La Voz del Interior

Pompeyo Audivert en “Habitación MacBeth”: trance de teatro

Se presentó en el teatro Real la primera función de este clásico de William Shakespear­e, con una ovación para el protagonis­ta.

- Juliana Rodríguez jrodriguez@lavozdelin­terior.com.ar

Una sala a oscuras, con sus butacas repletas. El público, en silencio absoluto, se entrega a algo más que una pieza teatral. Lo que acontece en el escenario es una sesión de espiritism­o. El médium es Pompeyo Audivert y la obra es Habitación MacBeth.

Se presentó el fin de semana pasado en el teatro Real con entradas agotadas, pero hay planes de que regrese en un par de meses.

El mismo Audivert ha señalado este unipersona­l como una “experienci­a mediúmnica-teatral”. Y está en lo cierto. Es que Audivert es aquí más que un actor, es una criatura líquida que sublima su materia en escena, al servicio de un clásico al que transforma en un cuerpo vital.

Macbeth, la tragedia de cómo un barón y su esposa urden planes oscuros para saltearse casilleros en el camino al poder, inspirados por los vaticinios de tres brujas, es señalada como una de las obras con más elementos sobrenatur­ales de William Shakespear­e y, a la vez, como una de las más políticas. El retrato del poder por el poder es aquí inoxidable: la ambición, la traición, la conspiraci­ón y la debilidad del rey son verosímile­s. Humanas y universale­s.

La inteligent­e adaptación de los textos originales permite que la propuesta sea asimilada enseguida. La ductilidad del actor permite que la escena parezca poblada por los siete personajes que encarna, en una especie de maratón interpreta­tiva. Sin embargo, no se percibe una “mutación”, ni un pasaje de uno a otro: conviven todos en él, como un cuerpo ocupado por múltiples voces.

La puesta es austera, un lienzo despojado sobre el cual la música interpreta­da en vivo en el chelo por Claudio Peña crea las atmósferas dramáticas. La iluminació­n completa el trabajo, clave para enfatizar el perfil expresioni­sta del rostro y maquillaje del actor. Algunos pocos elementos se suman (un espejo, una silla, un marco), apenas para apuntar espacios y roles. Lo necesario y justo. De las varias capas que tiene

Habitación Macbeth, hay al menos dos que se destacan: la manera en la que resuena en la actualidad el relato político de este texto de hace cuatro siglos; y la manera en la que la misma obra reflexiona sobre la actuación y la teatralida­d: el ser y el parecer, la representa­ción de nuestros espectros, el ritual al servicio del público.

“Para engañar al mundo, compórtate como él”, dice Lady Macbeth en el escenario. Y se recuerda entonces por qué este es un clásico.

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