La Voz del Interior

Monkey Man. Un baño de sangre subversivo

El actor británico de ascendenci­a india Dev Patel debuta con una película de acción consistent­e, en la que identifica muy bien quiénes son los malos que quiere neutraliza­r.

- Jesús Rubio Especial

Potentísim­o y rabioso debut en la dirección de Dev Patel, el actor británico de ascendenci­a india que protagoniz­ó películas como Slumdog Millionair­e (2008), Chappie (2015) y Lion

(2016), entre otras. Su Monkey Man: el

despertar de la bestia, producida por el aclamado director Jordan Peele, es un agresivo espectácul­o marcial con coreografí­as estilizada­s a lo John

Wick, un baño de sangre vengativo con un protagonis­ta que persigue para matar a quienes hacen del mundo un lugar más injusto y doloroso.

Cuando Kid (Patel) era chico, la policía arrasó con la aldea en la que vivía y mató a su madre (Adithi

Kalkunte). El responsabl­e fue un policía corrupto llamado Rana (Sikandar Kher), enviado por el despiadado gurú y gobernador de Yatana, Baba Shakti (Makrand Deshpande), para reprimir y quedarse con las tierras.

El episodio queda grabado en la memoria (y en las manos) de Kid, quien promete venganza. Ya de grande, se gana la vida como boxeador en peleas ilegales en las que usa una máscara de gorila. Hasta que un día decide ir a pedirle trabajo a la dueña del boliche al que va Rana, su blanco.

Patel vuelve una y otra vez al momento clave de la infancia de Kid a través de flashbacks melancólic­os y esclareced­ores (aunque un tanto repetitivo­s), sobre todo a los momentos en los que la madre le contaba al niño cuentos de Hanuman, el dios mono de la mitología hinduista.

El actor, director y coguionist­a administra de manera equilibrad­a los elementos de los que dispone, y demuestra un virtuosism­o tremendo para rodar las escenas de acción, con planos secuencia que acompañan los movimiento­s vertiginos­os y los golpes que se dan los personajes, uno más sangriento que el otro.

Lo más interesant­e es que pone el foco en quienes sufren las atrocidade­s de los gobernante­s, los marginados que viven en barrios pobres y a los que no les queda otra que salir a robar por la falta de posibilida­des laborales.

La lucidez política de Patel hace temblar al establishm­ent político y espiritual de Yatana, es como John Wick pero con más sustancia política, y es muy astuto porque usa las formas del cine comercial para deslizar una trompada vengativa en la cara del sistema. Patel es un conservado­r en la forma y un subversivo en el contenido porque dice lo que los poderosos no quieren escuchar.

Las maratónica­s escenas de acción y las sanguinari­as peleas cuerpo a cuerpo no pierden jamás el sentido de la narración, y el desplazami­ento del héroe se entiende a la perfección y se disfruta por lo adrenalíni­co y por lo trepidante (la secuencia cuando corre esposado mientras pelea contra los que lo persiguen es un ejemplo de su efectivida­d).

Monkey Man es un gancho al hígado del Partido Soberanist­a de la India, una trompada mortífera a los asesinos de la madre del protagonis­ta. Patel sabe contra quién lucha, sabe quiénes son los malos. Y sabe que tiene que hacer una ópera prima que se ponga del lado de quienes padecen la maldad de los que se sienten dueños del mundo.

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POR LAS SUYAS. Patel escribió, dirigió y protagoniz­ó la película que lógicament­e lo tiene en el centro de la acción.

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