Las frases sagradas: LOS MANTRAMS
«En el principio era el Verbo, y el Verbo era Dios, y el Verbo estaba con Dios». Esta afirmación bíblica se encuentra presente en todas las tradiciones espirituales, donde se identifica a Dios con su Nombre, hasta el punto de que la repetición del nombre
Esta práctica recibe distintos nombres: mantra en el hinduismo; dhikr en el sufismo; letanía o jaculatoria en el cristianismo; incluso en la corriente amidista del budismo se contempla la repetición del sagrado nombre de Amitabha, entidad que ayuda a los adeptos en su camino de liberación. Sólo el judaísmo se aparta de esta práctica, pues para él Dios es el “innombrable”.
El nombre divino es una energía mística contenida dentro de una estructura de sonido. En efecto, el sonido es vibración, energía con una determinada longitud de onda. En el compuesto humano, la energía circula siguiendo unos canales (nadis en la terminología del yoga), organizándose en torno a unos centros llamados chakras, que se encuentran en el cuerpo astral en número de siete, los cuales se corresponden a nivel físico con determinados plexos nerviosos. Estos chakras vibran con diferentes energías, de modo que los más elevados tienen más alta frecuencia vibratoria que los más bajos. Siendo así, es posible activar estos chakras usando sonidos determinados y específicos, cuya longitud de onda armonice con ellos. Los nombres divinos son, pues, sonidos sagrados que despiertan en nosotros energías elevadas.
El nombre divino es la deidad misma. El pensamiento, la forma y el sonido son la misma cosa, aspectos diferentes de una longitud de onda particular o, en otras palabras, la misma energía vibrante, manifestada en diferentes niveles de conciencia. Las vibraciones del sonido, hechas con concentración y devoción, son capaces de dar lugar a la forma divina en la conciencia del aspirante. Otra función del nombre divino es la que podría llamarse “mágica”, en tanto
que gran número de las frases sagradas que se repiten tienen efectos concretos a la hora de conseguir determinados resultados prácticos. Por ejemplo, algunas protegen de accidentes, otras procuran buena fortuna, otras ayudan a combatir malos hábitos... Junto a esta función mágica, basada en la protección, que hace posible usar estas frases con vistas a obtener demandas concretas, cada una tiene sus propios efectos espirituales en la conciencia del aspirante, pues la característica esencial de los mantrams es que están adaptados a la personalidad y vocación particular de cada uno. De ahí que la gran mayoría de ellos deban ser proporcionados al aspirante por un maestro experimentado que conozca tanto la energía del mantra como la del discípulo, proporcionándole aquella frase específica que opera la iniciación del postulante, a la vez que le transmite su propia energía. Esto es lo que se conoce como “activar” el mantra. Sin esto, la repetición divina pierde gran parte de su eficacia.
Esta individualización del mantra, junto al hecho de que buen número de ellos son muy poderosos y encierran peligros si no se usan correctamente, hace que esta práctica sea inviable para la gran mayoría de nosotros, que no tenemos generalmente a un maestro experto que nos guíe en el uso de esta fuente de poder.
Dentro de nuestra cultura, el cristianismo tiene en sus “letanías” y “jaculatorias” el equivalente de los mantras y los dhikrs. Al ser mucho más próximas a nuestra mentalidad, éste será el tipo de frase sagrada que usaremos en nuestra práctica.
En cuanto a ésta, la técnica consiste en elaborar una lista de frases referidas a Dios y al aspecto bajo el cual necesitamos la conexión con Él. Por ejemplo, la frase “Dios es paz” nos hace considerar la presencia divina bajo el aspecto de algo que necesitamos (la paz) en un momento dado. Igualmente, podemos decir que “Dios es amor”, “Dios es perdón”, “Nada temo en Dios”, “Dios mío, ten misericordia”, etc., dependiendo la frase a elegir de nuestra necesidad concreta. Lo que es importante subrayar es que es esencial hacer una referencia clara a Dios, pues no olvidemos que estamos trabajando ya al nivel espiritual, donde es preciso hacer una conexión con el ser interno. Si nos decimos, por ejemplo: “No tengo nada que temer”, estaríamos todavía dentro del nivel emocional, pues no habría una conexión clara con nuestro ser divino. Mejor sería decir: “Dios es mi fortaleza. Nada temo”, o alguna frase parecida donde se asocie la presencia de Dios con la ausencia de miedo.
Cada cual puede hacerse su lista de frases significativas, eligiendo aquellas que hagan referencia a las cualidades que necesita poseer, y a aquellas necesidades que precisa satisfacer. Si, por ejemplo, nuestro problema central tiene que ver con el miedo, elegiremos una frase como la ya descrita. Si fuera el perdón, valdría, por ejemplo: “Dios es el amor en el que perdono”... Dios es Uno, pero tiene muchos atributos y manifestaciones, muchos aspectos, muchos nombres: es amoroso, comprensivo, fuerte, poderoso, misericordioso, creador, fuente de paz, santo, protector, etc. Lo mejor sería elegir aquel nombre que más nos resuene y recitarlo como práctica base, utilizando luego algunos otros nombres secundarios para conseguir otras cualidades que no sean tan centrales en nuestra personalidad, dependiendo de nuestros estados de ánimo transitorios.