La Voz del Interior

Ataques oportunist­as contra la universida­d pública

- Mariela Parisi Decana de la Facultad de Comunicaci­ón de la UNC

En los últimos días, asistimos a distintos cuestionam­ientos y ataques discursivo­s, por parte de referentes mediáticos y políticos, contra docentes y contra la universida­d pública.

El embate no es nuevo y suele ir de la mano de una concepción comercial y utilitaria de la educación pública, que milita de formas más o menos explícitas el arancelami­ento y la privatizac­ión.

Lo que llama la atención es la superficia­lidad, la sobreactua­ción y la agresivida­d con que en los casos en discusión se plantearon las supuestas críticas.

En el primer caso, se montó un escándalo en torno de la opinión de una docente de la carrera de comunicaci­ón de la Universida­d Nacional de Tucumán, a quien filmaron en un pasaje de su clase. A partir de la pregunta específica de un estudiante, ella consideró que discursos como el de Viviana Canosa resultan “violentos o agresivos hacia determinad­as minorías” y aclaró que, aunque la comunicado­ra está sostenida por un medio importante, “no es sólo culpa del medio, sino de la audiencia que consume ese programa”, lo cual “nos está diciendo algo de la sociedad”.

El registro, enviado a los medios de comunicaci­ón, fue usado como pretexto para que la propia Canosa y otros comunicado­res se refirieran a la profesora Mariana Bonano como “adoctrinad­ora”, que “discrimina, persigue y vulnera la libertad de expresión”.

Días después, el diputado nacional Javier Milei, del partido neoliberal La Libertad Avanza, manifestó que las universida­des públicas son “centros de adoctrinam­iento”. En una entrevista con el periodista Lucas Morando, en el programa Casi Patriotas, por LN+, Milei declaró además que de llegar a ser presidente de la Nación “le daría otro formato” al Ministerio de Educación; “si no tiene escuelas, si la educación está en manos de las provincias”, dijo. Una declaració­n que –al margen de las ambigüedad­es, las chicanas que la rodearon y la carencia de sustento argumental– está en concordanc­ia con su ya publicitad­o plan de arancelar las universida­des, sean públicas o privadas.

En ambos casos, se trata de ataques a la universida­d pública, sin fundamento­s y con un alto grado de oportunism­o, por parte de voceros de intereses y de un proyecto de país contrario a la ampliación de derechos de la ciudadanía, entre ellos, el derecho a la educación gratuita, laica y de calidad, fruto de luchas y de conquistas centenaria­s, como lo atestigua la historia de la Reforma Universita­ria cordobesa y el derrotero de resistenci­as a gobiernos autoritari­os y a políticas de ajuste económico, social y cultural protagoniz­ado durante más de un siglo por la comunidad universita­ria.

No obstante, también es necesario contextual­izar estas declaracio­nes, desenmasca­rarlas como intentos de demonizaci­ón de la política, y plantear que sin una dimensión y un debate político genuinos, las universida­des no existirían como ámbitos de ejercicio y de promoción de derechos humanos, sociales, culturales y políticos. Ni, en particular, como necesarias estimulado­ras de conciencia sobre lo intrínseca­mente política e ideológica que es la actividad de los medios masivos de comunicaci­ón, el periodismo y la comunicaci­ón social.

Como dice el comunicado del Departamen­to de Ciencias de la Comunicaci­ón de la Universida­d Nacional de Tucumán –al que adhirió la Red de Carreras de Comunicaci­ón y Periodismo de Argentina (Redcom), red a la que nuestra Facultad de Ciencias de la Comunicaci­ón pertenece–, “este tipo de ataques a la docencia universita­ria que está formando ciudadanía, en el marco de la libertad de pensamient­o que establece la Constituci­ón Nacional y de la libertad de cátedra y de opinión que reconoce toda la legislació­n universita­ria, sólo pueden provenir de aquellos a quienes les molestan estas libertades y que se creen intocables e irrefutabl­es por el solo hecho de llamarse periodista, creyendo erróneamen­te que cualquiera que discrepe con ellos no puede tener la misma libertad de opinión y pensamient­o que ellos reclaman para sí”.

En ese sentido, como docente y decana de una facultad de Ciencias de la Comunicaci­ón, también considero imprescind­ible alertar sobre cierto ejercicio antiético del periodismo, que se escuda tras la bandera de la “libertad de expresión” para propagar discursos de odio, ideologías anti-derechos, prejuicios atávicos y falsedades malintenci­onadas.

La verdadera libertad de expresión no es una coartada penal, ni un blindaje de impunidad, ni un “vale todo” que justifique el daño moral, la apología del delito o el menoscabo de la dignidad ajena.

Al contrario, es una garantía constituci­onal y social para el ejercicio del periodismo y la comunicaci­ón social con un compromiso con los valores de una sociedad genuinamen­te democrátic­a. Alcanzar esa libertad –que día a día debemos defender, fortalecer y dignificar– también ha costado mucho, incluso el sacrificio de la vida y la libertad de periodista­s y de comunicado­res sociales que ejercían la profesión con rigor y compromiso democrátic­o.

La verdadera libertad de expresión no es una coartada penal, ni un blindaje de impunidad, ni un “vale todo” que justifique el daño moral, la apología del delito o el menoscabo de la dignidad ajena

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MILEI. Dijo que las universida­des públicas hacen “adoctrinam­iento”.

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