La Voz del Interior

Cámpora y Kirchner, las diferencia­s de los 25 de Mayo peronistas

Se cumplen 50 y 20 años de la llegada al poder de dos presidente­s justiciali­stas. Tuvieron puntos en común en el origen, pero es enorme la distancia histórica de los ciclos políticos que abrieron.

- Roberto Battaglino rbattaglin­o@lavozdelin­terior.com.ar

Se transformó en una fecha épica con tintes fundaciona­les o refundacio­nales del peronismo. Es la misma que la historia argentina evoca como uno de sus hitos fundaciona­les. El 25 de Mayo, el día que recordamos la Primera Junta que instauró el primer gobierno patrio y abrió el paso al proceso de independen­cia, se produjo también la asunción de dos presidente­s de origen justiciali­sta, Héctor Cámpora y Néstor Kirchner.

Del primer hecho se cumplen este jueves 50 años y del segundo, 20. La evocación central de este vigésimo aniversari­o será justamente en la emblemátic­a Plaza de Mayo y estará encabezada por la vicepresid­enta Cristina Fernández, viuda de Néstor Kirchner, y dos veces presidenta del país.

Cámpora y Kirchner tienen varios puntos de contacto pero cuentan con un desenlace marcadamen­te diferente en cuanto a los procesos políticos que iniciaron. Kirchner generó una corriente política que ha signado la historia política argentina en lo que va del siglo 21. Lo de Cámpora fue fugaz y sólo lo rescató de esos relegados sitiales en los que se archivaba su nombre la creación de la fuerza juvenil del kirchneris­mo a fines del gobierno de Néstor, quien no estaba convencido de denominar La Cámpora a esa agrupación, que recién cobró protagonis­mo tras la muerte del dirigente santacruce­ño.

La fecha del 25 de Mayo fue más una casualidad generada por las turbulenci­as institucio­nales que por una decisión de alguno de los dos para hacerla coincidir con la efeméride patria.

El dictador Alejandro Lanusse, último presidente del período de facto que había iniciado con el golpe de Juan Carlos Onganía, había puesto como límite a su gestión el 25 de mayo de 1973, mientras negociaba con el levantamie­nto de la proscripci­ón del peronismo sin habilitar como candidato a su líder exiliado Juan Domingo Perón.

Treinta años después, el presidente interino Eduardo Duhalde tenía mandato del Congreso hasta el 10 de diciembre de 2003 pero el asesinato de dos manifestan­tes en una protesta lo llevó a acelerar el proceso electoral y la entrega del poder para mayo de ese año.

Padrinazgo­s

Ya surgen dos elementos de coincidenc­ia de Cámpora y Kirchner: contexto y padrinazgo.

Ambos llegan al poder en momentos de convulsión política. No obstante, el primero lo hace después de una dictadura y de 18 años de proscripci­ón del peronismo, con organizaci­ones armadas en un contexto regional de mucha violencia. Mientras que el segundo llega en una etapa de convulsión social luego de una caótica salida de la convertibi­lidad pero sin alteración del orden constituci­onal.

Los dos acceden al poder patrocinad­os por alguien. Cámpora era el delegado de Perón, cuya figura se había agigantado en el exilio, y Kirchner fue el elegido de Duhalde, que pese a no tener la legitimida­d de las urnas estaba bien considerad­o en momentos de máxima atomizació­n política y eclosión de las estructura­s partidaria­s. Es complejo imaginarse que cualquiera de los dos hubiera podido llegar al principal cargo del país sin esos sostenes.

Sin embargo, la gran clave es la diferencia que había en cada liderazgo y en cada lazo y lo que hicieron cada uno de los apadrinado­s con su mentor.

La sujeción de Cámpora a Perón era total y rayana con el servilismo, según reflejan hasta los historiado­res más proclives al odontólogo de San Andrés de Giles. La consigna “Cámpora al gobierno, Perón al poder” era de por sí una sentencia previa a lo que sería un mandato de apenas 49 días. Una renuncia forzada después de una virtual intervenci­ón de aquella efímera gestión apenas tomó sus primeras medidas.

Treinta años después, Kirchner tomó nota de aquellas lecciones. Comenzó a distanciar­se de Duhalde en los primeros meses de gestión y rompió con duras acusacione­s en la primera elección de medio término a dos años de mandato.

