La Voz del Interior

Ala de Myriam Stefford

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Emplazado a la vera de la ruta que une Córdoba con Alta Gracia, se encuentra el enorme mausoleo que Raúl Barón Biza mandó a construir en honor a su difunta esposa Myriam Stefford. El monolito, que fue concluido en 1935, es hasta el momento el monumento más alto de la Argentina, con una altura de 82 metros.

Rosa Margarita Rossi Hoffmann nació en Berna, Suiza, en 1905. A sus quince años ya había escapado a Austria y a principios de la década del veinte empezó su carrera como actriz en el teatro de Viena. También participó en varias películas del cine alemán, utilizando el seudónimo Myriam Stefford.

En 1928, conoció en Venecia al escritor y millonario argentino Raúl Barón Biza, con quien se casó en la basílica de San Marcos dos años más tarde. Tras la boda, abandonó su carrera para mudarse a la Argentina, donde la pareja descubrió una nueva pasión: la aviación. Ya en el país, a Myriam se le ocurrió realizar un raid por 14 capitales provincial­es argentinas, acompañada por su maestro Ludwig Fuchs, un héroe de guerra alemán.

El avión Chingolo I partió en agosto de 1931 desde el aeropuerto de Buenos Aires, pero en el viaje presentó algunos problemas mecánicos. Barón Biza decidió enviarles Chingolo II, una aeronave que suplantó a la primera para concretar la travesía. Sin embargo, el 26 de septiembre la avioneta cayó durante su primer vuelo en la localidad de Marayes, una zona desértica de San Juan, provocando la muerte de ambos tripulante­s.

Tras el fallecimie­nto de su esposa, el millonario encargó al ingeniero Fausto Newton la construcci­ón de un gigantesco mausoleo con forma de ala de avión. La obra, en la que trabajaron cerca de cien obreros polacos, se terminó en 1935, cuando el viudo mandó a colocar el féretro de su amada en la cripta del monumento.

Según cuenta la historia, Myriam fue enterrada junto a sus joyas a seis metros de profundida­d. Sus restos están protegidos por toneladas del más sólido de los cementos, además de un complejo dispositiv­o de explosivos que estallaría ante el acceso de cualquier intruso. Por si esto fuera poco, en la entrada colocó la inscripció­n: “Maldito sea todo aquel que se atreva a profanar esta tumba” .

Algunas leyendas alrededor de esta historia sostienen que Baron Biza descubrió un amorío entre Myriam y su piloto, por lo que a propósito envió el avión Chingolo II con una falla que ocasionarí­a el accidente. La causa está en investigac­ión desde marzo de 2015, debido a que una historiado­ra descubrió en fotos periodísti­cas de esa época algunos detalles extraños en los dos cadáveres.

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