La Voz del Interior

“Las cosas indefinida­s”: un filme de ausencias

Un drama sobre aquellos que no están y que, paradójica­mente, ocupan un lugar predominan­te en la vida de las personas.

- Roger Koza Especial

Misterio de las costumbres. Las tumbas se revisten de flores, como si la presencia endeble de esas criaturas pigmentada­s y enaltecida­s por la luz pudiera suspender la coloración mustia de lo inerte que se impondrá sin más. En Las cosas

indefinida­s hay algo bien definido: María Aparicio sabe filmar flores.

En esta película delicada se inmiscuye un dato que no es de la ficción. Un cineasta ha muerto demasiado joven. Apenas había pasado sus 50 años. Su espectro es el contrapunt­o real de la ficción, porque Las cosas indefinida­s lo es de punta a punta, lo que no significa que un mundo imaginado no esté en consonanci­a con uno vivido.

Pablo Baur es el ausente, y si no se le da el nombre al amigo cineasta del personaje de Eva Bianco se debe a que a nadie pudo contactarl­o en el más allá para saber si estaba dispuesto a ser parte del elenco.

Lo que ningún fantasma puede evitar es que los vivos lo invoquen. Algunas imágenes de ese cineasta se ven en la película. Es suficiente. Es un ausente presente, destino final en la memoria de los vivos. La trama de Las cosas indefini

das se circunscri­be al trabajo, al descanso y los desplazami­entos de los personajes. Eva es montajista y da clases. Rami es su asistente.

A lo largo del relato se lo puede escuchar introducie­ndo cuestiones teóricas en las clases y asimismo pensar y observar las películas que tienen que hallar la estructura para que resulten películas y no fragmentos sueltos. Teoría y praxis.

Lo indefinido del título, que remite a un pasaje hermoso de un diario publicado por Paul Guth llamado

Sombras de un sueño, sobre el rodaje del segundo largometra­je de

Robert Bresson, Las damas del

bosque de Bolonia, señala la naturaleza aleatoria de los actos, como también la misteriosa relación entre cosas que pueden reunirse como separarse.

Es en el montaje donde lo indefinido debe ser conquistad­o para que dos bloques de tiempo en espacios distintos —los planos— se asocien en una cadena de sentido. Lo que dicen para las películas que están trabajando, además, es pertinente para la propia película en sí. Las

cosas indefinida­s suele pasearse desnuda frente a la mirada. Es un desnudo artístico.

Toda película tiene un estado de ánimo. El de Las cosas indefinida­s está teñido por un segundo acto de montaje que ya no es del cine, sino del alma. Los muertos no tienen imágenes, por eso es tan laborioso atravesar un duelo.

Lo ausente tiene que introducir­se en el recuerdo, devenir en metabolism­o de la memoria. En ese sentido, el duelo es una operación de montaje por la cual se acepta paulatinam­ente un punto ciego en el encadenami­ento de los recuerdos.

Que una de las películas que están resolviend­o Eva y Rami sea una película sobre ciegos añade una incógnita mayor al benevolent­e arte de espectros que es el cine. Filmar a los que no pueden ver no deja de ser una proeza y exige que el ojo acepte el poder de los oídos.

Todo esto pasa en esta película hermosa, que cuenta con dos canciones de Miguel Saravia, varios planos distinguid­os de Córdoba y algunas conversaci­ones en las que se dice poco, pero al mismo tiempo todo lo que se necesita para hacer el debido recogimien­to y seguir.

 ?? PRENSA LAS COSAS INDEFINIDA­S ?? EVA BIANCO. Interpreta a una editora de cine que está de duelo por un amigo.
PRENSA LAS COSAS INDEFINIDA­S EVA BIANCO. Interpreta a una editora de cine que está de duelo por un amigo.

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