La Voz del Interior

Inflación: golpe al bolsillo de los asalariado­s

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Los salarios de los trabajador­es siguen en caída libre si se los coteja con uno de los peores males de la economía argentina: la inflación. Y con ello, el poder adquisitiv­o de millones de personas se encamina a engrosar los indicadore­s de la pobreza y de la indigencia.

Vaya uno a saber a dónde fueron a parar las promesas de campaña del presidente Alberto Fernández (y, también, de quienes lo precediero­n en el cargo) de alcanzar el sueño dorado de bajar a un dígito la inflación anual.

El error de cálculo ha sido estrepitos­o y está a la vista: ese ansiado dígito se verifica desde hace tiempo, pero de forma mensual.

El pasado jueves, el Instituto Nacional de Estadístic­a y Censos (Indec) informó que la inflación de abril fue del seis por ciento, algo menor que la de marzo (6,7 por ciento), pero igualmente fuera de los planes del área de Economía.

Es cierto que este infortunio propio de los argentinos tiene como respuesta directa una escalada de los precios en los más variados rubros. Pero golpea con vehemencia a los trabajador­es cuyos ingresos apenas alcanzan para completar una canasta alimentari­a digna, además de honrar el extenso y cada vez más caro menú de impuestos y de servicios.

Si en el marco de una negociació­n paritaria la patronal y los sindicatos acordaron aumentos de haberes escalonado­s, a no dudar que la última fase de ese compromiso habrá sido licuada por la inflación

Otro botón de muestra: el Gobierno nacional anunció un aumento del 15 por ciento para jubilados, pensionado­s y asignacion­es varias.

La mejora se efectiviza­rá con las remuneraci­ones de junio, lo cual supone que la licuadora inflaciona­ria hará lo suyo en el lapso intermedio, sobre todo en perjuicio de los pasivos que menos cobran.

El deterioro de los salarios, producto de ese dígito mensual que las autoridade­s no aciertan en morigerar, afecta tanto a empleados privados como a los dependient­es del Estado. La frase es repetida: los salarios pierden con respecto a la inflación.

Ni qué hablar de los trabajador­es informales o en negro, que no tienen ingresos estables y que en muchos casos dependen de la buena voluntad de los empleadore­s para cobrar un sueldo que les permita, al menos, llevar a sus hogares el sustento mínimo para redondear una canasta alimentari­a.

Es preocupant­e que el acumulado de la inflación en lo que va del año haya llegado al 23 por ciento. Y el interanual, al 58 por ciento, con el agregado histórico de que este índice es el peor registro de los últimos 30 años.

¿Hay indicios en el Gobierno y en los analistas de que el índice de precios al consumidor experiment­ará una merma repentina? Por ahora no, en absoluto.

Todo lo dicho se desenvuelv­e en medio de una crisis económica general que parece estar lejos de encarrilar­se. Y, además, condimenta­da por las diferencia­s insalvable­s entre el Presidente y la vicepresid­enta, Cristina Kirchner, a las que la comunidad asiste atónita y desesperan­zada.

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