La universidad, en el ojo de la sociedad
La marcha a favor de las universidades públicas, que el martes pasado convocó a más o menos un millón de personas en diversas ciudades de todo el país, fue el acontecimiento más importante de la semana. ¿Quién podría dudarlo?
Su importancia no radica sólo en que significó la mayor movilización popular desde que asumió el presidente Javier Milei sino en que puso en el foco de la agenda pública el tema de la educación superior en el país. Una cuestión que exige ser pensada con la máxima apertura mental posible y en un marco conceptual ajeno a las consignas y a la desinformación imperantes.
Más allá de cuánto haya de ilusión y cuánto de verdad en el enunciado de que las universidades públicas son accesibles para todas las clases sociales, es cierto que la gratuidad y el ingreso irrestricto resultan más propicios que el cobro de un arancel o la barrera de un examen de ingreso para quien desee recibir una formación universitaria y convertirse en un profesional.
Las condiciones ideales, sin embargo, no existen en ninguna parte del mundo, y en la Argentina, particularmente, existen cada vez menos. De lo contrario, no se estaría discutiendo la financiación de las casas de estudio ni se las señalaría como trincheras de privilegiados o como usinas de adoctrinamiento.
En el Primer plano de hoy, damos cuenta del volumen del recorte presupuestario con cifras comparativas entre 2023 y 2024. Si se actualizan por inflación los montos del año pasado, resulta evidente que el ajuste es brutal. La Universidad Nacional de Córdoba está recibiendo el 69% menos por cada estudiante.
Pero el informe no termina con los números. Suma también una entrevista al rector de la UNC, Jhon Boretto, quien se refiere al control de las cuentas. E incluye un dato relevante: tras el fin de la pandemia, la cantidad de egresados volvió a superar los siete mil.
Las condiciones ideales no existen en ninguna parte del mundo, y en la Argentina, particularmente, existen cada vez menos.