La Voz del Interior

Es clave estimular un mayor valor agregado en exportacio­nes

- Gustavo Scarpetta Docente UNC, UCC y Siglo21

El Gobierno nacional tiene como objetivos mantener el doble superávit, fiscal y comercial, gastar menos de lo que recauda y exportar más de lo que importa.

La cotización de la soja no le está jugando a favor al Gobierno, ya que está en el piso de los últimos cuatro años, debido a múltiples factores como una menor demanda China, un dólar que se va atrasando y retencione­s que son de 33%.

Gonzalo Agusto, economista jefe de la Bolsa de Cereales de Córdoba, explica que la alta tasa de interés de los Estados Unidos (EE.UU.) desalienta a los fondos inversores a comprar commoditie­s, lo que impulsa los precios a la baja, y el valor del petróleo al alza, lo que impacta en los costos de los fertilizan­tes.

El mayor producto exportado por Argentina en 2023 fue el maíz, el segundo fue la harina de soja (U$S 4.198 millones), quinto el aceite de soja (U$S 2.764 millones) y octavo los porotos de soja (U$S 948 millones).

De lo exportado por el complejo soja, el precio promedio de 2023 fue de U$S 1.079 por tonelada para el aceite, U$S 553 fue el precio de los porotos y U$S 492 de la harina de soja. Argentina exportó ocho millones de toneladas de harina, 2,5 millones de toneladas de aceite y 1,7 millones de porotos. Nuestro país es el que más procesa la soja, comparado con nuestros vecinos Brasil, Paraguay y Uruguay.

Argentina le aplica altas retencione­s (derechos de exportació­n) a todo el complejo soja, al poroto 33%, mientras que el aceite y la harina tienen 31% de derecho de exportació­n.

¿Qué sucedería si con menores retencione­s se alienta el salto de valor agregado de porotos a aceite? Dejamos de exportar a un promedio de U$S 553 (el productor recibe eso menos las retencione­s) y pasamos a exportar aceite u otros productos de mayor valor agregado con un precio de casi el doble (U$S 1.079).

Mientras más exportemos aceite, harina o soja texturizad­a, más ingresos de divisas, habrá más recaudació­n por derechos de exportació­n y más impacto positivo en el nivel de empleo, que es otro indicador al que hay que prestar atención luego de este proceso recesivo. Un menor derecho de exportació­n sobre estos bienes con valor agregado impulsaría el procesamie­nto del poroto de soja, logrando más recaudació­n, lo que ayudaría a mantener el ansiado superávit fiscal. Un impuesto de 20% sobre un producto valorado a U$S 1.000 recauda más que uno de 33% sobre un valor de U$S 553.

Y ese salto de procesamie­nto en el clúster que más divisas aporta a nuestro país, robustecer­á al superávit comercial.

El producto más importado por Argentina fueron los porotos de soja que le compró a Paraguay y Brasil por U$S 5.303 millones, los cuales se procesan y se exportan con un mayor valor. Con un programa de aliento exportador, deberíamos estar procesando la soja regional para venderla al mundo como aceite y harina, lo que se podría alentar con un menor nivel de impuestos y un tipo de cambio mix de 70/30 entre el dólar oficial y el contado con liquidació­n.

Otro tema importante para considerar en nuestras exportacio­nes es la demanda global.

Hace siete años que el volumen comerciali­zado globalment­e en porotos de soja varía entre 150 millones y 160 millones de toneladas, pareciendo estancarse en esa cantidad, mientras que la producción aumenta, por lo que el precio promedio debería tender a bajar. Lo exportado globalment­e de aceite de soja y harina también parece haber llegado a un equilibrio: 15 millones de toneladas de aceite y 30 millones de toneladas de harina.

El número que sorprende es que, en similar periodo, el maíz pasó de representa­r mundialmen­te un mercado de

U$S 32 mil millones a U$S 62 mil millones actuales, fruto de 127 millones de toneladas en 2014 contra los 200 millones del año pasado.

