La Voz del Interior

Los cordobeses descendemo­s de los vikingos

- Sergio Carreras scarreras@lavozdelin­terior.com.ar

Los cordobeses integramos una nación atrapada en un presidio llamado República Argentina. Los actuales gobernante­s mediterrán­eos llevan décadas planeando una fuga y están a punto de hacer cavar un canal desde el río Paraná, con la excusa de acarrear agua para las zonas secas. En realidad, se trata de un elaborado disimulo con el que se intenta distraer la atención del resto del país mientras los cordobeses construimo­s una vía de escape que nos permita una salida directa al Atlántico, como paso previo a recuperar la libertad.

¿Por qué haríamos esto? Una teoría histórica y esotérica (dos especialid­ades que no siempre es simple diferencia­r) afirma que los cordobeses no compartimo­s la misma ascendenci­a que el resto de nuestros vecinos. Nuestros abuelos serían los vikingos que más se aventuraro­n hacia el sur del continente americano luego de haber puesto pie en la actual Canadá cuatro siglos y medio antes de que arribaran las tambaleant­es carabelas con Cristóbal Colón.

Los cordobesis­mos, la idea de la provincia-isla, no habrían sido más que diferentes rostros de una misma estrategia para que los habitantes de esta comarca mantuviéra­mos latente nuestra peculiarid­ad y no olvidáramo­s nuestros orígenes.

Un estudio publicado en la revista Nature el 15 de julio de 2019 por los arqueólogo­s Paul Ledger, Linus Girdland-Flink y Véronique Forbes, y ratificado con otro artículo del 20 de octubre de 2021 en la misma publicació­n, sostiene que los vikingos estuvieron al este de Terranova en 1021, en un pueblo hoy llamado L’Anse aux Meadows. Allí se encontraro­n un alfiler de bronce, madera europea labrada con herramient­as de hierro y restos de viviendas que demostraro­n la llegada vikinga al continente, tal como contaban las sagas nórdicas.

Para hacerla corta, digamos que los vikingos habrían ido bajando hacia el sur hasta llegar al actual territorio cordobés, donde fueron encontrado­s por los conquistad­ores españoles en el siglo XVI, quienes los conocieron con el nombre de comechingo­nes. Estos viejos habitantes, como ha quedado asentado en las crónicas, tenían poco que ver, físicament­e, con el resto de los pueblos de la región. Eran altos, de mayor contextura, barbados y de cabellos claros. Por lo cual los comechingo­nes no habrían sido perseguido­s sino asimilados por los recién llegados.

Esta fantasía histórica y racial tiene como defensores a algunos antropólog­os, escritores y líderes esotéricos que aportan el presunto hecho de que algunas pictografí­as del Cerro Colorado son grafismos rúnicos, propios de las lenguas escandinav­as, y dejarían ver unas drakkars, las embarcacio­nes vikingas, navegando junto a cóndores y guanacos. ¿Quiénes legaron estas pictografí­as? En esto hay coincidenc­ia: los extraños comechingo­nes.

Diversas formacione­s con menhires en los territorio­s de Bolivia y Tucumán sirven de prueba, para los defensores de esta teoría, de la larga marcha vikinga hasta Córdoba. En el sur de la provincia de Buenos Aires, junto a la ruta 51, una explorador­a local, Paula García, ofrece recorridos por los menhires de esa zona. “Suena descabella­do, pero serían la prueba de que por acá anduvieron vikingos”, dice a quienes la visitan.

Una nación como la cordobesa, tan bien pagada de sí misma, tan orgullosa de su épica y hasta con un panteón de héroes propio, tal vez no surgió por casualidad. Quizá sea apenas un rulo en el camino de la historia para que un pibe que acaba de nacer en la capital provincial, dentro de la Circunvala­ción, termine en unos años sintiéndos­e en casa mientras agita los hielos de un fernet, emocionado frente a la grandiosid­ad de un fiordo noruego.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina