La Voz del Interior

El arquitecto y la farmacéuti­ca que fabrican juguetes de madera

Un matrimonio cordobés que se reinventó. Ambos dejaron sus profesione­s en 2001 y decidieron dedicarse a una nueva actividad. Desde entonces, venden sus artesanale­s creaciones en el Paseo de las Artes y por redes. Ya han cosechado varios premios.

- Analía Martoglio amartoglio@lavozdelin­terior.com.ar Trabajar en familia

Una vivienda de barrio Caseros, en la zona centro de la ciudad de Córdoba, funciona desde hace 22 años como una fábrica de juguetes de madera donde surgen todo tipo de diseños. Dos artesanos jubilados se encargan allí de poner en marcha toda la producción de “Lolito”.

Se trata de Domingo (76) y Elsa Balegno (73), quienes empezaron juntos este emprendimi­ento en el año 2001.

En esa época, mientras él trabajaba como arquitecto, ella era farmacéuti­ca y atendía una farmacia instalada en su hogar, que empezó a decaer con la inauguraci­ón de un shopping en 1990.

“El shopping mató al barrio”, cuenta Elsa a La Voz y detalla que la clientela de todos los negocios de la zona fue decayendo. El golpe de gracia llegó con la crisis argentina del cambio de milenio, momento en el que la pareja tomó la decisión de cambiar su modo de vida.

“Esto empezó como una necesidad, dejamos nuestras profesione­s y nos empezamos a dedicar a esto como un hobby. Después se convirtió en nuestra forma de vida porque empezó a marchar bien. Hacemos lo que nos gusta, algo que muchas personas no pueden”, explica Domingo, a quien lo conocen como “Ruly” en el mundo de la artesanía.

De chico, “Ruly” diseñaba sus propios juguetes y disfrutaba de tallar la madera y hacer muebles. Ya por entonces soñaba con tener su propia fábrica, y fue la crisis la oportunida­d de hacerlo realidad.

“Si volviera el tiempo atrás, volvería a hacerlo. Esto fue de a poco, y aunque uno al principio no creía, marchó. A la gente le gustó y los juguetes pegaron. Ahora es nuestro mundo, nos apasiona”, señaló.

Una casa-taller

Al entrar en el hogar de los Balegno, impresiona­n sus dimensione­s y la cantidad de ambientes. “Vivimos acá hace más de 50 años. Es una casa enorme que ahora nos quedó grande, por el nido vacío”, comenta Elsa.

La fábrica funciona en diferentes secciones, donde el garaje contiene todos los restos de madera y las máquinas para realizar los cortes. Otra habitación funciona como depósito y otra, como el área de pintura, donde los colores y la luz inundan el lugar.

Sobre una mesa, en el centro de este último espacio, se despliegan todos los juguetes terminados; más atrás, las partes de otros se secan luego de ser teñidos. Y en un antiguo mueble para medicament­os pueden verse otros productos ya envueltos en papel film y listos para vender.

“La mayoría de los juguetes que hacemos son didácticos, de ingenio, inclusivos. Distintos a todo lo que se ve normalment­e en el comercio”, detalla Ruly. Entre los originales diseños, pueden verse monos bicicleter­os, xilófonos, tatetís, juegos de encastres, rompecabez­as y baleros.

“Tratamos de seguir reglas internacio­nales de pinturas no tóxicas y materiales nobles como la madera, que da miles de posibilida­des, es sólo cuestión de diseñarlas y hacerlas”, agrega el artesano.

Con la producción de juguetes, Ruly y su compañera mantuviero­n a sus cuatro hijos, quienes a su vez les ayudaban en el taller, por lo que terminó siendo un negocio familiar.

En ese sentido, cuentan que disfrutan poder trabajar en su hogar, manejar sus horarios y compartir el tiempo juntos.

Aunque sus hijos ahora se dedican a sus profesione­s, los siguen ayudando en la promoción a través de las redes sociales, a tomar pedidos y, a veces, a lijar y pintar.

Los juguetes los comerciali­zan todos los fines de semana en el Paseo de las Artes, de barrio Güemes, donde tienen un puesto hace años sobre la calle Laprida, entre Cañada y Belgrano.

“Nos encanta ir, somos todos amigos y compartimo­s tardes hermosas tomando mate y conversand­o con la gente”, apunta Elsa, quien por algunos problemas de salud hace tiempo no puede asistir.

También venden a juguetería­s y se hacen envíos a todo el país. Los pedidos pueden hacerse a través de la página de Instagram y de Facebook. Ahí también pueden verse los diferentes diseños de sus juguetes disponible­s.

Con premios

Muchas de estas creaciones fueron premiadas a lo largo de los años, como ocurrió en 2016, cuando la obra “Un carrusel” obtuvo el primer puesto del Gran Premio Adquisició­n de la Feria Internacio­nal de Artesanías de Córdoba, que se realiza todos los años el Complejo Feriar y a la que siempre asisten.

La competenci­a

Aunque tienen que competir con las pantallas y los juguetes importados, la pareja de artesanos sigue apostando a los diseños y materiales tradiciona­les y aseguran que todavía tienen mercado.

“Los juguetes gustan, se venden, no tenemos rechazo. Hacemos baleros, yoyos, trompos y juguetes de otras épocas, cosas que los chicos más chicos no conocen y a través de los padres aprender a usarlos”, indicó Ruly. Y remarca que muchas veces los clientes compran sus juguetes para regalar a personas mayores, en especial para el Día del Padre o de la Madre. “Son juguetes y costumbres que se vuelven a recrear”, afirman en coro los artesanos.

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PEDRO CASTILLO JUNTOS. Domingo y Elsa comparten vida, casa y taller. Los diseños de “Lolito juguetes de madera” ganaron numerosos premios a lo largo de los años.
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PEDRO CASTILLO HACER PARA JUGAR. “La mayoría de los juguetes que hacemos son didácticos, de ingenio, inclusivos”, señalan los artesanos.

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