Jorge Carrión “Hoy volvemos a la ciencia ficción en busca de respuestas”
El escritor habla de su nueva novela, “Membrana”, una distopía oscura sobre la tecnología. Y adelanta cómo será la reedición de “Teleshakespeare”, su clásico libro sobre series.
Jorge Carrión siempre parece estar un paso adelante en cuanto a análisis culturales. El periodista y escritor catalán abordó con desprejuicio intelectual en Teleshakespeare las series de televisión en el albor del fenómeno (libro que reeditará pronto), rescató en Contra Amazon el modelo de librerías contra el dictado de los algoritmos; en plena pandemia publicó Lo viral, libro en el que analizó cómo esa categoría nuclea los grandes sentidos de este siglo, y lanzó el podcast Solaris, ensayos sonoros.
Hace unas semanas, estuvo en Buenos Aires, donde impartió un taller de periodismo cultural con la Fundación Gabo y presentó en la Feria del Libro Membrana. Su nueva novela está ambientada en el año 2100 y se estructura como el texto curatorial de un museo singular: el museo del Siglo 21. Voces femeninas de inteligencias artificiales toman la palabra para narrar el siglo a través de objetos e imágenes: desde la primera máquina de coser Singer hasta códigos de nuevos algoritmos, pasando por obras de arte, películas, libros y estudios vegetales.
Distopía por momentos tan verosímil como desesperanzada, Membrana plantea en clave de ficción algunas miradas ensayísticas que Carrión viene abordando en otros espacios, como los nuevos “objetos culturales vagamente identificados” o la forma en la que la inteligencia artificial se relaciona con la inteligencia orgánica.
De la ficción al ensayo
En diálogo con La Voz, Carrión explicó por qué decidió darle forma de novela a su nuevo libro: “Es que yo no decidí nada. Es lo más raro que me pasó en términos creativos. Me dieron una beca para un libro que llevo 20 años escribiendo de la historia del viaje. Un lunes iba a empezarlo. Pero el viernes anterior se me ocurre Membrana: una voz que es un algoritmo, que escribe desde 2100 y que tiene forma de catálogo de museo”.
Y sigue: “Entonces escribí desde la voz de ellas, describí su neolengua, mezclé ensayo y ficción. El primer concepto del libro me lleva a cuestiones técnicas y de contenido que no eran premeditadas. Ya me pasó hace 10 años, cuando se me ocurrió la novela Los muertos y luego de ella escribí Teleshakespeare. La ficción me permite jugar, investigar, imaginar. Después aterrizo en algunos de esos temas desde la no ficción”.
–La novela alude a cómo se vinculan la inteligencia artificial con la vegetal. ¿Esos cruces entre biología, cultura, tecnología y otras áreas creés que llevarán a que la hiperespecialización se abra?
–Dirijo un máster de creación literaria en la universidad. Hace dos años propuse otro sobre le viaje, que formaría profesionales para contar el viaje desde varias perspectivas: turismo, crónica, documental interactivo o inmersivo, curación. No se apuntó nadie. Los jóvenes siguen pensando en la especialización porque se supone que es el modo de evitar la precariedad laboral. Pero creo que es un error. Todos hacemos proyectos y trabajos en varios lenguajes y varios formatos. De modo que creo que la transversalidad es fundamental y habría que formar y pensar profesionales transversales y multidisciplinarios. Pero hay un desajuste entre el mundo educativo y el de la realidad.
–Hasta esta parte del siglo 21, hay grandes figuras dominantes, como Elon Musk o Zuckerberg, pero no aparecen en tu novela. ¿Creés que el perfil de estos grandes hombres seguirá vigente?
–En mi novela el protagonismo humano desaparece incluso a nivel pop: no hay referentes individuales ni humanos centrales. No obstante, está esta paradoja de un mundo en red, horizontal, sin figuras centrales donde aparece la resistencia de ciertos hombres a esos paradigmas: no solo Zuckerberg, Bezos o Musk, sino Putin, Maduro. El culto a la personalidad es muy masculino, sigue resistiendo como paradigma clásico en un mundo en el que ya no tiene cabida.
–Hay citas en el libro a Donna Haraway o a Ursula K. Leguin, entre otras autoras de textos escritos hace años. ¿Por qué los releemos ahora?
–Si miras las épocas del siglo 20, en términos de relevancia literaria, Elena Garro era muy reconocida en vida, igual que Remedios Varo y María Zambrano. Pero con el tiempo fueron olvidadas y eclipsadas, aunque los hombres siguieran allí. Lo mismo ocurre con la ciencia ficción y algunas autoras que ganaron premios importantes, consiguieron lectores y con el tiempo fueron relegadas. El rescate de escritoras ha hecho que una relectura masiva de ellas haya dejado claro que algunas eran muy buenas. En el caso de la ciencia ficción, en el propio contexto de nuestra época (desde la tecnología cotidiana hasta el éxito de Black Mirror) hay tantas cosas que parecen ciencia ficción que nos han llevado a rescatar a maestros del género para buscar respuestas a lo que estamos viviendo.
Series y “Teleshakespeare” –A diferencia de cuando se editó “Teleshakespeare”, estamos ante una explosión de plataformas de series y un aluvión de lanzamientos. ¿Pasó ya la llamada “tercera edad de oro de la televisión”?
–En términos de calidad, es difícil negar que seguimos en la misma época, porque series como Euphoria, Station 11 o Severance son muy buenas. No se puede negar que estamos en una edad de oro en términos de producción y de calidad. Pero en términos de recepción, mi tesis en la nueva edición de Teleshakespeare es que ha acabado, porque ya no hay obras centrales. Primero, se multiplicó todo tan exponencialmente que ya no puedo decir que esté al día con las series. Además, se ha globalizado, de modo que no puedes ver las mejores Corea, de Brasil, de Israel. Y, por último, han dejado de ser centrales, el fenómeno de Lost no se extendió. El último episodio de Game of
Thrones es el punto final de la tercera edad de oro de la televisión en términos de recepción. No ha vuelto a haber una conversación así.