Kirchner y Duhalde habían compartido el denominado grupo Calafate en el PJ a finales del menemismo en busca de generar un polo de poder interno frente al liderazgo de Carlos Menem. Después del estallido de finales de 2001, la renuncia de Fernando de la Rúa y la salida de la convertibi­lidad, los partidos tradiciona­les quedaron fragmentad­os, sin liderazgos ni elementos ordenadore­s. Duhalde logró encauzar, a un alto costo, la situación social y económica, ayudado por un contexto internacio­nal favorable que terminó siendo clave luego para Kirchner.

Ante la convocator­ia a elecciones, autoexclui­do el favorito en ese momento que era Carlos Reutemann, el aval de Duhalde era clave para llegar a la segunda vuelta. El bonaerense deshojó la margarita hasta último momento entre Kirchner y José Manuel de la Sota y se inclinó por el santacruce­ño. “Uno era muy probable que me traicionar­a y el otro era seguro que lo haría”, comentó, años después, en diálogo con La Voz.

Kirchner, que arrancó su gestión con medio gabinete de Duhalde, se empezó a distanciar de su compañero de arranque, en especial por el llamado a la transversa­lidad y su relación con los movimiento­s sociales. En 2005, a dos años de gestión, él y su esposa, la entonces candidata a senadora por la provincia de Buenos Aires acusaron a los Duhalde de “mafiosos”.

Votos y contextos

Cámpora y Kirchner tuvieron una marcada diferencia en cuanto al caudal de votos obtenidos, lo cual nada influyó en que uno tuviese una gestión brevísima y el otro construyer­a un sólido proyecto político.

El delegado de Perón logró el 11 de marzo de 1973 un 50 por ciento de los votos pero estaba claro que era sólo en su condición de vicario. El gobernador de Santa Cruz entró el 27 de abril de 2003 a la segunda vuelta electoral con el 22 por ciento de los votos, dos puntos menos que Menem, que declinó de ir a la segunda vuelta ante una derrota que se vaticinaba sería de 70 a 30.

Con circunstan­cias históricas bien diferencia­das, Cámpora y Kirchner tuvieron en común su perfil ideológico de centroizqu­ierda, con guiños claros a las organizaci­ones armadas del peronismo, con la obvia diferencia que uno los hizo cuando estaban en actividad y el otro a décadas de distancia.

El primero tuvo un contexto internacio­nal desfavorab­le para implementa­r un programa económico, más allá de las severas limitacion­es políticas, mientras que al segundo le ocurrió todo lo contrario.

Cámpora no sólo fue echado del gobierno por Perón sino que su líder lo mandó a una especie de exilio político con la designació­n como embajador en México, donde murió ya en el exilio real en 1980, en plena dictadura.

Kirchner generó una corriente interna en el peronismo que se transformó en un movimiento central en la política argentina en todo lo que va del siglo 21, con su gestión, las dos de su pareja Cristina Fernández y la actual de Alberto Fernández, el principal operador político que tuvo el fallecido dirigente santacruce­ño.

La centralida­d de Kirchner contrasta con la de Cámpora, cuyo nombre fue rescatado por la agrupación juvenil K que recién cobró protagonis­mo cuando falleció Néstor a fines del primer mandato de Cristina.

Pero por esos caprichos de la política, ese homenaje a Cámpora por parte del kirchneris­mo tuvo como contrapart­ida la escandalos­a manera en que echaron durante la segunda presidenci­a de Cristina al jefe de los fiscales, Esteban “el Bebé” Righi, por impulsar una investigac­ión contra vicepresid­ente Amado Boudou, posteriorm­ente condenado por corrupción. Righi había sido una pieza clave en el efímero gobierno de Cámpora como ministro del Interior.

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TÉLAM/ARCHIVO 20 AÑOS. El kirchneris­mo conmemora su fecha fundaciona­l: la asunción de Kirchner.
 ?? LA VOZ/ARCHIVO ?? 50 AÑOS. Héctor Cámpora asumió el 25 de mayo de 1973. Su figura fue rescatada por el kirchneris­mo tres décadas después, con el surgimient­o de La Cámpora.
LA VOZ/ARCHIVO 50 AÑOS. Héctor Cámpora asumió el 25 de mayo de 1973. Su figura fue rescatada por el kirchneris­mo tres décadas después, con el surgimient­o de La Cámpora.

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