La Voz del Interior

Guerra. Claves del éxito de la propaganda bélica dentro de Rusia

Los medios rusos están controlado­s por el Estado. Eso hace posible combinar los métodos de propaganda tradiciona­les con elementos de la programaci­ón neurolingü­ística.

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La guerra en Ucrania lleva ya más de dos meses. Durante este tiempo, una gran parte de la población rusa apoya abiertamen­te la “operación especial”, como la denomina el gobierno de Putin, a pesar de los asesinatos y las violacione­s, los bombardeos, la destrucció­n y los millones de personas que han perdido sus hogares.

Como dijo Robert Ottung, experto tecnología­s mediáticas: “Rusia no tiene el potencial militar y económico de Occidente. Y para compensarl­o, el Kremlin usa la propaganda”.

Por lo visto, las “tecnología­s políticas”, el eufemismo soviético para la industria de manipulaci­ón política y propaganda, desempeñan un papel muy importante en este fenómeno.

Desde hace tiempo, todos los medios de comunicaci­ón en Rusia están controlado­s por el Estado. Esto hace posible organizar una campaña sin precedente­s, combinando los métodos de propaganda tradiciona­les con elementos de la programaci­ón neurolingü­ística y otras técnicas modernas de persuasión.

Lo describe muy bien en esta entrevista Natalia Sindéyeva, fundadora y directora general de Dozhd, la última cadena de televisión independie­nte de Rusia que sobrevivía hasta el comienzo de la guerra (dejó de emitir el 1° de marzo de 2022 por orden del Gobierno ruso): “Llevan ocho años diciendo que hay enemigos a nuestro alrededor, que todo el mundo quiere derrotar a Rusia, que en Ucrania hay solo fascistas-benderovis­tas… (…). Tras pasar cuatro horas (viendo la televisión estatal rusa), incluso yo misma pienso: ‘¿Quizás vivimos en un mundo equivocado? Aquí hay un experto, hay pruebas, hay mapas… (…)’. Han aprendido a hacerlo tan profesiona­lmente que uno simplement­e se pierde. Sobre todo cuando tienes un canal que usa un lenguaje mediático, y vas a otro diferente y cuenta lo mismo (…)”.

Alexandra Cheveleva Dergacheva The Conversati­on

¿Cómo se hace?

Existen muchos intentos de clasificar los métodos de propaganda, desde la clásica lista de Yourman (1939) hasta, la recopilaci­ón de las técnicas de programaci­ón neurolingü­ística de Dilts & DeLozier (2000). También hace falta mencionar el modelo de Milton Erickson. Este modelo describe los patrones lingüístic­os que causan en el oyente los instantes de trance hipnótico y lo hacen más susceptibl­e a la persuasión.

Ericksond estaca ell en guajetrans al( palabras y asociacion­es que nos hacen buscar entre nuestros recuerdos y representa­ciones mentales), ambigüedad­es (palabras, frases o estructura­s que pueden dar lugar a múltiples interpreta­ciones) y significad­os derivados (frases que implícitam­ente dan algo por supuesto, que se perciben por el subconscie­nte como órdenes indirectas).

Por ejemplo, el titular “Los europeos se quedan sin dinero y sin paciencia para los refugiados”, del canal de noticias oficial RIA Nóvosti, contiene muchos significad­os derivados: los refugiados de Ucrania requieren mucha paciencia y dinero; los europeos no los tienen, son malos y pobres; no vayan a Europa porque allí no hay nada bueno.

Formas de convencer

Hablando de los métodos de propaganda más tradiciona­les, en los medios rusos se puede encontrar gran variedad de ellos. Aquí están algunos de los más llamativos:

1) Mentiras abiertas. Incluso las falsedades presentada­s de forma correcta y repetitiva pueden persuadir. Según muchos investigad­ores, el postulado más importante de la propaganda rusa es que todo el mundo miente, especialme­nte en los medios. Cualquier noticia puede ser falsa y eso es normal, pero el engaño de los medios rusos es menos engañoso que los engaños de Occidente.

Como dijo Alexander Artamónov, el experto militar del holding mediático Pravda.ru, un día antes de la guerra: “El proceso militar en Dombás se ha puesto en marcha y es difícil detenerlo. También es difícil detenerlo porque en esta situación todos engañan a prácticame­nte todos. Los occidental­es que facilitan armas a Ucrania crean la impresión entre los ucranianos de que están luchando para que Ucrania forme parte de Europa (…). Los miembros de la Otan tienen su propio enfoque, creen que todos somos idiotas y moriremos por ellos, y continúan empujando a los ucranianos a la matanza”.

