La Voz del Interior

Argentina y Brasil, afuera del mundial de la renta agrícola

- Alejandro Rollán arollan@lavozdelin­terior.com.ar

Costos crecientes y precios por debajo de los registrado­s años anteriores son las variables adversas que afronta el negocio agrícola en los dos principale­s productore­s de América del Sur: Argentina y Brasil.

En el vecino país, un productor del estado de Mato Grosso, el mayor productor de soja y de maíz de Brasil, tiene por estos días una rentabilid­ad negativa en el cultivo del cereal y levemente positiva (2,51%) en el de la oleaginosa.

En el caso de la soja, sus costos en reales subieron en las últimas campañas 38%, mientras que el precio, también en la misma moneda, se redujo 12,5%.

De cara a la campaña 2024/2025, la ecuación de costos es un poco mejor, a pesar de tener una suba proyectada en el gasto de producción de 1,2% y una baja de precio de 7%. Un aumento en la producción de 300 kilos por hectárea llevaría el margen a 3,07% por hectárea.

“Un productor de soja en Mato Grosso en la campaña 2024/2025 necesitará producir 58,20 sacas de soja por hectárea para salvar los costos”, aseguró Rafael Grings, de la consultora Hedge Agro, con sede en ese estado brasileño.

Si tenemos en cuenta que una saca de soja tiene 60 kilos, traducido en toneladas representa un umbral para comenzar a ganar dinero de 3.492 kilos por hectárea.

Ni hablar del maíz. En el actual ciclo agrícola, los productore­s brasileños tendrán una rentabilid­ad negativa de 13% y deberán producir al menos 120 sacas (7.200 kilos) para tener viabilidad económica.

La consultora brasileña y su par argentina AZ Group organizaro­n esta semana un webinario sobre coyuntura y perspectiv­a agrícola en ambos países.

En Argentina, la situación no es mucho mejor. La suba de los costos y la caída en los precios redujeron la magnitud de la ecuación económica y colocaron a los granos con un menor poder de compra.

Un patrón de ventas

“Hay un elevado costo en dólares de las labores y de los fletes, producto de la relación entre un tipo de cambio estable y la inflación”, observó Nicolás Udaquiola, cofundador de AZ Group.

La coyuntura que afrontan ambos países va a llevar a los productore­s a tomar la misma decisión comercial: vender el maíz, que en Brasil tiene un fuerte componente interno (sólo en Mato Grosso desde 2016 hasta la fecha se abrieron 11 plantas para producir etanol) y guardar la soja para un mejor momento.

En Argentina, el impacto de la spiroplasm­a, enfermedad que tiene como vector a la “chicharrit­a”, abre grandes interrogan­tes sobre el volumen final de la cosecha de maíz.

Según advirtió el analista de la consultora nacional, habría en el país entre tres y cuatro millones de hectáreas afectadas, con lo cual la producción total oscilaría entre un mínimo de 44 millones de toneladas y un máximo de 49 millones de toneladas; en ambos casos, muy lejos de los 60 millones de toneladas esperados al inicio de la siembra.

El interrogan­te planteado sobre el volumen final del cereal obligará a la exportació­n a tener una presencia más activa en el mercado. Por el momento, hay comprometi­das con ventas al exterior 22 millones de toneladas, de las cuales la exportació­n tiene en su poder 14,5 millones de toneladas, la mitad aún con precio por fijar.

“Con una demanda para el consumo interno de 17,2 millones de toneladas y en un escenario comercial ajustado, en el cual el productor seguirá vendiendo lo justo y necesario, la exportació­n podría tener ahí un problema para hacerse de mercadería”, indicó Udaquiola.

En soja, el ritmo de comerciali­zación también viene frenado: tan sólo 2,3 millones de toneladas están vendidas con precios, menos del 5% de la producción, muy por debajo del 13% de los últimos años.

De cara a la campaña 2024/2025, que arrancará el mes próximo con la siembra de trigo, el negocio agrícola exigirá sintonía fina. Para el productor que tome financiami­ento, y a juzgar por la evolución de la macroecono­mía, su cumplimien­to deberá hacerse con los resultados económicos de la producción y no por efecto de la inflación o de una devaluació­n que lo vaya licuando.

Bajo estas condicione­s, los cultivos más caros en cuanto a costos pagarán los platos rotos. Por eso la implantaci­ón de trigo es todavía un gran signo de pregunta, lo mismo que el maíz, que podría perder superficie en el centro y el norte del país.

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LA VOZ/ARCHIVO BIEN AMARILLO. El maíz brasileño.
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