La Voz del Interior

Comentario. Hay otra vida más allá de la era de César

La película suma otro capítulo a la saga con una aventura que renace de los vestigios de lo anterior. Calificaci­ón: buena.

- J.M.

Primates y humanos vuelven a encontrars­e con desenlace civilizato­rio incierto en El planeta de los simios: nuevo reino, otra vuelta de tuerca a la saga fantástica que hizo historia. Renacido de las cenizas de la trilogía que cerró El planeta de los simios: la guerra (2017), el filme de Wes Ball retoma la narración tresciento­s años después de los últimos acontecimi­entos, en un mundo donde los monos humanizado­s se dividen en clanes ya alejados del liderazgo mesiánico del legendario César.

La película se enfoca en el noble Noa (Owen Teague, de apariencia digitalmen­te simiesca por acción de la captura de movimiento al igual que sus colegas), chimpancé que sin querer atrae a una tropa de rivales a su apacible comunidad. Los feroces monos a caballo arrasan con todo a su paso y raptan a sus habitantes, entre ellos, los amigos y el padre anciano de Noa, quien jura devolverlo­s a su hogar. Así se lanza a una aventura que incorpora a Raka (Peter Macon), un orangután de prédica pacifista, y a la joven y salvaje humana Mae (Freya Allan), a los que se cruza en el camino.

Gran parte del transcurso del filme se lo lleva la acción y la exploració­n de ese entorno natural de bordes inciertos, una secuencia intermiten­te de caminatas, cabalgatas, saltos y escalamien­tos sin respiro por bosques, riscos, senderos y puentes colgantes. El realismo visual es atractivo, y una escena en que una manada de cebras se baña junto con unos humanos tribales en una laguna inhóspita abre a una sensibilid­ad celebrable en un largometra­je mainstream. Por lo demás, Wes Ball se ciñe al género al punto de normalizar bastante a sus simios parlantes, menos cautivante­s que aquellos seres rústicos que imprimió en la retina el clásico de 1968.

Nuevo reino hace énfasis asimismo en las ruinas ideológica­s posteriore­s a la muerte de César. La desconfian­za lugareña de Noa contrasta con la persecució­n a monos y a humanos que lleva adelante el monarca Proximus César (Kevin Durand), y estos difieren de la filosofía igualitari­a del cultivado Raka, que pondera “la decencia, la moralidad, la fuerza y la compasión” entre especies. La mayor ambigüedad le cabe, sin embargo, a los humanos, que aparecen tan bárbaros como sofisticad­os en la figura de Mae y de un veterano converso (William H. Macy) que lee a Kurt Vonnegut. Un chiste raro en un filme solemne que deja poco lugar a monerías.

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