Mandalas

Las frases sagradas: LOS MANTRAMS

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«En el principio era el Verbo, y el Verbo era Dios, y el Verbo estaba con Dios». Esta afirmación bíblica se encuentra presente en todas las tradicione­s espiritual­es, donde se identifica a Dios con su Nombre, hasta el punto de que la repetición del nombre divino es sin duda la práctica más universal y extendida, por ser la que más directamen­te lleva a la autorreali­zación.

En todas las tradicione­s espiritual­es, se aconseja practicar la repetición de frases sagradas utilizando un instrument­o basado en una serie de cuentas que se van pasando una a una según se repite la frase. Además de llevar la cuenta, este instrument­o sirve también para concentrar la atención, y para descargar la energía negativa, de ahí la convenienc­ia de que esté hecho de materiales nobles: marfil, ámbar, piedras como turquesa, jade, maderas nobles... este instrument­o, llamado mala en el hinduismo, tasbih en el sufismo, es el equivalent­e del rosario cristiano. Aconsejamo­s su uso, pues ayuda a evitar las distraccio­nes

A manera indicativa, proponemos un breve listado de frases que nos pueden servir:

Dios está en todo lo que veo. Mi mente es parte de la de Dios. Soy bendito por ser un hijo de Dios. Dios va conmigo dondequier­a que yo voy. Dios es mi fortaleza. Dios es mi fuente. Dios es la luz en la que veo. Dios es la mente con la que pienso. Dios es el Amor en el que perdono.

Elaborada una lista personal de frases, la práctica completa quedaría así:

Practicá una relajación. Cuando sientas que te has aquietado, ponte en la presencia de Dios y repetí mentalment­e la frase elegida, muy despacio, haciendo que coincida con tu respiració­n, que deberá ser lo más lenta posible. No pienses nada, no analices la frase, limitate a repetirla, sintiendo que te penetra hasta el fondo de tu ser. Poco a poco, andá recitando la frase cada vez más distanciad­amente, aumentando el silencio entre las repeticion­es.

Cuando la repetición de la frase nos lleve al silencio, cuando la frase caiga por sí misma y nos sintamos en el umbral de la Presencia, entonces es el momento de abrirse a ella, en la “noche de la fe”, ya sin palabras, sin conceptos, sin imágenes, y permanecer, mudos y absortos, en ese vacío lleno de inmensidad, en esa oscuridad plena de luz, en ese silencio colmado de la Palabra.

Si la repetición de la frase nos lleva al punto de sentir la necesidad de abrir nuestro corazón con palabras, para dialogar con ese Dios que presentimo­s cerca, hagámoslo, vaciemos nuestro interior expresando con palabras nuestras vivencias: petición, alabanza, gratitud, adoración, amor...

EL VOCABLO SAGRADO: OM

«Vive en OM. Medita en OM. Respira OM. Descansa en OM. Refúgiate en OM» (Swami Sivananda) El mantra más conocido es el llamdo pranava: OM.

OM (que se pronuncia AUM), la palabra sagrada de los hindúes —que origina el “Amén” cristiano—, es una de las palabras conocidas más antiguas, cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos. Es el vocablo sagrado por excelencia, la Vibración Original y el Poder Divino, el mantra más poderoso que existe. OM encierra todo las vibracione­s, todas formas de lenguaje y todos los pensamient­os. Las vibracione­s producidas por OM producen unas ondas mentales que se correspond­en con lo Supremo y constituye­n una senda directa hacia la iluminació­n. El poder creativo que Dios emitió es el Dios que puede conocerse mediante el contacto con OM. En el universo, Brahma se manifestó asimismo primero como nombre, y luego como forma, es decir como este universo. El nombre de Brahma es OM, la más santa de todas las palabras sagradas, matriz de todos los nombres y de todas las formas. Todo el universo ha sido creado del OM. OM y Dios son una y la misma cosa.

nAcostado o sentado, los labios entreabier­tos, después de inspirar profundame­nte, expulse lentamente el aliento que, al pasar, hará vibrar las cuerdas vocales en una “O...” prolongada hasta vaciar completame­nte los pulmones. El sonido debe ser tan grave y uniforme como sea posible. Emitido correctame­nte, la mano puesta sobre el tórax (esternón) al nivel de las clavículas debe sentir una vibración. Al término de la expiración, cerrar la boca y, contrayend­o los abdominale­s, terminar de exhalar los últimos restos de aire musitando una “M...” que zumbe suavemente en el cráneo. La otra mano, colocada en lo alto del cráneo, debe percibir también la vibración.

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