Los asesinatos de la indolencia
Hay una forma de matar que no es un asesinato, entendido como un acto en el que hay una voluntad de quitar una vida; ni un accidente, eso que ocurre como producto de una carambola trágica, una decisión equivocada o la mala suerte.
Se llama homicidio por dolo eventual y es la figura que se empleó para condenar, en un fallo histórico, a Alan Amoedo, el hombre que, estando ebrio, condujo en zigzag por la avenida Circunvalación y al perder el control de su auto fue a la banquina, donde atropelló y mató a Sol Viñolo y a Ezequiel Burgos y dejó con heridas de por vida a Fernanda Guardia.
Hasta ayer, episodios igual de graves, con igual muestra de desinterés por la vida de los otros, eran equiparados en las sentencias de los tribunales con accidentes, sólo porque no se podía comprobar que los responsables tuvieran una intención asesina.
La novedad de la condena es que encuentra que hay un camino intermedio: se puede matar por indolencia, por eso que en la definición del dolo eventual se describe como la conducta de quien se representa un peligro con su accionar y aun así no hace nada para evitarlo o prevenirlo.
Como bien plantea Francisco Panero en un análisis que integra la edición de nuestro informe de Primer plano, el fallo de ayer, histórico y todo, aún tiene una batalla judicial por dar: requerirá que el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) refrende el nuevo criterio o dé marcha atrás y condene a Amoedo por una figura asimilable a una negligencia.
Este diario trae también la información detallada sobre la elevación del piso no imponible en el Impuesto a las Ganancias, una medida que fue eje de otra tensión en el oficialismo entre Sergio Massa y Martín Guzmán y es el tema que se destaca en las páginas de Política. Y en Ciudadanos se anticipa cómo, con cuatro frentes de obras simultáneos, la Provincia apuesta a terminar en un año la autovía a Punilla.
Hay otra forma de matar que no es producto de la voluntad ni es un accidente: es el resultado de la indolencia.