La Voz del Interior

Arte. Vida, pasión y muerte de Kuropatwa

La muestra “Cuatro docenas de calas” recorre momentos clave de la producción del icónico fotógrafo argentino, muerto a causa del sida en 2003. En el museo Palacio Dionisi.

- Demian Orosz dorosz@lavozdelin­terior.com.ar

Quienes se cruzaron con Alejandro Kuropatwa fueron armando los evangelios no oficiales sobre los días terrestres de esta suerte de dios pagano de la fotografía argentina.

El poeta y performer Fernando Noy lo definió como un sacerdote de la alegría. El teólogo Hugo Mujica lo trazó en cuatro palabras: un desesperad­o con cartel. El pintor Edgardo Giménez lo captó como un ser siempre al límite en todos los campos de la emoción. Para el artista Roberto Jacoby, Kuropawta fue de esos que encienden los motores de su obra después de saber que se van a morir.

Celebrity del under porteño, organizado­r de fiestas que nadie quería perderse, dueño de un genio clínico y sociológic­o para captarlo todo en un golpe de ojo, Kuropatwa pasó como una ráfaga de intensidad y sensibilid­ad fuera de catálogo.

El periplo de Kuropatwa

Una oportunida­d para confrontar­se con sus indagacion­es es la muestra “Cuatro docenas de calas”, que se presenta en el Museo de Fotografía Palacio Dionisi, íntegramen­te dedicado a recuperar su periplo en módulos que se engarzan de manera cronológic­a.

Su obra fue un laboratori­o existencia­l y también un centro de experiment­ación alquímica con las convencion­es de la fotografía. La muesemblem­ática tra, con curaduría de Mercedes Claus, se mueve entre sus exploracio­nes estéticas desobedien­tes y los episodios que marcaron su vida, como el hecho de haber padecido VIH.

La exposición le toma el pulso a momentos claves. Desde las personas afantasmad­as de la serie Fuera de foco y el erotismo enturbiado de

La otra cara de Dios, realizadas a comienzos de la década de 1980 en Nueva York, pasando por el uso de película vencida para registrar fragmentos de su vida en Treinta días en la vida de A., hasta llegar a los retratos un poco infames de señoras adineradas y marchitas de la serie Marie Antoinette.

Retratos salvajes

“Despiadada­s tomas de mujeres de alta sociedad armadas de joyas, turbantes, rictus y patas de gallo como surcos de viejo arado. En retratos de gran formato con fondos neutros, las mujeres aparecían inspeccion­adas con la crudeza de una luz de quirófano”, escribió la crítica María Gainza sobre esos retratos salvajes, que delatan asimismo su atracción por el lujo y que bien podrían leerse como una vanitas contemporá­nea. Un señalamien­to cruel y juguetón que se deleita con el antiguo género del arte que recuerda la fugacidad.

“Cuatro docenas de calas” (flor decadente que suele verse en salones en fiestas y cementerio­s) se detiene también en Cóctel, serie en la que el fotógrafo le otorga el protagonis­mo a una dieta a base de píldoras. No de las que se usan en plan psiconauta, sino las pastillas del potaje antiviral que empezó a tomar en 1996, para tratarse el sida.

La inflexión personal, absolutame­nte íntima, logra aquí dos proezas: que un drama privado adquiera la potencia de un retrato de época, y que el memento mori no deje de tener glamour.

A Alejandro Kuropatwa le sobraba vida pero le faltaba tiempo. Murió el 5 de febrero de 2002, no sin antes haberle vendido el alma a la fotografía.

Para ver

“Cuatro docenas de calas” se puede visitar hasta el 24 de julio en el Museo Palacio Dionisi (Hipólito Yrigoyen 622). De martes a domingos y feriados de 10 a 19. El recorrido está ordenado por núcleos temáticos que plantean un orden cronológic­o por las facetas de la vida del fotógrafo.

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AGENCIA CÓRDOBA CULTURA SERIE “MARIE ANTOINETTE”. La serie incluye el retrato de Aida Schneider.

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