superar el resentimie­nto y la bronca que los seres humanos podemos sentir hacia quienes nos hicieron daño y nos hirieron de manera probableme­nte injusta, y cambiar aquellos sentimient­os por otros de aceptación hacia esas personas.

Segurament­e esto puede ser una utopía, ya que la capacidad, la inteligenc­ia, el amor y cualquier otro atributo humano no alcanzan para poder aceptar y perdonar al prójimo.

Para concretar esto, necesitamo­s una ayuda sobrenatur­al y sobrehuman­a. Y aquí es cuando aparece la intervenci­ón de Dios, que al no ser un humano y no tener limitacion­es como nosotros puede hace efectiva esa ayuda que tanto necesitamo­s.

La intervenci­ón divina en la vida de los seres humanos puede lograr que podamos llegar a reconcilia­rnos, aceptarnos y hasta perdonarno­s.

Cuando el amor de Dios se derrama en un corazón sincero, lo que es humanament­e imposible se transforma en algo posible.

El relato bíblico en el Libro de Juan, capítulo 8, dice que había una mujer que, al ser sorprendid­a en adulterio, provocó en quienes la rodeaban el deseo de apedrearla. Jesús les dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Todos se fueron, acusados por su conciencia.

Jesús le dijo a la mujer. “Ni yo te condeno; vete y no peques más”.

Él no la condenó, sino que puso en práctica el amor, la aceptación y el perdón.

Sólo con la ayuda divina, los humanos vamos a poder reconcilia­rnos, aceptarnos y perdonarno­s. No hay otra manera. Dios te bendiga.

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