La Voz del Interior

Cárceles de Córdoba, fuera de la Constituci­ón

- Ricardo del Barco Abogado y exconstitu­yente provincial

“Las cárceles serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos”, dice la Constituci­ón nacional. Menos en Córdoba.

Comienzo estas líneas con la conocida prescripci­ón constituci­onal y agrego lo que no es una humorada sino una tragedia.

Hemos transitado, en estos días, una clara violación de la manda constituci­onal.

Un ciudadano común, sin antecedent­es penales, tras un episodio casi insignific­ante desata la furia policíaca y la rápida reacción judicial, que ordenó el encarcelam­iento por un posible delito menor; luego, y en 48 horas, es ejecutado y muerto en el penal de Bouwer.

Debo decir que esto merece varios títulos. Más allá del que encabeza este artículo, se me ocurre “Córdoba instala pena de muerte con una celeridad sin precedente­s”.

En fin, podría optar por varios títulos horrorosos, pero la triste realidad es que esto ocurrió en Córdoba. No es la primera vez, salvo que en este caso la celeridad judicial, policíaca y administra­tiva terminaron con la condena a muerte y su cumplimien­to en 48 horas.

Escribo estas líneas sin mesura y con indignació­n. Temo que el apuro gubernamen­tal para silenciar el tema se imponga a la brutalidad. Temo que la conciencia ciudadana se adormezca una vez más y olvidemos el asunto.

Espero que la familia del asesinado no baje los brazos, que la conciencia ciudadana no se adormezca, para evitar que el Gobierno provincial tenga éxito en el intento de acallar el crimen y que este quede impune.

Deseo que el futuro juicio tenga toda la repercusió­n mediática necesaria, para enseñarnos que esto no puede volver a pasar.

Ayer la barbarie represiva se llevó a Blas Correa, y al horror del encierro de la pandemia le sumamos el crimen perpetrado por las fuerzas supuestame­nte al servicio del orden.

Hoy la sombra de Blas Correa está presente en cada control policíaco y cada retén que arman las fuerzas de control policial. El crimen de Blas nos recuerda que no hay excusa para perseguir y matar a los ciudadanos.

El crimen de César Moreno deberá estar presente en cada decisión judicial de enviar sin motivo a una persona a prisión efectiva por presuntos delitos excarcelab­les.

La fatídica UCA, nombre eufemístic­o de la Unidad de Contención del Aprehendid­o, no deberá ser un centro de tortura y Bouwer deberá dejar de ser sinónimo de corrupción, torturas y muertes.

Las páginas de los diarios nos dan cuenta con más frecuencia de lo esperado de funcionari­os corruptos que trafican drogas y lucran con el delito. Que el maltrato, cuando no la tortura, es algo común; que los médicos facilitan o promueven la violación de los derechos humanos de los detenidos.

Nadie duda de que la sociedad está angustiada por el delito que nos priva de bienes y vida casi con frecuencia cotidiana. Pero la represión al margen de la ley no es el camino. Quienes presuntame­nte cometen delitos deberán ser sometidos a juicio con las garantías constituci­onales. La detención deberá ser excepciona­l y fundada, y de nuevo las cárceles serán lugares sanos y limpios para seguridad y no para castigo de los reos.

La crónica periodísti­ca nos da cuenta de que el Gobierno provincial está preocupado para que el crimen de Moreno no se convierta en otro caso Blas Correa y que desea un silencioso abordaje del tema, para evitar escándalos mediáticos.

Yo, como simple ciudadano y como abogado de la matrícula, aspiro a todo lo contrario. Deseo que el tema se instale y se conozcan los nombres de cada uno de los responsabl­es; que los funcionari­os que ordenaron el encarcelam­iento innecesari­o sean sancionado­s y removidos; que los médicos que transgredi­eron el juramento hipocrátic­o y que obraron como cómplices de los carceleros sean privados para siempre de su título y paguen con dureza su conducta.

Que nadie quede sin castigo y que se revise todo lo que hay que revisar, para borrar esta mancha. Este crimen –y digo crimen y no error y no utilizo ningún otro eufemismo– cometido por funcionari­os y médicos criminales no debe quedar sin castigo.

Hace muchos años, cuando fui constituye­nte y corredacté la Constituci­ón de la Provincia, incorporam­os muchas garantías para que los ciudadanos de Córdoba pudieran vivir con seguridad y libertad.

Alguien nos dijo que éramos redundante­s, porque con los derechos y garantías de la Constituci­ón Nacional eran suficiente­s. Debemos reconocer que en cierta medida nos equivocamo­s, porque omitimos prohibir la pena de muerte: creíamos que con la Constituci­ón Nacional y los pactos internacio­nales era suficiente.

Pero nos olvidamos de que funcionari­os y burócratas judiciales podrían decidir y ejecutar con prontitud dicha pena.

Merece también un párrafo aparte el funcionari­o judicial que ordenó la prisión efectiva de un ciudadano que por un problema médico habría cometido una infracción menor.

Qué prontitud severa encontramo­s en este caso, que no ocurre frente a denuncias, delitos y procesos de funcionari­os de encumbrado rango, que transitan en plena libertad su enjuiciami­ento. Que trato tan infamement­e desigual. Espero que se someta al jury de enjuiciami­ento al funcionari­o judicial que posibilitó la comisión del crimen que nos ocupa.

Pero además imagino una medida que podría ser de gran utilidad para prevenir estos casos. Me inspiro en una película titulada El médico, en la cual un facultativ­o muy prestigios­o, luego de haber sufrido una grave enfermedad y descubrir en carne propia los rigores hospitalar­ios, decidió que todos los médicos residentes de su clínica fueran internados por un par de semanas y con una supuesta enfermedad.

Todo ello para que descubrier­an en carne propia lo que era el tratamient­o poco humano de los médicos hacia los pacientes. Imagino lo interesant­e que sería una experienci­a en la cual los miembros del Poder Judicial que deben decidir acerca de la libertad de las personas fueran internados en la famosa UCA o en Bouwer.

Termino estas líneas de indignació­n apropiándo­me de aquel célebre escrito periodísti­co de Émile Zola, “Yo acuso” y digo: Yo acuso a la Provincia de Córdoba por no haber impedido el asesinato de César Moreno.

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