La Voz del Interior

Camila Perochena “Para Cristina, Alberto es una pausa en la batalla cultural del kirchneris­mo”

La historiado­ra acaba de publicar “Cristina y la historia”, donde analiza mil discursos de la ahora vicepresid­enta. Dice que la reinterpre­tación del pasado es el gran insumo K.

- Federico Giammaría fgiammaria@lavozdelin­terior.com.ar

Camila Perochena acaba de publicar Cristina y la historia. El kirchneris­mo y sus batallas por el pasado (Planeta), un libro imprescind­ible para comprender uno de los fenómenos políticos más importante­s del siglo. El trabajo incluyó la revisión de más de mil discursos de Fernández de Kirchner cuando fue presidenta, bajo un exhaustivo análisis de la autora.

Perochena –doctora en Historia y magíster en Ciencia Política– revisa, en siete capítulos, los hechos históricos centrales sobre los que se apoya el relato kirchneris­ta. Lo hace con agudeza extrema, con algunas dosis de ironía y con una mirada crítica que hace del libro un texto irresistib­le.

En diálogo con La Voz, la autora afirma que esa lucha por el significad­o de la historia, en la visión de Cristina, aún no está cerrada. Y que el momento actual, en la perspectiv­a de la vice, es una “transición” que debería permitir el regreso al poder del kirchneris­mo.

–En el libro hablás de la batalla por el pasado que abrió el kirchneris­mo. ¿Cómo está hoy esa batalla?

–Cristina sigue usando las interpreta­ciones del pasado que utilizó durante sus presidenci­as. Y en parte sigue intentando dar esa batalla por el pasado y por el presente en el sentido de que sigue haciendo una radicaliza­ción, o pensando la política desde la radicaliza­ción del conflicto. Eso se ve hoy tanto en su lugar como vicepresid­enta y hacia dentro de la coalición, y también en cómo espera que el Gobierno radicalice el conflicto en el presente. Ahora, ¿cómo se hace para trasladar esa concepción antagónica siendo vicepresid­enta? Desde ahí es mucho más difícil construir una memoria oficial porque esos resortes, como muchos otros, generalmen­te los tiene el Presidente. Para una vice es más difícil organizar actos, abrir museos o dar discursos... Ahora, en las pocas veces que habla, Cristina hace una movilizaci­ón de interpreta­ciones históricas. Por ejemplo, hace poco, cuando dijo que prefería la Constituci­ón de 1853 por sobre la de 1994.

–Al analizar la intención de revisar el pasado, ¿creés que hubo una victoria cultural de Cristina? Al menos, por haber impuesto un debate que no estaba.

–Creo que el kirchneris­mo lo vive como una victoria cultural. De hecho, hay una cita en el documental sobre Néstor Kirchner en la que Máximo relata una anécdota después del Bicentenar­io. Ahí, dice que, luego de los festejos, estaban sentados con su padre en su casa y que Néstor dice: “Listo, los derrotamos culturalme­nte”. Yo no sé si puede verse como una victoria definitiva en esa batalla, siendo que en 2015 Cristina debería haberle pasado la banda presidenci­al a un opositor. Algo que hizo. Para mí, 2015 significó no sólo una derrota electoral, sino una derrota sobre una concepción del pasado y del presente que ella había defendido.

–En el libro, hablás de una lucha que continúa. De que el pasado tiene que resolverse en el presente porque el kirchneris­mo se siente heredero de una tradición histórica. Es su marca de origen.

–Sí, totalmente. Desde la perspectiv­a de Cristina, ella cree que eventualme­nte esa victoria va a llegar, que esa victoria es inexorable. Y que el kirchneris­mo es quien debería redimir al pueblo. Ahora bien, uno como historiado­r sabe, y es muy consciente de eso, que la historia no tiene nada de inexorable y que tiene mucho más de azaroso. Y que no existen leyes que determinen que la historia va hacia algún lugar. Pero eso no es lo que Cristina cree cuando piensa en términos de filosofía de la historia. Cuando ella siente o cree que la historia tiene un sentido, y que ese sentido último es el del kirchneris­mo.

–En la perspectiv­a de Cristina, ¿qué creés que significa a nivel histórico la figura de Alberto Fernández?

–Para mí, ve esa figura y este momento como de transición. Como una especie de pausa en eso que el kirchneris­mo considera una batalla cultural, política y social. Un momento de transición que eventualme­nte debería permitir el regreso al poder del kirchneris­mo. Sí me parece que hay algo importante para decir del contexto actual: la cuestión de la identidad en el kirchneris­mo, tanto en el presente como la que se construye hacia el pasado, es tan central que a Cristina no le permite hoy pensar alternativ­as, o pensar pragmática­mente, la situación actual. Por ejemplo, para apoyar el acuerdo con el FMI. Y no se lo permite porque apoyar muchas de las políticas que tiene que llevar adelante este gobierno, por un contexto político y social que así lo exige, implicaría renunciar a parte de esa identidad.

–Si uno se ata a una visión de la historia y se pone como un actor central, se vuelve esclavo de eso. No puede salirse de esa tradición.

–Exacto. Esa batalla por la historia y por el presente se convierte en una especie de corsé cuando se tiene que tomar decisiones políticas basadas en el pragmatism­o.

–De todas maneras, en la relectura también hay olvidos. Si bien Cristina tiene un corsé, también si tiene que evitar momentos oscuros del pasado, como el peronismo de los ’70, los evita.

–Toda interpreta­ción del pasado implica memoria y olvidos. Cuando digo que Cristina está encorsetad­a en cierta interpreta­ción del pasado, dentro de ese corsé hay olvidos, por supuesto. Y hay momentos y figuras incómodas a los que el kirchneris­mo prefiere no aludir. Uno de esos es el rol del peronismo en la década del ’70, y en el momento previo a la dictadura. Digo en el libro que sólo en un discurso Cristina hace mención a eso, ya hacia el final de su mandato. Hay un olvido claro del rol del peronismo en la represión de los sectores de izquierda y de lo que el kirchneris­mo etiqueta como “juventud maravillos­a”. Y no sólo eso. Para mí, uno de los olvidos clave es el gobierno de Duhalde. En la memoria kirchneris­ta, quedó encerrado en lo que se ha llamado “gobiernos neoliberal­es”. No hay un reconocimi­ento del rol central de Duhalde en términos de política económica para equilibrar el post-2001. Ni de las continuida­des que hubo entre ese gobierno y el de Néstor Kirchner.

–Por ejemplo, el ministro de Economía.

–En un primer momento, sí. Ese es uno de los olvidos consciente­s más importante­s, que generan más incomodida­des.

–¿Qué lectura hacés de las figuras que el Gobierno eligió para los nuevos billetes?

–Primero, que aparecen dos mujeres que antes no estaban: María Remedios del Valle y Juana Azurduy. ¡Que aparecen secundadas por hombres, no aparecen solas! Agregamos mujeres y buscamos paridad, pero no las ponemos solas. La única es Eva Perón, y ahí uno podría preguntars­e por qué ella no está con Juan Perón. La otra novedad es la aparición de Martín Miguel de Güemes. Es una forma de “desporteñi­zar” la revolución. En términos de períodos históricos nacionales, los billetes toman sólo dos momentos: la década revolucion­aria, y no en general, sino la primera década 1810-1820: todos son personajes de ese período, excepto Eva, que pertenece al peronismo. Tampoco hay ningún presidente en los nuevos billetes.

Cristina sigue pensando la política en términos de radicaliza­ción del conflicto. Para eso usa las interpreta­ciones históricas.

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