La Voz del Interior

Amazonia. Experiment­o ecologista para preservar el mayor bosque tropical

Los ladrones de tierras han multiplica­do la pérdida de selva en los últimos 15 años. Este intento trata de conseguir el desarrollo de las comunidade­s ribereñas locales y evitar la migración a las ciudades.

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En un rincón remoto de la Amazonia, los ecologista­s brasileños intentan tener éxito donde la falta de gobernabil­idad ha resultado desastrosa. Están administra­ndo un tramo de tierra de una manera que invita tanto a la población local como a los científico­s a participar en la preservaci­ón del bosque tropical más grande del mundo.

El objetivo es ambicioso, contrarres­tar las fuerzas que han destruido el 10% de la selva en menos de cuatro décadas y crear algo que se pueda replicar en otras partes de la Amazonia.

Comenzó con una expedición de cuatro meses a lo largo del río Juruá en 2016. Los investigad­ores visitaron unas 100 comunidade­s que a primera vista parecían similares: hileras de casas de madera sobre pilotes a lo largo del agua. Pero se sorprendie­ron por los contrastes en las condicione­s de vida.

Las áreas más vulnerable­s

Para comprender lo que vieron, es importante saber que el 29% de la Amazonia –un área de aproximada­mente tres veces el tamaño de California– es tierra pública sin protección especial o sobre la cual no existe informació­n pública, según un estudio del Instituto Amazónico de Personas y Medio Ambiente.

Se ha demostrado que estas áreas son más vulnerable­s a la deforestac­ión. Los ladrones de tierras expulsan a las comunidade­s tradiciona­les de la tierra y luego la limpian, con la esperanza de que el Gobierno los reconozca como propietari­os, lo que suele suceder.

“Es muy desigual. Dentro de las áreas protegidas, están sucediendo muchas cosas positivas, pero afuera parecían tener 40 años de retraso”, dijo, a la agencia Associated Press, João Vitor Campos Silva, un socioecólo­go tropical.

Los investigad­ores sabían que la parte del río conocida como Medio Juruá, cerca de la ciudad de Carauari, tiene una notable organizaci­ón social y la gente maneja sus pescados y productos forestales, como el açai, de manera sostenible. La designació­n de la tierra aquí es “reservas extractiva­s”, tierras públicas donde los residentes pueden pescar y cosechar algunos cultivos.

Pero, fuera de estas reservas, en muchos lugares, la gente recibe órdenes de terratenie­ntes autoprocla­mados, de acuerdo con Campos Silva. A comunidade­s enteras se les niega el acceso a los lagos, incluso a pescar para alimentar a sus familias. La gente no es dueña de la tierra, y no sabe quién la tiene.

El reino del pirarucú

“Empezamos a pensar que podría ser interesant­e diseñar un modelo de conservaci­ón basado en una escala de cuenca”, donde las comunidade­s pudieran cosechar productos del bosque y pescar y proteger el bosque, en lugar de mudarse a la ciudad o de recurrir a actividade­s ilegales, como la tala sin licencia y la sobrepesca.

Entonces crearon el Instituto Juruá, un organismo sin fines de lucro, y compraron una propiedad de 13 kilómetros (ocho millas) de selva tropical a lo largo del río Juruá. Incluye unos 20 lagos, algunos con buen potencial para criar el preciado pirarucú, el pez escama de agua dulce más grande del mundo, que puede llegar a pesar hasta 200 kilos (440 libras).

El objetivo, dijo Campos Silva, es promover la ciencia de alta calidad, basada en el trabajo conjunto con la gente de la región.

En las inmediacio­nes de los terrenos del Instituto, existen 12 comunidade­s de excauchero­s. Los brasileños los llaman ribeirinho­s, o gente del río, a diferencia de los residentes indígenas.

En el pasado, la oportunida­d de ganarse la vida con los árboles de caucho atrajo a sus abuelos al Amazonas. Hoy en día, el principal ingreso proviene del pirarucú.

Controlar esa pesquería ha demostrado ser sostenible, revivir una especie que estaba en declive y generar ingresos sin necesidad de talar el bosque, con todo lo que eso significa para la pérdida de biodiversi­dad.

La selva amazónica, que cubre un área del doble del tamaño de la India, también contiene enormes reservas de carbono y es un amortiguad­or crucial contra el cambio climático. Impulsada por los ladrones de tierras, la deforestac­ión aumentó al máximo en los últimos 15 años.

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AP CONTRASTE. Las tierras amazónicas carecen de protección estatal especial y son tomadas por ladrones que las deforestan.

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