Medio ambiente
UN GRUPO DE MUJERES AMBIENTALISTAS
cóndor PROCURA SALVAR AL DE LA EXTINCIÓN.
LAS MUERTES DE ESTAS AVES, QUE VAN EN AUMENTO, NOS ADVIERTEN SOBRE
plaguicidas LOS RIESGOS DE LOS
PRESENTES EN LOS ALIMENTOS QUE
COMEMOS A DIARIO.
Justo en el centro de lo que fue por décadas el zoológico de Buenos Aires, ahora convertido en Ecoparque, hay una pequeña isla selvática que, con sólo cruzar el umbral, nos transporta a otra dimensión inesperada. El silencio reinante nos hace olvidar que a pocos metros está una de las arterias más concurridas de la ciudad. Parece increíble, pero la magia de la vegetación crea un oasis que impide el paso de los ruidos nocivos. Allí, como etéreos personajes de una ficción se desplaza con pisadas livianas, en silencio y sin hablar, un grupo de mujeres que bajo un aspecto sutil y delicado, esconde a verdaderas guerreras defensoras de la naturaleza.
En ese sector escondido camuflado y protegido por incontable cantidad de plantas que crean una atmósfera relajante y tranquila, funciona el PCCA, el Programa de Conservación Cóndor Andino: el ave sagrada para Latinoamérica. La iniciativa no es nueva, ya lleva funcionando más de dos décadas, pero el deterioro acelerado que sufrió el medioambiente en los últimos años hizo más que necesario multiplicar el trabajo y sumar más voluntarias decididas a dar batalla con sus profesiones y también entrega de gran parte de sus vidas personales.
Las estadísticas lo dicen todo. Se estima que a lo largo de toda la Cordillera de los Andes existen tan sólo 6700 cóndores. En Venezuela y en Colombia ya están extintos y en Argentina está en vías de desaparecer si las legislaciones necesarias para resguardarlos siguen ausentes.
Los pueblos originarios consideraban al cóndor el ave regente porque todo en él es simbólico. Creían que era el emisario para llevar las plegarias a los Dioses y todo lo que le sucedía contenía un mensaje trascendente para el mundo.
“Del mismo modo que los cóndores están muriendo envenenados, lo estamos haciendo nosotros con los alimentos que comemos a diario. No es casual que haya tantos niños enfermos con patologías antes nunca vistas”, lanza con desesperación Vanesa Astore, bióloga y Directora Ejecutiva del programa que rehabilita cóndores con técnicas minuciosas, sin contacto humano (ni visual ni auditivo) para que puedan volver a la naturaleza.
Vanesa relaciona concretamente a las causas de muerte de las majestuosas aves con nuestra salud: tan sólo el 5% se produce por motivos naturales y el 95 restante por cuestiones antrópicas, es decir generadas por el hombre, como cableados eléctricos, caza furtiva y, lo peor de todo, por el consumo de animales muertos envenenados.
Otra bióloga del equipo, Rayén Estrada completa la idea. “Los ganaderos, al ver atacado el ganado por pumas, zorros o perros asilvestrados que afectan sus intereses utilizan cebos con altas dosis de venenos. Muchos de esos se venden libremente, inclusive algunos como el carbofurano está prohibido en casi todo el mundo, menos en Argentina. Lo más alarmante es que esos plaguicidas son los mismos que se usan para las plantaciones, es decir para la producción de todo lo que forma la canasta básica de los argentinos: frutas, verduras y alimento que se le da al ganado”, asegura
Un informe del Senasa (Servicio de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) ratifica sus afirmaciones. Un relevamiento hecho en el Mercado Central de Buenos Aires demostró que el 62% de los alimentos poseen residuos agroquímicos. Al respecto, Astore agrega con sarcasmo: “antes la manzana envenenada la daba la bruja de los cuentos; ahora la entrega el verdulero del barrio”
MUCHA DEDICACIÓN
Además de haber sido el mentor de obras como la de Dian Fossey con los gorilas o la de Birutè Galdikas con los orangutanes, el antropólogo Louis Leakey ( 1903-1972) se animó a confirmar una gran verdad sobre el género: “las mujeres son más intuitivas y mejores observadoras” y Nature Conservancy sostiene que la participación femenina en la conservación vuelve el resultado más eficaz. Basta con ver a estas mujeres observar en silencio a las aves, preparar el alimento de los que están en cautiverio o pichones recién nacidos, o el trato cuidadoso que requiere la incubación de un huevo, para percibir puro
instinto maternal. “Y si, somos un pequeño ejército que tenemos la protección y el amor muy a flor de piel. Esto requiere mucha entrega –dice Astore- Un 1 de enero cayó un cóndor herido cerca de la cordillera y nadie dudó. Nos pusimos a coordinar todo desde la madrugada, abandonamos fiesta y familias y el 2 de enero el animal ya estaba en Buenos Aires con los veterinarios”.
