Justicia “fast food” y sentencias chatarra
Se dice que la Justicia está colapsada, que las causas abarrotan los despachos y que las cámaras no dan abasto con los juicios. Los recursos que insumen esos procesos son, además de escasos, muy costosos. Pero también
Francisco Panero fpanero@lavozdelinterior.com.ar
muchos de los conflictos que llegan a un debate oral tienen trascendencia crucial para la sociedad.
Desde hace un tiempo, en la Justicia provincial se percibe un empeño en abreviar juicios, en solucionar de modo expeditivo algunos expedientes, para pronto pasar al caso siguiente. En paralelo, como si todo pudiera ser mensurado de modo cuantitativo, se registran estadísticas de “productividad” de las oficinas judiciales y de los agentes que toman las decisiones.
Se escucha a funcionarios y magistrados preocupados y hasta obsesionados con alcanzar el “récord” que los ubique dentro del estándar exigido para “cumplir” con lo que se espera de ellos en materia de números de causas y sentencias.
Algunos funcionarios de decisión pueden sentirse tentados a creer que un mayor número de causas resueltas redunda en mayor efectividad en el servicio de justicia. Convendría, más vale, que se pregunten sobre la calidad de esas decisiones.
Este apuro en dar el número puede relativizar la calidad de las decisiones. En otros términos, habría que preguntar si los fallos están ajustados a derecho o si se cumple con aquello de “dar a cada uno lo suyo”.
Desde el año pasado se aprecia en los Tribunales del Crimen una creciente tendencia a abreviar juicios sin considerar la importancia del caso, las víctimas, el daño patrimonial o el perjuicio humano que ha provocado.
Por suerte, con la violencia de género y crímenes muy graves no se juega y se impide abreviar estos procesos.
Llama la atención lo que viene ocurriendo con delitos económicos, que se ventilan especialmente en la Cámara 10ª del Crimen, donde hasta hace poco se abreviaban procesos de fuerte impacto patrimonial con penas de prisión en suspenso. Hasta que se cambió de acusador, quedaban de lado numerosos damnificados por decenas de miles de dólares, sin reparación a las víctimas ni pena de prisión significativa. Muchas veces, esa condena fue de ejecución condicional.
Hace pocos días se abrevió otro proceso de trascendencia que durante años copó los titulares de todos los medios: el del (ex)psicólogo Marcelo Bazán, quien abusaba de mujeres pacientes en condiciones gravemente ultrajantes, con drogas y la participación de varias personas. Recibió nueve años de prisión, pero domiciliaria, por razones de salud. Siempre se dice que en Bouwer pueden asistir a todos enfermos.
Ellos llevan a juicio a “peces gordos” de “guante blanco” con un esfuerzo sin par que, muchas veces, termina con un expeditivo baño de agua bendita en juicio oral.
La Justicia, por apurar y abreviar procesos, corre el riesgo de convertirse en Justicia fast food o de transformarse en una institución que elabora comidas rápidas (en este caso, sentencias rápidas).
Si no es de interés alimentarse con buenos nutrientes, de calidad, se corre el riesgo de que en Tribunales se cocinen decisiones con sabor a comida chatarra.