Biografías Sobre el cuento de nuestras vidas
Cada persona arma un relato de su vida que le sirve para contarle a un otro su devenir. Como una carta de presentación, se dice: esto me ha pasado, esto soy, esto querré que me ocurra. Es interesante ver cómo, a medida que pasa el tiempo, graduamos la cantidad de pasado, presente y futuro que le ponemos a ese cuento. Dice Siri Hustvedt en La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres que “la memoria es la base de todos los relatos conscientes en primera persona, incluso los de ficción”, y que “‘hay muchas razones para creer que la memoria consciente y la imaginación constituyen una sola facultad mental”. Y retoma un ejercicio precioso y útil llamado “Me acuerdo”, que es espectacular para despuntar la escritura.
Es así que armamos una línea cronológica con hitos, más o menos reales, que consideramos relevantes que el otro sepa y lo usamos para presentarnos ante una nueva persona, ante un nuevo amigo, ante un nuevo amor, en una reunión de trabajo.
Es llamativo ver cómo el mismo cuento que hemos contado durante décadas cambia. Ya no ponemos ciertos hitos, ya no decimos: “Mi madre ha muerto, me crié entre imágenes y químicos de revelado”. Simplemente dejamos que se disuelvan en el tejido de nuestra historia, y otros personajes y otros eventos toman relevancia. Tal vez porque el presente resulta mucho más interesante que lo que dejamos atrás, y la muerte y la crianza quedan, gracias al buen olvido, en el pasado.
Nuestros relatos están construidos sobre la base de escenas o momentos, pero que para narrarlos se condensan en imágenes. Por eso sirve tanto agarrar una foto y contarla. Georges DidiHuberman dijo: “Ante una imagen, el pasado no cesa nunca de reconfigurarse, dado que la imagen sólo deviene pensable en una construcción de memoria cuando no de la obsesión”.
Lo fantástico es que podamos reconfigurar el pasado. Puedo decir: “En esa foto en las sierras mi madre tenía la sonrisa honda y brillante de un atardecer”. Y tiendo a decodificar el presente usando colores y temperaturas. Didi-Huberman también dijo: “En fin, ante una imagen, tenemos que reconocer humildemente lo siguiente: que probablemente ella nos sobrevivirá, que ante ella somos el elemento frágil, el elemento de paso, que ante nosotros ella es el elemento del futuro (...)”.
Imagen y palabra, palabra e imagen, vivimos configurándonos en torno a estas dos. El poeta cordobés Aldo Parfeniuk al final de “Palabra y Estrella” escribió: “Pero no sabría cómo hacer/ para recuperar aquella palabra/ con la que el niño hacía bajar su estrella/ para que el hombre que ahora busca en la nostalgia/ no tuviera que apartar los ojos y hundirlos/ en esa otra oscuridad/ del lenguaje de las cosas perdidas para siempre”.