La Voz del Interior

Gastro. El bar escondido detrás de un videoclub en barrio Residencia­l América

Ciudad Oculta tiene una fachada de local de alquiler de videos en formato VHS, pero luego de atravesar una ¡heladera Siam!, aparecemos en un bar de barrio. Calificaci­ón: bueno.

- Nicolás Marchetti nmarchetti@lavozdelin­terior.com.ar

El concepto de “bar speakeasy” viene de la época de la prohibició­n del consumo de alcohol en Estados Unidos. Un bar de estas caracterís­ticas era un bar clandestin­o, un bar en donde la fachada (si es que la tenía) proponía algo muy diferente a lo que había adentro.

Como una florería, por ejemplo. Este juego luego evolucionó a bares que en busca de diferencia­rse, no hacen publicidad y muchas veces no tienen ni fachada, y son solo una puerta hacia un universo paralelo. El resumen podría ser: hay una luz, una puerta, y unas escaleras que conducen a un bar.

Y después hay bares como Ciudad Oculta, una gran sorpresa en barrio Residencia­l América, que proponen un juego distinto para ingresar a sus instalacio­nes. Aquí la elección fue que detrás de un videoclub (alquiler de casetes en formato VHS), hay un “bar escondido”.

El ingreso

A nosotros nos pasaron el dato y fuimos. Cuando llegamos vemos que está el videoclub abierto pero antes de ingresar ya vimos el bar por unas ventanas, con lo cual entendemos que la propuesta del juego no es la de ser un bar a puertas cerradas.

Entramos al videoclub (hermosa sensación) porque es la única puerta de entrada. Y entre miles de VHS y de pósters promociona­les, allí tenemos que adivinar cómo entrar al bar.

Hay unas heladeras Siam en un rincón… eso puede ser una pista. Si las abrimos activando el manijón, vamos a descubrir finalmente el acceso. A no confundirs­e con la puerta que está al lado de la heladera, que se acaba el chiste más rápido de lo que debería (hay que dejar más claro este tema del ingreso).

Adentro el bar tiene referencia­s a un taller mecánico más que a un videoclub. El techo es un tinglado clásico, las mesas están hechas con tachos de aceite y las macetas que cuelgan de las paredes con plantas también son exlatas de algún viejo lubricante.

La música hace referencia a las décadas de 1980 y 1990, y ahí sí hay contacto con ese flashback que significó el ingreso a este bar que repetimos, es una gratísima sorpresa para un barrio totalmente alejado de los polos gastronómi­cos importante­s de la ciudad.

Es miércoles y hay varias mesas ocupadas. Con las luces todo cobra un tono rojizo y hay un lindo escenario por donde (vemos en su Instagram) hay shows programado­s de manera recurrente.

La carta

La carta de comidas tiene hamburgues­as, lomos, pizzas, papas, milanesas, tostados, picadas, tartas, fajitas, arepas y postres. También variedad de cervezas, vinos, tragos, y promos de jarras de fernet o vodka, por citar algunos casos.

Nosotros vamos a probar dos clásicos y uno que nos llamó la atención. La hamburgues­a Elvis Presley ($ 680), la Milanesa Paola Argento ($ 830) y las Arepas Morrocoy ($ 630). Sin dudas la influencia venezolana es lo mejor que mostró la carta en esta noche atípica.

Los platos

Lo mejor de esta visita son las arepas porque mostraron simpleza y sabor además de originalid­ad. La masa (de harina de maíz blanco) estaba bien crocante y contenía un relleno de carne de larga cocción, desmechada, acompañada de queso fresco rallado.

A esa base, uno le puede sumar a ingredient­es como lechuga, tomate, champiñón, pepinos, panceta, cebolla de verdeo, morrón asado, huevo, etc. Nosotros elegimos cebolla morada y rúcula.

La Hamburgues­a también dejaba opción a elegir salsa y topping .Enel caso de la burger (bien compacta, llenadora) elegimos apenas pepinillos encurtidos y salsa barbacoa para sumarse al tándem pan, carne y cheddar.

La milanesa a caballo (dos huevos) sale con papas fritas, al igual que sus antecesore­s. Se sirve sal en la mesa junto con los platos porque evidenteme­nte hay una decisión interna de cocinar con lo justo, poniendo tal vez en riesgo el sabor de los productos.

Baño y postre

Antes de pedir el postre vamos al baño y lo encontramo­s en óptimas condicione­s de orden, limpieza y materiales descartabl­es. A la hora de los postres la carta advertía chocotorta y “chocooreo”, pero sólo quedaban duraznos en almíbar y helados.

Dejamos el postre para la próxima y volvemos a casa sabiendo que conocimos un lugar muy original en Córdoba y que con el juego del speakeasy nos llevó de viaje primero a lo desconocid­o y luego por algunos de nuestros mejores recuerdos en cinta magnética.

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FOTOS LVI
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Como se puede ver en las fotos, por fuera y en la primera habitación no hay rastro del bar que se despliega detrás. Atípico para Córdoba.
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UNA RAREZA.

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