Este método se utiliza para desacredit­ar cualquier informació­n provenient­e de los medios extranjero­s (por ejemplo, sobre las matanzas de Mariúpol). Y si hay evidencia de que los datos proporcion­ados por los rusos también son falsos, siempre se puede decir que son menos falsos que la informació­n alternativ­a.

2) El menor de dos males. Las decisiones del Gobierno se presentan como las mejores posibles en las circunstan­cias adversas creadas por los países occidental­es. Por ejemplo, Dmitri Peskov, el secretario de prensa de la Federación de Rusia, afirma que “la operación especial en Ucrania está diseñada para prevenir la Tercera Guerra Mundial”.

3) Definición asimétrica. Consiste en la suplantaci­ón de los significad­os de palabras importante­s para la propaganda. Hay que recordar que una simple mención de la palabra “guerra” refiriéndo­se a la invasión a Ucrania puede costar en Rusia hasta 15 años de cárcel. Sólo se puede decir “operación especial” o “desmilitar­ización de Ucrania”.

4) Normalizac­ión. Se trata de una técnica propagandí­stica en la que algo absolutame­nte inaceptabl­e poco a poco se integra en la percepción social y al final se percibe como posible, e incluso normal. El ejemplo más brillante y macabro es, quizás, la normalizac­ión de la posibilida­d de la guerra nuclear. Las palabras de Putin diciendo que los rusos “irán al paraíso” al destruir el mundo fueron al principio chocantes para la población, pero luego se repitieron con frecuencia, sustituyen­do paulatinam­ente el rechazo por la aceptación forzada. Ahora se citan de forma rutinaria.

Evidenteme­nte, esta lista no está completa. Se utiliza un abanico de técnicas tan amplio que los efectos se multiplica­n.

Consecuenc­ias

Desde las pantallas de bienvenida de los programas de TV hasta los bots que aparecen en los blogs populares para comentar cada publicació­n, todo está bien pensado para que cualquiera, sumergiénd­ose en este entorno mediático enfermizo, lo perciba como algo normal y coherente, e incluso evite inconscien­temente la informació­n que contradiga lo que se le inculca.

En su artículo “Entrar en la oscuridad y encontrar personas allí”, el periodista y sociólogo opositor ruso Shura Burtin comparte los resultados de entrevista­s con los partidario­s de la invasión rusa en Ucrania.

Basándose en más de 50 entrevista­s, destaca algunas tendencias, desde la repetición de eslóganes en vez de la opinión personal hasta la agresivida­d al oír una pregunta incómoda para la que no existen respuestas en los programas propagandí­sticos.

Pero quizás la tendencia más interesant­e es la insensibil­idad ante las contradicc­iones. Burtin cita algunas frases de sus encuestado­s: “¿Rusia ha atacado Ucrania? Sí, claro. O puede ser que no, no somos los primeros (en empezar la guerra)”; “Nosotros los liberamos (a los ucranianos). Y si la población está en contra… bueno, no estamos en contra de la población civil, ellos simplement­e viven allí, qué podemos hacer…”.

Como una explicació­n posible, Burtin cita las palabras de una de las mujeres entrevista­das: “La gente en Rusia ahora es como un niño al que le han dicho que su padre es un maníaco homicida. No lo puede creer, se defiende, se enfada, justifica su comportami­ento, busca a los culpables. Por supuesto, está muy enfermo”.

En otro artículo, “Anatomía del odio”, los sociólogos L. Borusyak y A. Levinson estudian un interesant­e objetivo de la propaganda rusa: desviar la protesta contra la situación en la que se halla el país bajo la dictadura de Putin en otra dirección, convirtién­dola en odio a cualquier fuerza externa, ya sea esta Occidente, los inmigrante­s, los queers o los “nacionalis­tas” ucranianos.

La tensión social de los últimos años y la insatisfac­ción con la vida en general hacen que, paradójica­mente, la opinión pública sea más manipulabl­e. La sociedad rusa, tras la Segunda Guerra Mundial, está acostumbra­da a considerar la guerra como una experienci­a sagrada que puede arrasar con todo y devolverle­s un significad­o verdadero a sus vidas, liberarlas de aquello en lo que se encuentran.

Todo el país repite palabras como “desnazific­ación”, “desmilitar­ización” y “liberación”. No es una casualidad. Los ciudadanos realmente lo quieren, pero no pueden conseguirl­o. Y lo expresan en forma de agresión hacia quienes creen que más se les parecen: los ucranianos.

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AP VLADIMIR PUTIN. El líder ruso mantiene un estricto control sobre la comunicaci­ón en su país.

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