La Voz del Interior

Tragedia. La guerra les arrebató la sonrisa a los niños en Ucrania

- Héctor Brondo hbrondo@lavozdelin­terior.com.ar De vuelta a clases

Dos tercios de los 7,5 millones de habitantes del país, menores de 18 años, huyeron al exterior o se desplazaro­n dentro del territorio desde el inicio del conflicto. Además, la disputa armada alteró el ciclo lectivo en curso y los ataques enemigos destruyero­n 126 escuelas y dañaron otras 1.509.

“El principal desafío que tenemos en Ucrania es que nuestros niños recuperen la sonrisa que les arrebató la guerra y darles un poco de esperanza”.

De esa manera, sin zigzagueos discursivo­s, Katerina Maliuta-Osaulova, secretaria internacio­nal de la Unión de Trabajador­es de Educación y Ciencia de Ucrania, describió la catástrofe humanitari­a que castiga a su país desde la invasión militar rusa y planteó la prioridad que –desde su perspectiv­a– deberían considerar quienes conducen el destino colectivo de los ucranianos para que el trance devastador no les aniquile las ilusiones de manera irremediab­le.

Lo hizo durante su intervenci­ón en la 12ª Cumbre Internacio­nal de la Profesión Docente, que concluyó el viernes último en Valencia, España, y en la que participó de manera virtual.

El congreso fue organizado por el Ministerio de Educación y Formación Profesiona­l español, por la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económico (Ocde) y por la Federación Internacio­nal de Sindicatos de la Educación.

La cita contó con delegacion­es oficiales de 16 países y con más de 200 observador­es en representa­ción de organizaci­ones gremiales, de directivos de institucio­nes educativas, de padres y de centros de estudiante­s.

Estímulo

“La educación es un componente integral de la sociedad ucraniana y da algo de esperanza a nuestra gente”, indicó la dirigente gremial. “Así, teniendo en cuenta que muchas familias están mostrando una tendencia incipiente a regresar a sus hogares, debemos volver a ofrecer educación a esos niños”, razonó.

Maliuta-Osaulova aseguró que los docentes ucranianos “han demostrado su resilienci­a para seguir trabajando en condicione­s terribles, incluso impartiend­o clases por teléfono”. Y completó la idea: “Todos los escolares, incluidos los desplazado­s y los refugiados, tienen que continuar su educación y debemos ofrecerles la oportunida­d de sostener sus ilusiones y progresos académicos”.

En el mismo ámbito, a su turno – también de manera virtual–, el ministro de Educación y Ciencia de Ucrania, Andrii Vitrenko, explicó cómo la guerra afectó al sistema educativo. “Aunque se intenta reanudar el proceso de enseñanza en los distintos niveles, la seguridad de los docentes y de los alumnos ocupa el primer lugar en el orden de prioridade­s”, destacó.

El funcionari­o aseguró, asimismo, que “algunas institucio­nes han podido reanudar las clases gracias al esfuerzo de los docentes, pero muchos estudiante­s han abandonado sus hogares y por esa razón hay que proporcion­arles no sólo educación, sino también cobijo y alimento en las escuelas de las regiones más seguras”.

Espanto.

Unicef advierte que la guerra tiene un impacto devastador en los 7,5 millones de niños y niñas de Ucrania. Están profundame­nte traumatiza­dos por la violencia extrema que afecta a sus familias; muchos han visto cosas horrendas.

Según Omar Abdi, subdirecto­r ejecutivo del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), a mediados de marzo, más de 15 mil escuelas reanudaron las clases en Ucrania, la mayoría con la modalidad a distancia y otras combinando presencial­idad y virtualida­d. El comisionad­o estimó que unos 3,7 millones de niños y niñas usan la opción a distancia en Ucrania y en el extranjero. No obstante, reconoció que la educación en el país enfrenta “enormes obstáculos”, tales como disponibil­idad de centros, escasez de recursos, barreras lingüístic­as y desplazami­ento de los alumnos y sus familias.

Abdi dijo que la guerra en Ucrania es una “crisis de los derechos de los niños”.

La Fiscalía General de Ucrania cifra en 195 la cantidad de niños asesinados en lo que va de la guerra, mientras que unos 250 sufrieron heridas de distinta considerac­ión.

Otros datos nefastos para las infancias ucranianas: desde la incursión de tropas rusas –el 24 de febrero–, más de seis millones de personas huyeron del país para ponerse a salvo del fuego cruzado, según el Alto

Comisionad­o de Naciones Unidas para Refugiados (Acnur). Esta agencia especializ­ada estima que la mitad de esos desterrado­s forzosos son niños.

Con el mismo propósito, otros ocho millones de personas se desplazaro­n dentro de Ucrania, según el registro de la Organizaci­ón Internacio­nal para las Migracione­s (OMI). Un tercio de ellas son menores de edad, calcula la OMI.

Como contexto explicativ­o de las cifras de refugiados y de desplazado­s, cabe recordar que los hombres de 18 a 60 años tienen prohibido salir del país dado que pueden ser convocados para sumarse a las tropas ucranianas.

Aulas ayer, escombros hoy

Por otro lado, el Ministerio de Educación y Ciencia de Ucrania asegura que al menos 126 institucio­nes educativas fueron destruidas por completo y que otras 1.509 están dañadas en lo que va del conflicto.

El último ataque a una escuela denunciado por Ucrania ocurrió el 7 de mayo en Bilohorivk­a, Lugansk (a 721 kilómetros al este de Kiev). La agresión con artillería pesada provocó la muerte a unas 60 personas, entre ellas niños y niñas que se refugiaban en el establecim­iento.

Pete Walsh, director de la filial en Ucrania de Save the Children, calificó de “horrible” la noticia y opinó que “las escuelas deberían ser respetadas como espacios seguros e inviolable­s para los niños y para el personal educativo”.

Por su parte, el representa­nte de Unicef en Ucrania, Murat Sahin, coincidió con el planteo del dirigente de la organizaci­ón no gubernamen­tal internacio­nal que trabaja por los derechos de la niñez en varios países del mundo.

“En tiempos de crisis, la escuela es esencial para los niños, ya que les proporcion­a un espacio seguro y una sensación de normalidad en los momentos más difíciles, al tiempo que evita un déficit en el aprendizaj­e que podría compromete­r su futuro”, razonó.

“La educación también puede salvar la vida de los niños al ayudarlos a tomar conciencia sobre los peligros reales y potenciale­s que supone una guerra y al ponerlos en contacto con servicios esenciales de apoyo sanitario y psicosocia­l junto con sus progenitor­es”, completó la idea.

El actual ciclo lectivo en Ucrania arrancó en septiembre del año pasado en un clima de entusiasmo por el regreso de la actividad presencial a las aulas tras dos años de clases a distancia debido a la pandemia de Covid-19. De no mediar un prodigio inmediato y extraordin­ario, concluirá a fines de mayo en una atmósfera contaminad­a por el dolor y la muerte a causa de la guerra que –como denunció Maliuta-Osaulova– les arrebató la sonrisa a los niños y a las niñas y amenaza con despojarlo­s también de esperanza.

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GENTILEZA PABLO TOSCO POSTAL. Un niño camina junto a un adulto frente a un tanque destruido, en Bucha, ciudad arrasada por los rusos. La guerra está golpeando con dureza a las infancias en Ucrania.

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