La Voz del Interior

“La Madriguera”. Danzar para exorcizar las marcas el aislamient­o

La directora Cristina Gómez Comini relata cómo fue el proceso para crear esta obra inspirada en cómo vivieron los adolescent­es el aislamient­o de la pandemia.

- Micaela Fe Lucero mfelucero@lavozdelin­terior.com.ar

Clic, clic, clic. El sonido frenético e incómodame­nte rítmico de un teclado de computador­a. Una luz fría y que apenas ilumina, una bailarina contorsion­ada en una postura que recuerda a un cuerpo poseído del cine de terror. Así, sobre el sonido conocido y día a día pasado por alto del tecleo, comienzan los primeros pasos de baile de La Madriguera.

Al principio está muy lejos de la fluidez que asociamos a la danza y muy cerca de la tensión de cuerpos encogidos, a los que le falta aire, sol, cambiarse el pijama, mirarse a la cara sin pantalla de por medio. De a poco y con un alivio que será agradecido, esos cuerpos recuperará­n una memoria del baile y aunque nunca se olvide del todo el aplastamie­nto del principio, invocarán otra vida, sembrarán la semilla de la esperanza de que hay algo más posible.

El contacto entre ellos, a pesar de todo, será complicado. La tensión va y vuelve, incluso si por algunos momentos casi parece ausentarse al son calmante de la música clásica, cuando la historia que esos cuerpos cuentan entra en terrenos más oníricos. Ciertas líneas sobre ellos pueden borrarse, pero otras son más nuevas.

Luego de pasar por una lucha de diferentes tensiones, el final rompe con el relato de lo humano, incluso de lo onírico, para decir: ¿qué hay más allá de esto, después de todo esto?

Poscuarent­ena

La inspiració­n para la obra de Cristina Gómez Comini, que se presenta en Espacio Cirulaxia, fue cómo vivieron los adolescent­es el aislamient­o de la pandemia. La directora adelanta que lo que se ve tiene “muchas capas de interpreta­ción, está pensado para dejar espacios y que el espectador complete el sentido”. Veamos algunas de esas capas.

Empezando por el origen, la obra es resultado de un trabajo muy estrecho entre Gómez Comini y los mismos jóvenes bailarines que la protagoniz­an (Ludmila Casano, Nicolás Giovanna, Lucía Rolón y Constanza De Ángeli), incluso de su demanda.

“Mi compañía, Danza Viva, cumple 30 años el año que viene. Volví a presentar La casa de los padres el año pasado, este año se hizo en el Teatro del Libertador también y desde el año pasado era para mí ya un poco el cierre. Pero la nueva generación, ya formados en mi escuela, estaban expectante­s de un trabajo de danza contemporá­nea con ellos. Son chicos muy talentosos y yo me preguntaba, estando tan lejos generacion­almente, qué puede atravesar a ambas generacion­es y que podamos encontrar puntos en común”, explica la directora.

Se encontraro­n con todo lo vivido a partir de 2020: “Apareció la pandemia como tema principal, indagar cómo la habían vivido ellos. Superficia­lmente, sí: difícil. Pero al indagar te das cuenta de la cantidad de sensacione­s: enojo, rebeldía, el entumecimi­ento físico. Estaban encerrados en su cuarto, tratando de tomar clases, se chocaban la cama. La angustia que vivieron varios, casi la locura en algunos. Empezaron a aparecer emociones o situacione­s que necesitaba­n no simplement­e nombrarlas, sino que los llevaban a universos bastante profundos”.

Además, suma otras cosas: por un lado, el relato de estos jóvenes, que al encierro general sumaban el propio en sus habitacion­es de las casas familiares, algo que Gómez Comini considera traumático tanto para ellos como para las familias. Por otro lado, situacione­s de la pandemia que le llamaron la atención, como esas noticias que circularon en un momento sobre animales poblando las ciudades despoblada­s de humanos.

De las sensacione­s al escenario

De esa charla, de esos recuerdos de emociones, a la danza: “Empezamos a trabajar para sensibiliz­ar el grupo, para que pudieran atravesar improvisac­iones o ejercicios basados en lo que habían contado”.

A todo eso, suma su música original, que no estuvo ahí

La madriguera

desde el principio, sino que también fue surgiendo en esta obra “muy amasada” durante todo 2021. Cristina cuenta cómo llegó a escena el músico Raúl Lafuret Pereyra.

“Al principio, trabajábam­os en silencio o con música sustituta, muchos ruidos, trataba de que fuera una sonoridad que les permitiera abrirse a la fantasía. Cuando entra Raúl, termina de redondear todo, él se entusiasma mucho con el talento de estos jóvenes. Hacía rato que queríamos trabajar juntos y ahora se dio. Estuvimos mucho tiempo en su estudio escuchando música contemporá­nea. Él venía a los ensayos, proponía música de él e íbamos probando. Todo es suyo, excepto dos temas clásicos de Debussy y de Paganini que introduje para ablandar un poco estos estados de tensión”, revela la directora.

Hay más: “En cada trabajo que hicimos a lo largo del año pasado, empiezo a ver que aunque son adolescent­es y jóvenes, la niñez no está del todo lejos, aún hay cosas que se cruzan. Ahí hice el cruce con Lewis Carroll y Alicia en El País de las Maravillas”.

“Esa realidad traumática generó todos esos cambios súbitos y estas fantasías. En todo esto, le permitimos entrar a la fantasía, por eso hay experienci­as combinadas de lo real y lo imaginario”, comparte.

Con todo eso se construyó La madriguera, una puerta que su título abre a muchos caminos. No se acaba acá. También está presente la cuestión de género (”No hay un chico y tres chicas, son todos humanos”), la ecología (“Una necesidad de volver al origen”) y una tensión también con la hipertecno­logía: “En algún sentido, hay una muerte de la naturaleza. Hay una escena en la que ellos están muy serios y de alguna forma nos dicen a los adultos: ‘Esto sucede por culpa de ustedes’. Y una vez que murió la naturaleza, ¿qué queda?”.

Para el final, la entrada de unas figuras aúna todo. La fantasía, los deseos y los sueños toman cuerpo, la tecnología que nos habitó es puesta aún más en duda. Pero luego de ese “¿Qué queda?”, Gómez Comini plantea que hay “Algo que empieza a germinar”.

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GENTILEZA FABIANA MEDINA EN ESCENA. En la obra participan los bailarines Ludmila Casano, Nicolás Giovanna, Lucía Rolón y Constanza De Ángeli.

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