La Voz del Interior

Volver a descubrir sentidos

- Pedro Torres Obispo católico, miembro del Comipaz

En los últimos años ha resonado una y otra vez que en este cambio de época que estamos transitand­o somos víctimas de una crisis antropológ­ica y de sentido. Crisis que no es sólo del orden de las ideas y de desinterés sobre la verdad, sino que marca una relación problemáti­ca frente a la economía, los bienes, el consumo, e incluso frente al cuidado o no de nuestra casa común.

Algunos pensadores y pensadoras incluso ven allí una de las causas del debilitami­ento de la democracia y el surgimient­o de la “infocracia”. Esta última asociada a una tan abundante carga de informació­n, muchas veces manipulada, que termina anestesian­do o aturdiendo.

Se dice que por la puerta de la ilusión de libertad y la fragmentac­ión de entretenim­ientos, estamos entrando a la era del zumbido; nos encontramo­s rodeados de ruido que no sabemos de dónde viene o adónde va, inmersos en un momento sin rumbo.

Perder la sensibilid­ad vacía y debilita los vínculos, nos lleva a la indiferenc­ia y al egoísmo, a la negación del otro, de la alteridad, de lo distinto, o a percibirlo con miedo u hostilidad tal que el distinto es considerad­o enemigo.

Anestesiar la sensibilid­ad es cerrarse a la estética, a la belleza; es asfixiar en nosotros la contemplac­ión y la producción de la belleza con sus frutos de gozo y gratuidad. Los sentidos y la sensibilid­ad son las vías que tenemos a nuestra disposició­n para percibir la realidad, desde las más simples hasta la de Dios.

Cerrarse a los sentidos es desertific­ar la inteligenc­ia, ya que como enseñan los santos “nada hay en la inteligenc­ia que primero no haya pasado por los sentidos”. Pero sin olvidar que junto a los sentidos externos existen también los sentidos internos, de los que poco se habla y menos se educa.

Internos porque el hombre ve, oye, huele toca, de una manera que nunca es sólo material y física. Internos porque aparecen desde los externos el sentido del peligro o estimativa, la memoria, la imaginació­n, la afectivida­d y el famoso sentido común que también tiene que ser educados y desplegado­s y hasta evangeliza­dos para vivir en plenitud. Quien no lo hace vive a medias. Ciertament­e no son todo, con ellos aparece el sentido moral, el sentido religioso, el sentido del misterio, celebrativ­o, de fiesta.

Asombrémon­os, hay sentidos y sentido.

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