La Voz del Interior

Milei: sueños de aviador en el desierto de sus adversario­s

- Edgardo Moreno emoreno@lavozdelin­terior.com.ar

Cuente usted: uno, dos, tres, cuatro, cinco. Cinco segundos. Los pilotos de los aviones F16 suelen decir que, en caso de una falla en el motor durante el despegue, la rutina de emergencia recomendad­a es muy breve: aplicar una aceleració­n brutal, equivalent­e a tres veces la gravedad normal a la que está sujeto el cuerpo humano; levantar la nariz del avión lo máximo posible; eyectar las cargas y a uno mismo. Todo en cinco segundos; después, es tarde. El cuerpo humano es flexible, pero a medida que las fuerzas gravitator­ias aumentan, puede ocurrir un desmayo por falta de irrigación sanguínea al cerebro.

El presidente Javier Milei quería viajar a Dinamarca para finiquitar la compra de 24 aviones F16. Trascendió que puso a sus funcionari­os a averiguar si podía pilotear uno de esos aviones, al estilo de Tom Cruise en Top Gun. Los daneses estaban remisos. La idea de poner en vuelo al presidente de otro país –en un avión militar, en espacio aéreo europeo– no era muy seductora.

Se ignora cómo fue el trámite diplomátic­o. Lo cierto es que el sueño de aviador de Milei fue abortado en Estados Unidos, donde le recomendar­on regresar a Buenos Aires, tras la ofensiva militar de Irán contra Israel. La ensoñación terminó este martes en una escala mayor: por las mismas razones de seguridad, Milei no podrá viajar de ahora en más como pasajero de línea aérea. Sólo en la flota oficial de la Presidenci­a, que había prometido vender.

Además del regreso de apuro recomendad­o por Estados Unidos, del viaje de Milei quedó una reunión con Elon

Musk. El empresario dueño de Tesla envió poco después un correo electrónic­o de despido a 14 mil empleados. Sigue siendo el dueño de la red social X. De modo que la reunión de Milei fue con el mandamás del instrument­o de comunicaci­ón que utiliza con frecuencia para activar su narrativa política.

Milei también estuvo en una entrevista con el comentaris­ta político Ben Shapiro. Le reiteró dos ideas de su estrategia de corto plazo: que no le desespera obtener ahora el consenso para sus reformas económicas de fondo, porque lo conseguirá en las elecciones del año que viene, y que espera para entonces tener armada una convergenc­ia liberal con Mauricio Macri.

Milei viene sosteniend­o esa idea y que las encuestas lo siguen favorecien­do con un alto índice de imagen positiva. Dice que el único que le aparece como competidor enfrente es un alfil de Cristina Kirchner que tiene sólo 17 puntos de aprobación: Axel Kicillof.

En efecto, el gobernador de Buenos Aires es el único dirigente opositor con poder territoria­l que apenas asoma la cabeza en las encuestas, y con índices famélicos. Cristina lo aventaja por muy poco, pero sigue retirada desde su última deserción electoral. A sus complicaci­ones judiciales en causas por corrupción, le suma ahora las consecuenc­ias imprevisib­les del fallo de la Cámara de Casación Penal sobre el atentado contra la Amia. Delito de lesa humanidad de cuyo encubrimie­nto la expresiden­ta sigue acusada.

Milei afirma que Cristina ya no volverá a competir, aunque mantiene un silencio cauteloso sobre la incidencia ineludible de la viuda de Kirchner en el Senado. Necesita de ella para lograr la aprobación del pliego del juez Ariel Lijo, propuesto para integrar la Corte Suprema de Justicia.

Esa idea de Milei de que Cristina ya no regresará al ruedo electoral tras el fracaso de su último delfín, Alberto Fernández, parece ser crecientem­ente compartida por dirigentes que antes se cuadraban al pasar por las puertas del Instituto Patria.

Andrés Larroque, Aníbal Fernández, Jorge Ferraresi, entre otros, están planteando sin tapujos que el kirchneris­mo debe trabajar para una candidatur­a presidenci­al de Axel Kicillof. El comunicado­r kirchneris­ta Roberto Navarro disparó: “Ya está, Cristina. Máximo no va a ser presidente”. El kirchneris­mo en retirada propone enviar a Cristina al bronce y apostar a Kicillof.

El peronismo no K no está menos disperso. La liga de gobernador­es quedó diezmada tras las últimas elecciones. Los intentos de reagrupami­ento funcionan apenas en torno de coincidenc­ias tácticas de gestión y según las economías regionales. Están los gobernador­es del litio y los del petróleo.

En la zona centro, el peronismo perdió dos de tres casilleros. Martín Llaryora es el único de ese signo político cuando se reúne con Maximilian­o Pullaro y Rogelio Frigerio.

Gerardo Zamora y Gildo Insfrán juegan sólo la personal: su economía no tiemuestra ne sector privado. Son feudos blindados con coparticip­ación.

Tantas divergenci­as explican los pasos en falso que dieron algunos gobernador­es cuando se apresuraro­n a apostar a un rápido derrumbe de Milei, por el impacto del ajuste económico.

Milei también tiene la ventaja de especular con el desprestig­io de los espacios no peronistas. El radicalism­o transita una crisis terminal. Martín Lousteau eligió también la estrategia de profetizar el derrumbe inminente. Hasta sus aliados internos lo miran de reojo y susurran la frase de Marguerite Yourcenar: “Tener razón demasiado pronto es lo mismo que equivocars­e”. Puede funcionar para la estrecha formación testimonia­l que intenta mantener viva Elisa Carrió, pero no para la UCR. Aunque la UCR reivindica todavía un pasado virtuoso como estructura nacional, el único radicalism­o con poder territoria­l y capacidad de maniobra es el mendocino, alejado de Lousteau. Pullaro, en Santa Fe, tiene demasiado con el desafío del narcotráfi­co como para distraerse en disputas de comité.

El PRO, presidido por Macri, tampoco respira holgado. Al expresiden­te no le será sencillo reunir la tropa y, sobre todo, plantear con claridad cuáles son los matices que lo diferencia­n de Milei. Si Milei mantiene el predicamen­to actual, el PRO entrará en convergenc­ia en posición desventajo­sa.

Los sueños de aviador no le llegan a Milei por un rapto de irracional­idad incontenib­le. Nacen peregrinos cuando Mileiobser­valadiáspo­radelaopos­ición. El umbral de calidad de un oficialism­o se mide por la calidad de la oposición.

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