La vida de cualquier persona se transforma con la llegada de un hijo y así sucedió con las vidas de estas mujeres tras cada nacimiento o salvataje.
“De tanto ver carne en putrefacción y venenos, me convertí en vegetariana. Consumo productos orgánicos porque lo que hoy llega a nuestras mesas no es la calidad que comíamos de chicas. El cóndor me guió para amigarme con la cocina, con el tejido y hasta con usar pollera. La falda es energética. Te conecta con la tierra y te reconfirma como mujer. Este ave atravesó mi vida con sus mensajes y creo que lo mejor que puedo hacer es ver más allá y convertir el dolor en acción para que se difunda lo que sucede. Que tantas muertes no sean en vano”, comenta emocionada la directora.
Entre aves recuperadas y pichones nacidos en cautiverio (de aves que vivieron siempre en zoológicos y no pueden ser liberadas) son 178 los ejemplares reintegrados a la naturaleza. Parece poco pero es gigante considerando los años de trabajo intenso que requiere. Se los libera con rastreador satelital que dura dos años por lo cual pueden saber en ese tiempo si sobrevive o no.
“Hasta ahora las estadísticas nos demuestran que el trabajo hecho es bueno. Pero antes nos llegaban tal vez 14 ejemplares afectados, ahora vienen de a 50 y gran parte muertos como los 34 que cayeron recientemente en Mendoza. Por lo cual las agresiones aumentaron y, además de difundir y educar, debemos lograr la ley de trazabilidad para que comprar un veneno también requiera de la prescripción de un especialista, como sucede con los medicamentos. No pueden usarlos libremente”, enfatiza el grupo.
Desde los orígenes, el Programa une la ciencia con la Cosmovisión. Por lo cual interpretar sus mensajes nos obliga a recapacitar sobre cómo consumimos, qué consumimos y el modo en que nos relacionamos con el ambiente.
“Mis abuelos viven en un campo en el norte jujeño. Están felices por mi felicidad y porque pueda trabajar de lo que estudié, pero no entienden mucho del por qué suceden estas cosas –cuenta Rayén- Cada vez que viajo a liberar un cóndor voy a visitarlos y reflexiono mucho sobre los orígenes. Creo que para desdendientes de los pueblos originarios, como yo, es vital rescatar y preservar valores y el modo ancestral de convivir con la naturaleza”.
EL PROGRAMA DE CONSERVACIÓN ES AMPLIO. COMPRENDE CAMPAÑAS EDUCATIVAS EN LOS
LUGARES DONDE LOS CÓNDORES SE VEN AFECTADOS. CHARLAS PARA ADULTOS Y MUCHA INSTRUCCIÓN SOBRE TODO EN LOS NIÑOS PARA DESPERTAR CONCIENCIA, RESPETO Y SENSIBILIDAD.
El apoyo internacional, especialmente de empresas francesas, aportó el dinero para estudiar a estas aves más en profundidad. De ahí se eligió la plataforma de liberación en Pailemán, Río Negro. Cada animal que vuelve a la cordillera se acompaña con una ceremonia y rituales aborigenes. Se rinde honor a la Pachamama y se eleva una plegaria para que el cóndor la ascienda a los Cielos.
“La primera vez que fui a una liberación me tocó el pie del Aconcagua. La emoción fue tal que no paraba de llorar. Juré que si ese animal volaba haría la carrera de Guardaparques y volveria a agradecer. Y lo logré”, cuentra entre lagrimas Gisella Chapero quien jura que el ave la guió en su vocación.
Cada miembro del equipo cuenta con decenas de anécdotas que ratifican que el pájaro sagrado siempre enseña. Tal vez la más elocuente sea la de Gisela Espinillo quien con tan solo 19 años recibió una gran enseñanza.
“Nunca voy a olvidar a Numpi, una condorita que vino de Santa Cruz. Habia llegado con una infección tremenda en las patas y no hubo más remedio que amputarle los dedos. Estuvimos años tratando de que volviera a ser libre, pero no se pudo. Ella se paraba sobre el alimento y miraba fijo al horizonte. Sabia que sin sus garras no podría alimentarse sola. No comió más hasta que murió. lloré sin consuelo, pero me dejó el claro mensaje que la vida hay que vivirla con calidad y dignidad y que si no se puede, es mejor aceptar lo inevitable como parte del proceso”.
Los gritos silenciosos se replican en todo el territorio y está más que clara la necesidad urgente de mutar hacia buenas prácticas agrícolas y más respetuosas de las napas, de agua, del aire y de los animales. Las aves nos están avisando y está en nosotros querer escuchar.