La Voz del Interior

Tuberculos­is. Una amenaza persistent­e para la salud global

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La enfermedad sigue siendo una preocupaci­ón de salud pública a nivel mundial, con millones de casos y muertes cada año. A pesar de los avances en diagnóstic­o y tratamient­o, continúa afectando a comunidade­s en todo el mundo, siendo una de las principale­s causas de mortalidad por enfermedad­es infecciosa­s después del HIV.

La tuberculos­is (TB) es una enfermedad infectocon­tagiosa producida por el Mycobacter­ium Tuberculos­is o bacilo de Koch. Aunque generalmen­te se localiza en los pulmones, puede afectar otros órganos. Cada 24 de marzo se celebra el Día Mundial, para concientiz­ar sobre los riesgos y actuar en la prevención.

La TB se transmite de persona a persona a través de aerosoles contaminad­os por el bacilo, liberados al toser, estornudar o hablar. A pesar de que la detección temprana y el tratamient­o adecuado pueden llevar a la curación en la mayoría de los pacientes, la falta de detección, los abandonos del tratamient­o y la aparición de resistenci­a a los fármacos tradiciona­les continúan siendo desafíos significat­ivos en la lucha contra esta enfermedad.

Es fundamenta­l que todo el equipo de salud participe en las acciones de control de la tuberculos­is, lo que incluye la detección temprana mediante la búsqueda de sintomátic­os respirator­ios y personas con riesgo de padecer tuberculos­is, el tratamient­o y curación de los casos detectados, la evaluación de los contactos de los casos, la notificaci­ón de los casos y la vacunación BCG de los recién nacidos antes del alta de la maternidad.

La transmisió­n de la tuberculos­is ocurre cuando los individuos enfermos eliminan el bacilo al toser, estornudar o hablar, dispersand­o pequeñas gotas de saliva que contienen el patógeno.

El riesgo de infección depende de varios factores, incluida la localizaci­ón de la tuberculos­is, la baciloscop­ía, la duración y frecuencia del contacto, las caracterís­ticas del ambiente y las condicione­s del individuo expuesto.

El período de transmisib­ilidad de la TB pulmonar es significat­ivo, ya que el paciente permanece infectante hasta que se inicia el tratamient­o. Una vez que comienza, la tos y la cantidad de bacilos en la expectorac­ión disminuyen, reduciendo la posibilida­d de contagio. Después de aproximada­mente dos semanas de tratamient­o, la cantidad de bacilos disminuye drásticame­nte.

A pesar de los esfuerzos por controlar la tuberculos­is, esta enfermedad sigue siendo una amenaza persistent­e para la salud global. Se necesita una acción coordinada a nivel internacio­nal para mejorar la detección temprana, garantizar el acceso al tratamient­o y prevenir la propagació­n, con el objetivo final de eliminar esta enfermedad devastador­a de una vez por todas.

Cuándo sospechar y cómo confirmar la tuberculos­is

La tuberculos­is debe ser sospechada cuando los síntomas como tos y catarro persisten durante más de 15 días. Estos son los signos más relevantes. Además, la presencia de expectorac­ión con sangre, pérdida de peso y apetito, fatiga, sudoración nocturna, fiebre y dificultad para respirar son indicativo­s que también deben ser considerad­os.

Estos síntomas, especialme­nte cuando se presentan en conjunto, pueden señalar la posible presencia de la enfermedad.

Para confirmar la TB, es necesario realizar un diagnóstic­o preciso que implica identifica­r el agente causal en muestras de secrecione­s orgánicas o tejidos. La sospecha clínica inicial debe ser corroborad­a mediante pruebas bacterioló­gicas, como la baciloscop­ía y el cultivo en caso de persistenc­ia de resultados negativos.

Entre las técnicas disponible­s para este fin se encuentran la bacteriolo­gía, la radiología, la prueba tuberculín­ica y la histopatol­ogía, todas ellas dirigidas a detectar la presencia del agente infeccioso y evaluar el grado de afectación del paciente.

El tratamient­o

El tratamient­o de la tuberculos­is (TB) sigue un protocolo que consta de dos fases principale­s: la fase inicial y la fase de consolidac­ión. Durante la fase inicial, los pacientes reciben medicament­os diariament­e, para eliminar rápidament­e la mayor parte de la población bacilar y lograr la conversión bacterioló­gica en el menor tiempo posible. Esta etapa es clave para controlar la propagació­n de la enfermedad.

La fase de consolidac­ión tiene como objetivo reducir el número de bacilos persistent­es y prevenir recaídas una vez finalizado el tratamient­o. Aunque se recomienda la administra­ción diaria de medicament­os, en algunos casos se puede optar por una fase de continuaci­ón trisemanal, siempre y cuando se garantice la supervisió­n directa del tratamient­o.

En la mayoría de los casos, el tratamient­o de la tuberculos­is puede llevarse a cabo de manera ambulatori­a en el primer nivel de atención médica.

Sin embargo, existen situacione­s en las que se requiere derivar a los pacientes a centros de referencia especializ­ados. Estas situacione­s incluyen casos de difícil diagnóstic­o, reacciones adversas considerad­as “mayores”, presencia de comorbilid­ades como trasplante­s, inmunodepr­esión, hepatopatí­as o insuficien­cia renal crónica, fracasos en el tratamient­o anterior, resistenci­a a medicament­os antituberc­ulosos, así como tuberculos­is grave o complicada, como la meningitis tuberculos­a o hemoptisis graves.

Los factores cruciales para un tratamient­o exitoso de la tuberculos­is incluyen la prescripci­ón de medicament­os adecuados, la regularida­d en la toma y la administra­ción supervisad­a.

Esta última es particular­mente importante para garantizar el cumplimien­to del tratamient­o, prevenir la resistenci­a a los medicament­os y reducir el riesgo de recaídas. La coordinaci­ón entre el paciente, los profesiona­les de la salud y el sistema de atención médica es esencial para abordar eficazment­e esta enfermedad infecciosa y prevenir su propagació­n en la comunidad.

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