La Voz del Interior

El hampa tiene quien la describa

- Noelia Maldonado nmaldonado@lavozdelin­terior.com-ar

Hay varios momentos epifánicos en El niño resentido que tienen una enorme belleza y que, a la vez, no pueden sino generar estupor en el lector.

En el último libro de César González, editado por Penguin Random House, el autor cuenta cómo se transformó en uno de los delincuent­es más respetados de la villa Gardel en Buenos Aires, con tan solo 15 años. Lo que no cuenta es cómo se transformó en poeta, pero ese es un tema aparte.

González cronica en esta obra dividida en capítulos cortos una infancia sumida en la pobreza con una madre “tranza” que termina presa y un padrastro que muere asesinado a quemarropa a manos de una banda contraria. Parece una película, pero es una vida corriente entre sus pares.

El relato comienza con los primeros recuerdos y con las reflexione­s que lo transforma­ron en un resentido. González escribe con total naturalida­d cada uno de los momentos en los que la sociedad le enrostró en la cara que él no era nadie y que nunca tendría nada más que una vida miserable bajo un techo de chapa.

Así, afloró en él esa fascinació­n por las vidas que parecían tener los patrones de su abuela empleada doméstica, o aquellos compañeros de la escuela pública que todavía no se habían caído de la clase media en los ‘90. César sueña con zapatillas Nike o Puma, se fascina cuando con joyas robadas puede comprarse camisetas de fútbol o gorritas de marca. Se gasta todo lo que roba en pilchas para presumir, en cocaína para subir y en pastillas para bajar.

El relato de la crisis de 2001 que hace González también tiene un alto valor histórico porque cuenta desde adentro y sin reparos lo que sintieron esas familias hambreadas al darse un festín ese fin de año con comida saqueada de los supermerca­dos.

“Nunca en nuestra vida habíamos tenido en la mesa tantos productos, tan diferentes y de tanta calidad”, cuenta.

Sirve, además, para entender cómo se transforma­n en delincuent­es muchos de todos los que se caen del sistema cuando una crisis no les da respuesta. Se multiplica­n entonces los consumos problemáti­cos, los robos en las casas y los asaltos en plena calle. Hay escenas de completa actualidad en los que un auto robado es “caranchead­o” por toda una villa hasta que ya no le queda nada para vender en el mercado negro.

No hay nada en el libro que esté de más o fuera de lugar, solo hace falta valor para asimilar esa vitalidad violenta de la que está hecho.

En El niño resentido uno puede tratar de entender o acaso acercarse a la vida de un chico que no tuvo nada más que privacione­s y que decide a corta edad dedicarse a delinquir, convencido de que no duraría mucho su estadía en este mundo. Mientras, se superponen los relatos en los que sus amigos y conocidos van cayendo uno a uno presos o muertos. Y, según dice el autor, a veces ir preso, como le pasó a él, era una señal de suerte.

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CAPTURA DE PANTALLA CÉSAR GONZÁLEZ. El autor narra en la novela parte de su propia vida.

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