“A veces me dan ganas de llorar cuando fotografío a un pájaro”
Este cordobés fotógrafo de aves sorprende todos los años con sus imágenes. Ya ha recorrido 36 países persiguiendo numerosas especies. Cuál fue su excursión más peligrosa.
–¿Desde cuándo sos “pajarólogo”?
–Desde que nací. Desde muy niño me gustan las aves.
–¿Cuántos años llevás acosando aves silvestres?
–Unos 49: toda la vida.
–¿Te sentís un voyeur?
–Ja ja, sí. Todos los comportamiento de las aves me generan buenas fotos, las de apareamiento también. Hay imágenes del cortejo entre los cóndores que son conmovedoras.
–¿Lo has hablado con tu psicólogo?
–No, lo veo normal aún, ja ja.
–Si tuvieras que decir cuándo nació tu ornitofilia ¿cuál momento destacarías?
–Recuerdo un día que me trepé a unos árboles altísimos para ver los huevos de las diferentes especies. Fue una gran adrenalina.
–¿Primero dibujabas pájaros?
–Tengo dibujos de aves desde muy corta edad . Primero con fibras, luego con témperas y ahora hago hiperrealismo con acuarelas y acrílicos.
–¿Cuál fue la primera especie que dibujaste?
–Ovnis, ja ja. También aves inventadas por mí. En mi primer dibujo aparecen un flamenco, un benteveo y un cacholote.
–Al principio, ¿no te sentías medio nerd fotografiando pájaros?
–Ja ja, no, para nada. Todos mis amigos ya sabían de esta pasión y jamás hubo burlas.
–¿Tenías socios en la aventura?
–Mi hermano me acompañaba. Vivíamos muy cerca del río Suquía y ahí pasé la infancia más maravillosa del mundo. Éramos unos salvajes felices. Solo malla y zapatillas.
–¿Cuál fue la primera especie que fotografiaste de modo profesional?
–Un crespín cerca del Kempes.
–¿Cuántos países recorriste fotografiando aves?
–Más de 36, en los cinco continentes y en la Antártida.
–¿Cuál es tu canto favorito?
–El del rey del bosque.
–¿Te perdiste una fiesta de cumple por estar colgado de un árbol para fotografiar unas loras?
–Sí. Me perdí muchos eventos sociales y familiares. En un cumple dejé a todos los invitados en casa por fotografiar unos loros, pero la especie lo ameritaba.
–También te tiraste desnudo a un río para poder fotografiar un águila.
–No desnudo: en ropa interior, ja.
–No debe ser fácil convivir con un ornitólogo…
–No estoy capacitado para responder eso. Yo creo que es fácil, ja ja.
–¿Cuántas parejas te plantearon: “Elegí: los pájaros o yo”?
–Ninguna. Al contrario, me sentí apoyado y motivado en todos los casos ,por lo cual estoy realmente agradecido.
–¿Cuando a tus hijas en la escuela les preguntan a qué se dedica su papá, responden “empleado bancario”, para no tener que dar explicaciones?
–Al principio les costaba un poco, pero ahora ponen cara de póker y dicen: les saca fotos a los pájaros y trabaja en una fundación.
–¿Cuántas especies llevás fotografiadas?
–Los números no son lo mío.
–Conseguir una fotografía muy buscada, ¿es casi un orgasmo?
–Es una sensación muy movilizadora, sumamente emocionante y me sensibiliza bastante. Se podría comparar con un orgasmo, ¿por qué no?
–¿Te has emocionado al punto de llorar al conseguir una foto?
–A veces me dan ganas de llorar. Me entrego a disfrutar del momento y agradezco.
–Te morís y reencarnás en un pájaro ¿Cuál especie te gustaría?
–Un gavilán ceniciento. Es una rapaz que me gusta.
–¿La ornitología puede reemplazar al sexo?
–No, para nada. La combinación de ambos es lo ideal .
–¿Has tenido fantasías sexuales con aves del paraíso, por ejemplo?
–Aún no. Las fui a ver a Nueva Guinea pero no me excitaron, ja ja.
–¿Por qué crece este fenómeno de salir a espiar las vidas de los pájaros?
–Es una actividad sumamente placentera que nos vuelve a conectar con lo esencial, con el entorno. Es volver a los orígenes y dejar atrás la tecnología y las urgencias.
–¿Cómo se empieza en esta locura?
–Pasión, perseverancia y paciencia.
–¿Cuál es el equipo básico para un pajarólogo?
–Las principales herramientas ya las tenemos. Son nuestros ojos y oídos. Luego, binoculares y una cámara con un lente de 600 mm.
–¿Cuántas especies habitan la zona urbana de la ciudad de Córdoba?
–Aproximadamente unas 50, y en el parque Sarmiento unas 150. Son más en la reserva San Martín.
–¿Ya las fotografiaste todas?
–Sí, todas.
–De las aves que pueden verse en Argentina ¿qué porcentaje ya capturaste con la cámara?
–Un 70 por ciento de las más de mil especies que hay en Argentina.
–Contame tu excursión más complicada para conseguir una foto.
–Sin duda, en la Antártida. Llegar a una pingüinera de pingüino ojo blanco, por un acantilado, con riesgo a quedar atrapados entre los témpanos. Fue durísimo.
–Y contame tu excursión más desastrosa.
–Un relevamiento de la monjita salinera con el equipo de la Fundación Mil Aves. Nos agarró una lluvia torrencial. En Nepal, nos encaró un rinoceronte y me puse a correr alrededor de un árbol.
–¿Cuál es la figurita más difícil de tu álbum?
–Un águila poma de la selva jujeña.
–¿Y cuáles figuritas principales te faltan y querés conseguir?
–Muchas. El águila arpía es mi próximo objetivo.
–Creaste una fundación, Mil Aves. ¿Para qué?
–Para educación ambiental, conservación e investigación científica.
–Muchas tradiciones consideran a los pájaros mensajeros entre lo terrenal y lo espiritual. ¿Sentís algo de eso cuando los ves?
–No creo en nada de eso.
–Entrás a una casa y ves que tienen pájaros enjaulados. ¿Te sale el serial killer de adentro?
–Un poco. Abrí muchas jaulas haciéndome el distraído.
-¿Qué aprendiste en pandemia?
–A valorar los espacios verdes.
–¿Cuál es el sentido de la vida?
-El mío es pregonar a través de las aves el amor y el cuidado de la naturaleza.