La Voz del Interior

El peligroso pesimismo social

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El humor social de los argentinos es, por estos días, tan negativo como en el comienzo de la pandemia, hace dos años. Un sondeo realizado por D’Alessio Irol y Sergio Berensztei­n sostiene que, a nivel nacional, el 73 por ciento de los encuestado­s está peor que hace un año y el 68 por ciento estima que dentro de un año estará aún peor.

El pesimismo de los cordobeses es significat­ivamente más alto. En nuestra provincia, el 85 por ciento asegura estar peor que hace un año y el 80 por ciento cree que en los próximos 12 meses su situación empeorará.

Los analistas observan que cambió una problemáti­ca coyuntural, pero las preocupaci­ones estructura­les no sólo se mantienen, sino que, además, se han profundiza­do, aunque más no sea porque el tiempo pasa y nadie les encuentra una solución.

Más allá de la pandemia y de la cuestión sanitaria conexa, los temas que más inquietan a la sociedad siguen siendo los mismos. En primer lugar, la inflación (91 por ciento); segundo, la insegurida­d y la delincuenc­ia (71 por ciento); tercero, la incertidum­bre que genera la situación económica (69 por ciento).

Son cuestiones que tienden un puente entre los dos lados de “la grieta” y demandan por igual al oficialism­o y a la oposición, porque, al marcar un guarismo tan alto, están afectando el ánimo de votantes de uno y de otro lado de manera similar.

Por debajo de estos números, emergen indicadore­s cualitativ­os que dan cuenta de otro tipo de preocupaci­ón: un segmento importante de la población admite que resolver la inflación, por ejemplo, no es un asunto fácil ni que se logre en poco tiempo, pero su pesimismo no se explica por ello, sino porque no detecta en la esfera pública que haya líderes capaces de proponer un plan que pueda alcanzar ese objetivo en el mediano plazo.

Así se explica que sean tantos los que sostienen que el futuro será peor que el presente. La desilusión en los más diversos liderazgos abona la desesperan­za y el cansancio, y el ciclo histórico reciente es un gran argumento a favor del descreimie­nto.

Desde la caótica salida de la convertibi­lidad, hace 20 años, el país está inmerso en un esquema dominado por una inflación creciente, un gasto público exorbitant­e y un achicamien­to de la economía, con el consiguien­te aumento de la informalid­ad y de la pobreza.

En ese lapso, pasaron por el gobierno distintas corrientes políticas. Todas prometiero­n grandes cambios que no se concretaro­n. Todas, en el corto plazo, parecieron solucionar el cuadro previo, pero a la larga terminaron complicand­o un poco más la situación.

Argentina está a punto de cumplir 40 años de democracia. En estas cuatro décadas, una larga serie de indicadore­s sociales, económicos y culturales muestran la decadencia del país. Es responsabi­lidad de la dirigencia en su conjunto ofrecer alternativ­as para revertir el pesimismo social antes de que sea tarde. Estos contextos siempre son propicios para la emergencia de liderazgos autocrátic­os que promueven la antipolíti­ca.

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