EJERCICIOS DE AUTO-OBSERVACION
CUARTA PARTE
«Tenéis que contemplar vuestra mente como contempláis a un lagarto que se escurre, deslizándose de un lado a otro de la pared, viendo sus cuatro patas, cómo se adhiere a la pared... Tenéis que contemplarlo y, mientras lo contempláis, veis la delicadeza de sus movimientos. Así, de la misma manera, contemplad vuestro pensamiento: no lo corrijáis, no lo suprimáis, simplemente contempladlo ahora, en este mismo momento» (Krishamurti)
Este bloque de prácticas tiene como objetivo concentrar la atención en objetos internos, es decir, pertenecientes a nuestra experiencia interior, de manera que enfocamos la atención sobre las sensaciones e impresiones que experimentamos en los distintos niveles de nuestro ser: sensaciones corporales, emociones y pensamientos.
Consiste en la observación desinteresada de lo que sucede dentro de nosotros en el momento presente, en el aquí y el ahora en que tiene lugar la experiencia, sin dejarse atrapar en la red del pensamiento discriminativo. La tarea a realizar es la de registrar escuetamente cualquier cosa que aparezca en nuestra conciencia, tal y como aparece, reseñando desapegadamente cómo las impresiones surgen, permanecen y desaparecen, asumiendo una actitud de testigo imparcial en la que discernimos los fenómenos que experimentamos con la máxima minuciosidad, hasta conseguir que salgan a la luz sus características fundamentales. Este tipo de atención desinteresada produce una “visión cabal y penetrante” (puñña en la terminología budista) de los fenómenos, a los cuales vemos bajo sus tres características esenciales: impermanencia, sufrimiento, e insustancialidad.
El fin de este proceso de visión es hacernos conscientes de cómo nuestra mente interpreta los hechos y crea los samskaras. Partiendo de una impresión recibida en el presente, la mente se lanza a un proceso de ideación con el que interpreta el objeto con respecto a sí misma para hacerlo inteligible en términos de sus propias categorías y presunciones. Lo efectúa postulando conceptos, ensamblando los conceptos en construcciones, para luego entretejer éstas en esquemas interpretativos complejos que, al proyectarse sobre el objeto, lo encubren y deforman, de manera que ya no lo percibimos como es en sí, sino a través de una “máscara” mental. Como este proceso tiene lugar
dentro de nuestra mente, ésta constituirá el objeto sobre el que focalizaremos nuestra atención concentración.
MEDITACION VIPASSANA
Esta práctica tiene como objetivo observar los pensamientos de manera desapegada, sin identificarnos con ellos, colocándonos ante nuestra mente en la actitud de testigo, que asiste al surgimiento, permanencia y desaparición de las ondas mentales, limitándose a registrarlas. El proceso es parecido a ver una película: contemplamos cómo se suceden las imágenes en una pantalla, pero mantenemos una distancia con ellas, no nos implicamos, no nos identificamos con lo que estamos viendo, pues sabemos que la realidad de lo que sucede en esa pantalla es ilusoria.
Otra imagen que puede ayudarnos en esta actitud de desidentificación de nuestros pensamientos es la de verlos pasar con sus formas variadas como pasan las nubes en el cielo. No se trata ni de fomentar las ondas mentales enredándose con ellas, entrando en su juego alucinatorio, ni de reprimirlas, pues, como dice la frase, “mata un mosquito, y vendrán mil más al funeral”.
Esta práctica difiere de la anterior en que aquí los pensamientos no son considerados como distracciones que nos evaden de un tema de concentración, sino que son el mismo objeto sobre el que fijamos nuestra atención. A medida que ésta se mantiene sin interrupción contemplando los estados mentales que surgen y desaparecen, irá surgiendo en nosotros la visión cabal y penetrante de la naturaleza mental, haciendo entonces una serie de descubrimientos importantes.
Lo primero que se comprende es que los fenómenos contemplados son distintos de la mente que los contempla. El meditador sabe que la conciencia es distinta de los objetos que percibe. Ahondando en esta comprensión, se percibe entonces que tanto la conciencia como los objetos carecen de yo, que surgen como efectos de sus causas respectivas, no como el resultado de la dirección de algún agente individual. Cada momento de la conciencia se produce de acuerdo con su propia naturaleza, al margen de la propia voluntad. Se llega entonces a tener la certeza de que en ninguna parte de la mente puede detectarse ninguna entidad permanente.
Continuando la práctica de la percepción, se observa que la mente contempladora y los objetos contemplados van y vienen siguiendo una secuencia incomprensible, un flujo continuo que renueva a cada instante sus contenidos, en una cadena interminable. Con esta comprensión, se conoce la verdad de la impermanencia y la transitoriedad.
La conciencia de esta verdad lleva al sufrimiento, al sentir el desencanto de que nuestra realidad privada carece de yo y es siempre cambiante, y lo que cambia constantemente no puede ser la base de ninguna satisfacción duradera. Todo esto lleva a la ecuanimidad y el desapego de los contenidos de la conciencia.
Tras estas comprobaciones, se abre todo un proceso interior que lleva al nirvana, a la iluminación, pero éste no es el objetivo que buscamos, sino que nuestras pretensiones son mucho más modestas, en el sentido de que esta práctica —y de todas las que incluimos en el libro—, es aquietarnos, aumentar nuestros niveles de bienestar, favorecer un autoconocimiento que amplíe y profundice nuestra conciencia.
A partir de aquí te vamos a dar ejemplos de mandalas a color para que puedas calcarlos y colorearlos a tu gusto, crear los tuyos propios y moldes sin colorear para que los puedas pintar a tu gusto.