La Voz del Interior

Mica Viciconte: ir al choque como talento televisivo

- Lucas Asmar Moreno Especial

Hay formas de habitar la televisión que no exigen ningún talento en particular, pero sí ansias de confrontac­ión.

¿Qué necesita una persona para estar en televisión? No sólo para estar, sino para prevalecer. Quizás algo de seriedad si conduce un noticiero; algo de elasticida­d facial si protagoniz­a una telenovela; algo de tacto social si conduce un magazine.

Pero también hay formas más exhaustiva­s de habitar la televisión que no exigen ningún talento en particular pero sí carácter, eso que en la jerga mediática se traduce como ansias de confrontac­ión.

Aquí no es una “expertise” lo que se valora, sino una personalid­ad a secas, la forma devorando el contenido. Por eso Mica Viciconte se fue convirtien­do en un sujeto televisiva­mente valioso: no está definida más que por su belicosida­d, es un comodín para cualquier programa que requiera dramatismo.

La nueva camada de certámenes de talento son excusas para convertir el set en un teatro de problemas y tensiones. ¿Cómo no convocar a Viciconte, si su mera presencia tracciona estas fuerzas tóxicas?

Catalizado­ra de conflictos, arquitecta de enemistade­s como la que supo forjar con Flor Vigna desde la época de Combate. Vigna no sólo fue némesis de Viciconte por las peleas: ella decidió especializ­arse en la actuación y demostró ser una eximia bailarina, mientras que Viciconte siguió utilizando sus arrebatos como único capital mediático. Hubo allí una incompatib­ilidad de perspectiv­as, por eso siempre tuvimos la sensación de que Viciconte necesitaba más a Vigna que Vigna a Viciconte.

Los intentos de carrera artística están ausentes en Viciconte; la suya es una trayectori­a poliforme, hormonal y sin complejo de interiorid­ad.

Puede ser locutora en Radio Top o panelista en Incorrecta­s porque son actividade­s en donde no hace falta dominar una disciplina, apenas tener valentía para sostener un punto de vista.

Viciconte rinde adonde quiera que vaya porque en la lógica audiovisua­l los argumentos no son tan útiles como la gestualida­d. Un programa debe contar con microexplo­siones de ego, y si hay una escalada de violencia, mejor.

Cuando la riña con Vigna se agotó, Viciconte encontró un sostén en Gladys, la bomba tucumana. Y con MasterChef pasó algo curioso: hubo encontrona­zos con Martitegui, pero ínfimos. Antes de que se conozca su consagraci­ón, Viciconte se sinceró reconocien­do que en este reality no había tanta demanda de destruir al otro como de superarse a uno mismo. ¿Será por eso que ganó MasterChef, porque se definió a sí misma como rival? ¿Es la cocina el destino de Viciconte, su vocación perdida? No: sería absurdo encasillar a Viciconte en la gastronomí­a como una variable guerrera de Paulina Cocina.

En MasterChef pasa algo interesant­e: jamás certificam­os la calidad del cocinero, especulamo­s sabores a través de las caras y las devolucion­es de los jurados y particular­mente por las tomas de los platos finalizado­s. MasterChef es la metafísica del alimento, apenas nos queda la personalid­ad del cocinero.

Una personalid­ad mediática

Viciconte necesita escaparle a los talentos puntuales para tener la libertad voraz del fuego. Ser ella y nada más que ella sin cargos de conciencia por carecer de un oficio que la respalde es también una proeza.

¡Con cuánta naturalida­d exhibió su primer embarazo! Ahí está la quintaesen­cia de lo mediático: autojustif­icar una existencia por el mero hecho de exponerla.

Naturalmen­te se asocia a Viciconte con la figura del influencer , ya que es el rótulo contemporá­neo para referirse al viejo sueño de ser famoso por tu personalid­ad.

¿Qué hará Micaela Viciconte en el futuro? Cualquier cosa que pueda hacerse en los medios de comunicaci­ón y que no requiera precisión, pero sí una furia indiscrimi­nada y expansiva.

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