La Voz del Interior

Indira Montoya. Obra a las puertas del Riachuelo

“Nadie canta” es el nombre de la obra que presentó la artista cordobesa en Buenos Aires, tras ganar el primer premio Andreani de Arte.

- Natalia Albanese

El sábado 16 de marzo, la Fundación Andreani, en su edificio ubicado al frente del Riachuelo, en el clásico barrio de La Boca, inauguró una destacada apuesta artística de Indira Montoya. Se trató de la exhibición “Nadie canta”, promovida por la institució­n, que surge luego de que la artista ganó el primer premio Andreani Arte, Tecnología y Ciencia (2023), que recibió en noviembre del año pasado y contempló la suma de $ 1 millón en reconocimi­ento a su labor.

Vale aclarar que esta mención fue elegida entre 24 obras que fueron exhibidas en las salas de la fundación, entre un total de 1.200 postulacio­nes de artistas que participar­on de una convocator­ia abierta y federal.

El jurado, integrado por referentes del campo del arte con trayectori­a internacio­nal, se conformó por Carla Barbero, Laura Buccellato, Mariano Giraud, Andrés Denegri y Carlos Huffmann, quienes realizaron la selección de las obras que integraron una exposición, de la que luego finalmente se eligieron los premiados.

Por otro lado, en paralelo con esta inauguraci­ón, dos artistas más estrenaron obras: la propuesta “Temporal”, de Augusto Zanela, y “Huancas”, de Rodrigo Alcon Quintanilh­a.

Las salas

“Nadie canta” construye un entorno híbrido entre imaginario­s virtuales y concretos que se despliega en cinco piezas: dos de ellas en formato audiovisua­l, la tercera es una escultura (realizada con impresión 3D en resina y plástico). La cuarta es una pieza para “Oculus”, una obra de realidad virtual totalmente inmersiva en la que el elemento principal es la danza (una danza del fin del mundo) en la cual el espectador se introduce en el movimiento y los paisajes.

Por último, hay una pieza inmersiva 360 que recorre los escenarios a vuelo de pájaro. Para esto se colocaron en sala teléfonos celulares y visores de cartón junto con un Oculus Quest que están a disposició­n del público.

En la exhibición puede contemplar­se una obra principal en una pantalla de 10 metros de largo, allí flotan fragmentos del bioma del espinal cordobés, en franco proceso de extinción. Indira intenta provocar un gesto de conservaci­ón que fusiona aspectos recuperado­s directamen­te del paisaje y otros producidos a partir de procesos de modelados a partir de la cartografí­a geográfica de Córdoba.

La experienci­a del público se encuentra atravesada por estímulos visuales y sonoros, con la gramática propia de la artista, que lleva a embeberse de un universo que roza lo ruinoso, lo onírico, con lo sublime y lo cotidiano.

A su vez, en las salas se encuentra presente la escultura “El ángel vacío”, uno de los personajes que aparecen en el video y cobra dimensión física. Sin muchas más pretension­es, esta pieza escultóric­a de color áureo metalizado conecta ambos audiovisua­les y organiza la trayectori­a de la experienci­a visual.

Por último, a modo de cierre, se proyecta un video que opera como una suerte de epílogo esperanzad­or ante el mundo corrosivo de las cenizas.

En este sentido, la artista nos propone una pregunta sobre cómo habitar ciudades que colindan con bosques devastados, que va desde el cruce evolutivo máquina-naturaleza y aparece como una realidad lúcida que nos permite construir una liturgia íntima en este mundo evanescent­e.

El proceso

Sobre cómo fue el proceso de producción, cuenta la artista: “Fue un arduo trabajo que pude llevar adelante con el apoyo de todo el equipo de la fundación. El diseño de montaje que propuso Laura Buccellato les permitió a las piezas calzar en las salas. Veo la muestra y observo que las obras cobran otra escala. En otras oportunida­des, por cuestiones presupuest­arias, no se ha podido lograr eso, una dimensión donde la obra calce”.

Y añade: “Esta magnitud propone un despliegue de los personajes, de la narración (casi cinematogr­áfica) y los estímulos sensoriale­s que le otorgan mayor expansión. Por otro lado, esta disposició­n espacial nos permite un doble juego, el carácter monumental de la exposición convive con una dimensión más introspect­iva, las paredes son oscuras. Hay una intención de austeridad en el recorrido, como así también en la visualidad de las tres obras que la componen”.

Sobre la artista

Indira Montoya nació en Córdoba en 1975. Se define como artista visual y performer. Es licenciada en Comunicaci­ón Audiovisua­l. Se formó en las clínicas y los talleres de artistas cordobeses como Aníbal Buede, Soledad Sánchez Goldar, Gabriela Halac y Lucas di Pascuale.

Lleva más de 15 años investigan­do poéticas que están atravesada­s por los gestos del cuerpo, el lenguaje digital y las visualidad­es de las materias. Su proceso de investigac­ión se basa en un método autodidact­a que explora al límite el aprendizaj­e a través de la prueba y el error. Su última propuesta, una muestra individual titulada “El monte impronunci­able”, formó parte de la programaci­ón del Museo de las Mujeres y funcionó como práctica premonitor­ia para la puesta en escena de “Nadie canta”.

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FUNDACIÓN ANDREANI “NADIE CANTA”. Parte de la propuesta está compuesta por una obra de realidad virtual inmersiva. Para esto se colocaron en sala teléfonos celulares y visores de cartón junto con un Oculus Quest.
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FUNDACIÓN ANDREANI INDIRA MONTOYA. La artista visual y performer nació en Córdoba.

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