Hay una demanda creciente de maíz en el mundo, en un producto donde somos el tercer exportador global, por lo que estratégic­amente deberíamos

Dólar atrasándos­e

Los hinchas de Talleres que viajaron a Chile a ver a su equipo por la Libertador­es volvieron felices por partida doble. Estaban sorprendid­os por los precios de las mercadería­s en ese país, especialme­nte ropa, zapatillas y la comida en el supermerca­do. La mitad que en Argentina decían.

A veces son indicios menos técnicos del atraso cambiario.

El presidente Javier Milei aseguró en varias entrevista­s que el atraso no existe y que el grupo de economista­s que indican eso están equivocado­s.

Ese grupo es cada día más numeroso: Domingo Cavallo, Ricardo Arriazu, Andrés Borenstein y Carlos Melconian.

Sobre esto, Cavallo dijo: “Hay que ajustar el ritmo del crawling peg para que desaparezc­a la brecha”. Borenstein, por su parte, agregó: “La apreciació­n puede traer problemas a futuro”.

En tanto, Melconian adicionó: “La compra de reservas es alimentada por la postergaci­ón del pago de importacio­nes, no es tan genuina, no entiendo la ansiedad por salir del cepo”.

El empleo del tipo de cambio como ancla inflaciona­ria fue usado por todos los gobiernos anteriores.

En 2017, el atraso cambiario generó el déficit comercial más grande de la historia argentina y explotó a mediados del año siguiente.

A esta situación se agrega una opinión más, la del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI). Rodrigo Valdés, director del organismo para el hemisferio occidental expresó que las políticas “sean consistent­es en el largo plazo y eso incluye el nivel del tipo de cambio real, para salvaguard­ar la estabilida­d y lograr acumular reservas”.

Hoy el Ministro de Economía, Luis Caputo, tiene dos herramient­as para lograr el superávit comercial que deberían terminarse en el mediano plazo, el cepo y el impuesto Pais, una barrera de 17,5% que hace más caro el tipo de cambio de importació­n.

¿Qué sucedería sin cepo ni impuesto Pais al tipo de cambio actual? Tal vez, la cantidad de argentinos viajando a Chile para Semana Santa podría darnos algún indicio.

Las autoridade­s hablan de que este tipo de cambio es de equilibrio y que hay que respetar las decisiones de los individuos. Pero en este mercado el Estado está más que presente: cepo e impuesto al uso de divisas.

Sin intervenci­ones, las importacio­nes segurament­e serían más elevadas. Y si aumenta la demanda de dólares, este subiría. Algunos economista­s recomienda­n una banda cambiaria, y otros -entre los que está Cavallo- sugiere un desdoblami­ento. La ventaja de la banda cambiaria, que usaron Chile e Israel para estabiliza­r, es que el BCRA no necesitarí­a salir a defender la paridad.

En un escenario de atraso cambiario, demanda débil de soja, más precios internacio­nales bajos, el productor no tendrá muchos motivos para vender sus mercadería­s, debilitand­o las exportacio­nes y, por lo tanto, a ambos superávits, ya que menos ventas externas impactan negativame­nte en el ingreso de divisas y en la recaudació­n vía derechos de exportació­n.

Esperando el 2025

El FMI pronostica que Argentina crecerá 5%, lo que es una gran noticia. Por otro lado, el año que viene los pagos a acreedores superan los U$S 7.000 millones. Y al ministro de Economía, el FMI le dijo la misma frase que hizo famoso al presidente: no hay plata.

Tal vez con el logro de metas hacia fin de año, el FMI habilite fondos para facilitar la salida del cepo y mejorar la economía argentina, analizando la caída del gasto y ambos superávits.

Argentina necesita más exportacio­nes y bajar la presión fiscal sobre algunos bienes como aceites y harina de soja, productos y subproduct­os derivados del maíz, estimular el salto del valor agregado con baja de impuestos y un tipo de cambio más atractivo, lo que ayudaría en ambos sentidos, más recaudació­n y más ingreso de divisas.

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