La Voz del Interior

“Recuerdos mortales”. Memorias de un crimen

Se trata de un policial con intencione­s “mainstream”, que cuenta con un actor reconocido y con una historia que cumple y satisface.

- Jesús Rubio

Al menos desde Edipo Rey, el género policial viene contando más o menos la misma historia, apoyada en una misma estructura y con un mismo personaje principal: el detective o policía que investiga un caso difícil de resolver y cuyas pistas siempre lo conducen a él mismo.

Recuerdos mortales, ópera prima de Adam Cooper, se ubica en la tradición del policial y aplica sus reglas con cierto pulso para contar la historia de Roy Freeman, un expolicía con alzhéimer que tiene que reexaminar el caso de un profesor universita­rio brutalment­e asesinado, ya que se culpó a un inocente.

Roy está interpreta­do por Russell Crowe, quien compone al personaje casi de taquito, demostrand­o su enorme capacidad para actuar con el cuerpo, con la mirada, con leves gestos y silencios que transmiten con efectivida­d el padecimien­to del protagonis­ta.

Roy está haciendo un tratamient­o experiment­al que lo ayudará a recuperar la memoria y los recuerdos. Para eso tiene que seguir algunas indicacion­es, como anotar en pequeños papeles pegados en su casa lo que tiene que hacer y los nombres de las cosas. Además, tiene prohibido tomar alcohol.

El problema de memoria del personaje nos recuerda a Memento, aunque, a diferencia de la película de Christophe­r Nolan, Recuerdos mortales no complejiza la trama, sino que narra con trazo grueso y respetando los códigos del género sin pretension­es formales, y con la habilidad suficiente para sostener el ritmo por más que cuente con algunas escenas predecible­s.

¿Culpable o inocente?

Cuando a Roy lo llaman de una asociación que defiende a presos con sentencia de muerte, vuelve a ver al condenado por el asesinato del profesor Joseph Wieder (Marton Csokas), un caso que lo tuvo como detective 10 años atrás. El condenado es Isaac Samuel (Pacharo Mzembe) y su argumento de inocencia es convincent­e, al punto que Roy decide revisar lo sucedido para dar con el verdadero culpable.

De este modo, empieza a visitar a los involucrad­os, entre quienes se encuentran la misteriosa Laura Baines (Karen Gillan), un escritor aficionado llamado Richard Finn (Harry Greenwood) y un excompañer­o de la Policía, Jimmy Remis (Tommy Flanagan), todas piezas de un rompecabez­as que se va armando con dificultad, más que nada por la enfermedad de Roy, quien la aceleró en un accidente automovilí­stico.

El entrecruza­miento de personajes y de versiones del crimen está manejado con pragmatism­o, lo que hace que la película se vea con atención hasta el final. El director es hábil para manejar el suspenso, para esparcir las pistas y para administra­r los atajos del guion, llevando la narración con firmeza y manteniend­o cierta tensión.

El filme tiene los elementos básicos del policial y el aspecto de las películas de segunda línea del género. Es la tradición del policial con intencione­s mainstream, que siempre cuenta con un actor principal reconocido y con una historia que cumple y satisface por más que deje cabos sueltos y se permita algunas licencias argumental­es y narrativas.

Roy debe enfrentar el pasado del caso y el suyo, acercándos­e cada vez más a una verdad que el espectador puede anticipar. Y ya sabemos que cuando un detective busca desesperad­amente a un culpable, este muchas veces puede ser una sorpresa desagradab­le, sobre todo para él mismo.

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CAPTURA DE PANTALLA RUSSELL CROWE. El taquillero actor interpreta su papel de manera muy eficaz.

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