Los docentes perciben que hay cada vez más conflictos
Las dificultades de convivencia se notan en los colegios en mayor medida que en la prepandemia. Relatos y preocupaciones, desde adentro de las aulas de Córdoba.
Directivos y docentes cordobeses coinciden, desde su tarea diaria, en que el regreso a la presencialidad en las escuelas expone un síntoma: los problemas crecientes de convivencia. Dicen que son cada vez más frecuentes y apuntan que hay un bajo nivel de tolerancia.
“En el aula los alumnos están más intolerantes, pero también los docentes”, reconoce Carla Fontana, profesora en dos escuelas públicas de la ciudad de Pilar. Su impresión, que según señala comparten algunas de sus compañeras, es que tras el aislamiento se nota más irascibilidad en las escuelas.
“Los chicos están como revolucionados”, plantea Carla. Y señala que los problemas de violencia se perciben especialmente en los primeros años. “Es notable como a los chicos que comenzaron la escuela en pandemia les cuesta más la convivencia. No están acostumbrados”, apunta.
Fontana cuenta que en dos oportunidades tuvo que separar a estudiantes que se pegaban dentro del aula.
“Aunque para estos casos existe un protocolo, en ese momento hacemos lo que nos sale. A mí me salió poner el cuerpo”, dice. Y asegura que luego de esos hechos estuvo angustiada varios días, aunque jamás pensó en renunciar.
En esas ocasiones, la institución expulsó a las estudiantes involucradas, no sin antes agotar distintas instancias de diálogo.
“Damos clases en ese contexto. Muchas veces tenemos que dejar los contenidos de lado para ocuparnos de otras problemáticas”, explica. Y confía en que la convivencia irá mejorando con el tiempo.
“Nos está faltando tiempo juntos”, se esperanza.
Empezar de cero
María Emilia Aichino es directora de la escuela José Manuel Estrada, en Río Segundo, y además está a cargo de otras tres instituciones. Hace unos días ese colegio secundario fue escenario de una pelea en el aula entre dos alumnos de primer año.
Tras el altercado, y luego de la amplia difusión mediática que tuvo, los alumnos dejaron de asistir a la escuela durante algunos días, pese a que ya se habían reconciliado. Puertas adentro de la institución se abrió un debate, que aún está en proceso.
“El último hecho de violencia vivido disparó un gran sentido de pertenencia con la escuela”, señala Aichinoa La Voz.
La directora siente que volver después del aislamiento fue casi como empezar de cero. Señala que, aunque el año pasado hubo presencialidad, no se encontraron todos los alumnos como en la actualidad, y cree que por eso los problemas se están notando más ahora.
Explica que los conflictos se ven más en los recreos y en el ingreso y egreso al colegio que dentro del aula. “A veces no toleran el solo hecho de mirarse. Y generalmente la violencia detona en espacios a donde hay mucha gente”, apunta.
“En este tiempo hemos perdido el ejercicio de convivir”, se lamenta. Lo bueno –sostiene–, es que se puede volver a aprender.
“Debemos abordar la convivencia como un proceso que se aprende, no como una administración de premios y de castigos. Eso deja toda la responsabilidad en el estudiante, que está en proceso de formación”, expresa. Y asegura que cuando los chicos van creciendo, y van aprendiendo a poner en palabras cómo se sienten, empiezan a desaparecer los conflictos violentos.
Aichino dice que, aunque no trasciende, la enorme mayoría de los desacuerdos se resuelven sin llegar a la violencia.
“La escuela no es solo un episodio de violencia”, acota. Y añade: “Nuestra tarea es la formación integral de las personas, más allá de la matemática, la lengua o la física”.
“No podemos entrar a enseñar las partes de la célula si los chicos te están demandando que necesitan una mirada de adulto para resolver algo que ellos no pueden”, opina la docente.
Y remarca que pese a las dificultades actuales sigue habiendo mucha pasión. “Con miedo, con preocupación o con incertidumbre, los y las ‘profes’ asisten todos los días, preparan sus clases y se abren a conversar con los chicos, porque saben que la escuela es un espacio de transformación”, cierra Aichino.
¿Castigo?
Cledy Chiechi es docente en varias escuelas públicas y a la vez es psicóloga. Su mirada conjuga conocimiento teórico y experiencia en el aula. Para ella el problema central no es si tras un hecho de violencia hay castigo o no, si no poder responsabilizar. “Que sea responsable no quiere decir que se responsabilice”, distingue.
Chiechi explica que los hechos de violencia están advirtiendo algo. Cree que ponen en evidencia, sobre todo, la fragilidad de los lazos sociales. “Y con expulsar a los alumnos no se resuelven los problemas. Hay que generar un ámbito de escucha para poder tramitar la cuestión”, sugiere.
“Aunque no siempre es posible, como docentes deberíamos poder transformar los episodios de violencia en oportunidades de aprendizaje” plantea Chiechi.
Volver a la presencialidad en las escuelas vino con la falta o con la pérdida de los hábitos de estar juntos. María Zysman Psicopedagoga y directora de la asociación civil Libres de Bullying
Los conflictos se ven más en los recreos y en el ingreso o la salida. A veces no toleran mirarse. María Emilia Aichino Directora del Ipem José Manuel Estrada, de Río Segundo