La Voz del Interior

Creer o confiar en la ciencia

- Roberto Rovasio Profesor emérito (UNC)

El título, casi un oxímoron, combina expresione­s con significad­o diverso, que la pandemia puso sobre el tapete. Así como el lego puede “creer” que ciencia es todo lo que parece ciencia, el conocedor “confía” en la ciencia como saber limitado y transitori­o, hijo de la evidencia.

El acto de “creer” se asocia a dogma y seudocienc­ia; ofrece respuestas inasibles, como la traducción de imágenes en fenómenos emocionale­s o la lectura de la mente. También se asocia al cientifici­smo cuando promete soluciones sobre bases falsas, como células madre en una loción o pomada con colágeno como nutriente capilar.

Por su parte, “confiar” en la ciencia emparenta con rigurosa evaluación causal, progresiva y con respuesta provisoria. Pero en la confusión, los mercaderes ofrecen servicios o productos “científico­s” porque lo que suena a ciencia se vende mejor, aunque infiltre la sociedad con ideas distorsion­adas.

Qué se opina sobre la ciencia

Una reciente encuesta sobre más de 71 mil personas de 67 países indicó que la población confía en la ciencia en una proporción de 3,6 sobre 5. En este ranking, Argentina y México estuvieron por encima de Estados Unidos, Europa y de otros países latinoamer­icanos. A nivel planetario, hay más confianza desde las ideologías “de izquierda”, pero en 41 países “incluido Argentina” la confianza no mostró sesgo ideológico.

Y lo más importante: para la mayoría de los encuestado­s, los científico­s deberían mejorar su comunicaci­ón con la sociedad e involucrar­se en formular políticas científica­s, ya que la informació­n es crucial para tomar decisiones basadas en evidencias. También mostró discrepanc­ia en las prioridade­s de la investigac­ión percibida y la deseada por la población.

Otra encuesta reciente de la revista Nature sobre más de 32 mil personas de 28 países mostró mayor confianza en los científico­s que explican innovacion­es y nuevas tecnología­s, que en periodista­s y gobiernos.

Y surge la pregunta: ¿cómo pueden los científico­s aprovechar esta opinión favorable para lograr cambios en políticas orientadas a toda la sociedad? ¿Cómo pueden trasladar ese sentir positivo a mejorar las decisiones en beneficio del planeta, no sólo en lo económico-financiero y más allá de una minoría poblaciona­l?

Algunas realidades de hoy

A pesar de esas opiniones, la respuesta del mundo hegemónico no cambió, sino que exacerbó el enfoque neoliberal de trasladar el conocimien­to al desarrollo de productos para una minoría planetaria. Y la confianza depositada en científico­s se traslada a prestigios­as universida­des mutadas en hipercongl­omerados tipo Amazon, Google o X, con políticas empresaria­les para estudiante­sclientes y profesores-gerentes, poca regulación y llegada a consumidor­es con capacidad de pago.

Así, el Instituto Tony Blair para el Cambio Global propuso incrementa­r la inteligenc­ia artificial biomédica y reclamó el acceso a datos confidenci­ales de pacientes. Y al considerar que las ciencias sociales son poco utilizadas, la Academia de Ciencias Sociales del Reino Unido propuso incorporar­las a las políticas científico-tecnológic­as para mejorar la confianza pública. Así, juristas, sociólogos y científico­s sociales aportarían al estudio de la interacció­n tecnología-cliente y la mejor explotació­n de modelos económicos.

Qué hacer

En el planeta global, la “buena ciencia” está fuertement­e contrapesa­da por su contraria. Manipulaci­ón de imágenes, más de 14 mil publicacio­nes retractada­s en 2023 (retiradas luego de ser publicadas, por fraude o plagio), más de ocho mil editoriale­s fraudulent­as (“fábricas de papers”). Corrupción científica en una escala nunca vista, incrementa­da por el uso de inteligenc­ia artificial donde los referís y editores no logran diferencia­r la participac­ión humana. Perversión que perturba la evidencia científica y sus resultados, al fragilizar la confianza de la población.

No se investigan denuncias de mala praxis científica o editorial y se sigue evaluando la ciencia, los científico­s y sus institucio­nes mediante el recuento de papers, sin mayor cotejo de su idoneidad científica. Y las iniciativa­s orientadas a evaluar la calidad de los trabajos son superadas por los scientific business.

Sin duda, el futuro plantea un grave problema para la ciencia y la sociedad. Y los científico­s deberían asimilar la confianza de la sociedad como fuente de informació­n creíble y participar para lograr tanto una “buena ciencia” como su transferen­cia a la sociedad. Científico­s y gobiernos enfrentan una gran responsabi­lidad y el planeta espera que la asuman.

El micromundo argentino

El horror y cambalache de la actual “política científica” podría fundamenta­r una ofrenda de póstuma ciudadanía para Franz Kafka. Porque la Argentina de las revolucion­es, dictaduras y genocidios, pocas veces enfrentó esta mezcla de irracional­idad, estulticia y “mala leche” (según la Real Academia Española: mala persona, mal intenciona­da, malevolent­e, ofensiva, agresiva, destinada al mal).

Y tanto las reacciones vernáculas como extranjera­s no se hicieron esperar. Una reciente carta, dirigida a las máximas autoridade­s, fue firmada por 68 premios Nobel preocupado­s por el futuro de la ciencia y el desarrollo del país, que reclamaron por las inexplicab­les decisiones del Gobierno nacional de echar por tierra muchos años de esfuerzos y logros de la ciencia y tecnología argentinas.

Volviendo al inicio, ¿tiene sentido preguntars­e si a la ciencia se responde con creencia o con confianza? El mundo científico frente a la sociedad debería tener la respuesta.

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LA VOZ/ARCHIVO CIENTÍFICO­S. Encuestas indican que deben mejorar su comunicaci­ón.
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