Camino de los Artesanos. La huella de las manos
El Camino de los Artesanos es un trayecto de ripio que une las localidades de Villa Giardino y La Cumbre. Cuatro imperdibles de este tramo.
De escapada de fin de semana o destino para pasar unos días en el único hotel cinco estrellas que hay en Córdoba, el Camino de los Artesanos se trata de un paseo imperdible que, al menos una vez en la vida, hay que conocer. No es caprichosa la expresión. Simplemente se destaca como uno de esos lugares bellos que tiene Córdoba y que se deja disfrutar de punta a punta.
Para los locales, este tramo de ripio que une la localidad de Villa Giardino con la de La Cumbre es parte de su rutina. Muchos lo usan para acortar camino, otros para hacer compras y algunos para realizar ejercicio al aire libre. Así y todo, disfrutan de su esencia tanto como un visitante.
Antiguamente, este trayecto formaba parte del Camino Real, cuando la ruta 38 no existía. Surgió a la par de los primeros habitantes que se instalaron en La Punilla, un barrio rural erigido en el corazón del Camino de los Artesanos y con jurisprudencia de Villa Giardino. Esas tierras pertenecían a la familia Loza, que fue loteando y vendiendo los alrededores. Ya para 1985 se había difundido de boca en boca la existencia de este lugar y más personas llegaron a vivir allí. Así como nació de la nada, también se nombró prácticamente solo, tal como hoy se conoce.
Este trayecto ofrece todo para disfrutar. Chacras, complejos de cabañas, plantación de nogales, un hotel cinco estrellas, paisajes al pie de las sierras y una riquísima gastronomía.
Los cuatro imperdibles
Historia. Si visitamos este lugar, una parada obligada es La Punilla, en el corazón del camino. El paraje que le da nacimiento al camino y donde se encuentra la escuela Silvano Loza. Allí, los primeros moradores comienzan a hacer un mercadito los días domingo en el colegio. Llevaban plantas, dulces, licores, panificación, pastas y artesanías para vender y hacer trueque. También jugaban al vóley y a las bochas.
Mucha gente eligió vivir ahí porque es un lugar rural a pocos kilómetros de Villa Giardino, lo que les permite una vida mucho más tranquila.
Artesanías. En todo el recorrido de ocho kilómetros, a ambos lados del camino, hay alrededor de 20 comercios de artesanías y regionales. Los hermanos Lorenzo y Antonieta Folguera y Silvia Gonçalvez, junto al matrimonio de Omar Fabiano y María Teresa Cafaratti, instalaron el primer negocio del Camino.
Estos artesanos y sus descendientes hoy continúan con sus emprendimientos en platería, Folguera Gonçalvez, y telar, Texturas.
También se destacan las obras de arte en hierro y metal, en el Museo de la Chatarra, y en madera, en Lighuen, que tiene cosmética natural e indumentaria e hilados sustentables.
Gastronomía. Si algo hay que hacer en este tramo es disfrutar de su oferta. Los Jardines de Yaya es uno de los primeros comercios que se ubicaron allí y que hoy sigue funcionando. Allí producen dulces, confituras, hongos, escabeches y también tienen una bibliografía antroposófica. El Bosque es una casa de té rodeada de una frondosa arboleda donde se pueden disfrutar las mejores tortas y sándwiches de Punilla. Fratello aparece como el restaurante de comidas típicas llevadas a un nivel gourmet y atendido por sus propios dueños. Los imperdibles: las pastas, los sándwiches de chivito, cordero y salmón, y las carnes ahumadas. Por todas estas exquiciteces, vale la pena el viaje.
Paisaje. El Camino de los Artesanos en sí mismo es un imperdible para conocer. Un tramo al pie de las sierras, que serpentea el bosque nativo casi como escapándose de la bulliciosa ciudad.
En sintonía, sobre el mismo trayecto, algunos artesanos cultivan plantas autóctonas, cactus y suculentas, como el Vivero de Nora, atendido por sus dueñas.