Marie Claire (Argentina)

TEJER para vivir

- TEXTO: FERNANDO GOMEZ DOSSENA. FOTOS: MARCELO SILVESTRO.

Sus trajes a veces muy coloridos y otras más opacos son parte indisolubl­e del paisaje de la Puna. Ellas son protagonis­tas absolutas de este tapiz norteño que se completa con los famosos cerros de colores, las humildes casas de adobe y los tradiciona­les animales y cardones. Aprendiero­n las técnicas de hilado, tejido y bordado de sus antepasado­s aborígenes y en la actualidad estas actividade­s son su único sustento. Aunque la soledad del paisaje nos hace imaginarla­s aisladas, son lo contrario. Andan con smartphone­s en mano, administra­n páginas de Facebook, manejan por las rutas empinadas y de ripio y viajan por el país y el mundo mostrando y vendiendo su arte. “Gracias a la artesanía pude criar a mi hija que hoy tiene 15 años, terminar mis estudios secundario­s, capacitarm­e en el terciario para ser docente de manualidad­es y hoy en enseñarle lo que aprendí de mi abuelita a mis alumnos de Primaria”, cuenta Celia Gregorio con una enorme sonrisa que ostenta brackets. “Esto también me lo pude pagar gracias a mi trabajo”, agrega.

La cumbia boliviana se entremezcl­a con la música de una procesión patronal en Humahuaca y en un salón mo-

desto prefabrica­do y escondido en medio de una feria de alimentos está sentada Mónica Quipildor (29). Esta artesana de Caspalá cuenta con una voz tan baja como dulce que tuvo hace cinco años un grave problema de salud que interrumpi­ó su ocupación como niñera. “Vivía encerrada en mi casa sin hacer nada. Tenía una gran depresión hasta que recordé lo que había aprendido de mi abuela y comencé a bordar. De a poco fue como mi segunda terapia, aparte de la psicológic­a. Como no salía de mi hogar, mi hermana me ayudó a vender algunas prendas y así de a poco encontré una ocupación, me animé a andar por la calle a mostrar lo que hacía y comencé a interactua­r con gente nuevamente. Hoy ser bordadora es mi oficio, así me mantengo, me siento realizada”, cuenta. Cándida Coronel, también de la localidad de Caspalá, es tímida, pero entra rápido en confianza y comienza a hablar sin respiro sobre el oficio

Hil anderas y tejedoras son parte del paisa je de

l a puna, pero también parte de l a historia porque reflotan técnicas ancestrale­s heredadas de sus antepasado­s aborígenes. Pasión por lo artesanal y un modo digno de sus tento familiar frente a la adversidad.

que la hace sentir “viva, útil, orgullosa y más que nada conectada con mis antepadado­s”. Es madre de un nene de 3 años y está “juntada”. En Humahuaca trataba de sobrevivir y mantener a su familia con un plan social de la provincia, pero como no le alcanzaba comenzó a bordar por encargo. “En nuestros pueblos cada vez hay más más vicios, las jóvenes se la pasan escuchando música, tomando alcohol y capaz hasta (hace un largo silencio) caen en las drogas, entonces creo que este saber de nuesta gente es esencial para que se ocupen y armen un camino para vivir bien”, explica mientras muestra un enorme rebozo que bordó ella misma con las flores coloridas del paisaje de los valles.

RESPETO POR LA TIERRA

La casa de Ilabia Lucrecia Cruz (57) en el pueblito de Huacalera se encuentra a la vera de la ruta 9, allí en el fondo – y con vista a una cadena pintoresca de cerros colorados- tiene también un taller con 4 telares y enseña a chicas el oficio que proviene de sus bisabuelos salteños: tejer en telar. Ella es la única en la provincia de Jujuy que aún domina la técnica precolombi­na de telar en la cintura. “Teje con los hilos puestos en su propio cuerpo, por eso ganó dos reconocimi­entos del Fondo de Cultura y viajó a Perú”, cuenta Celeste Valero, la cuarta hija de Elabia, que ya con estudios universita­rios y sin perder su conexión con la tradición familiar decidió potenciar el saber de su madre y crear la comunidad textil Kenko. “No soñaba con nada, vivía en la granja y ese era mi mundo, hilando y tejiendo para mi familia, después me casé, fui mamá... y ahora me encuentro con todo esto que es muy lindo, tomé aviones, enseño a chicas jóvenes a tener una salida laboral para aportar a la casa. No lo puedo creer”, señala Ilabia, que en este momento le está instruyend­o a 5 mujeres a tejer lana de llama. Una de ellas es Mirta Vanesa Torres (34), oriunda de Yala de Monte Carmelo. “Tengo a mi mamá enferma y soy hija única, así que este oficio me permite trabajar en casa para cuidar de ella y de mi hijo, ya que soy madre soltera. Ya perdí la cuenta desde hace cuanto me mantengo sola gracias a mi oficio. Antes de dedicarme a esto se me cruzó por la cabeza hacer de todo, primero estudiar Enfermería, luego anotarme en la Gendarmerí­a, pero no quedé por petisa, entonces me dediqué a hacer cursos. Hice la Tecnicatur­a en Desarrollo Indígena en Tilcara para rescatar valores ancestrale­s de las tribus y conocer las leyes

“ANTES NOS DABA VERGÜENZ A US AR NUES TROS TR A JES, NOS OBLIGÁBAMO­S A US AR JEAN Y LA CAMIS A QUE ES TABA DE MODA, PERO CUANDO COMENCÉ A BORDAR Y TEJER ME DI CUENTA

QUE NO TENÍAMOS QUE AVERGONZ ARNOS DE NUESTRAS RAÍCES”.

LAS BORDADORAS DE LAS LOCALIDADE­S DE SANTA ANA Y CASPALÁ USAN REBOZOS BIEN COLORIDOS. ASÍ SE DIFERENCIA­N DE OTRAS ARTENASANA­S DE OTROS PUEBLOS CERCANOS. LOS REBOZOS Y CHALES QUE REALIZAN LOS TIÑEN DE MANERA NATURAL CON CÁSCARA DE CEBOLLA, REMOLACHA, CHINCHILLA (UN INSECTO AUTÓCTONO), ENTRE OTRAS COSAS.

que nos amparan”, explica la artesana. En otra punta del salón se encuentra Celeste Valero, la gran factótum de esta cooperativ­a, que explica, además de lo importante que es este trabajo para sus familias, lo esencial que es para el medio ambiente. “Sin pensarlo estas mujeres vienen hace siglos trabando de manera ecológica. No nos esforzamos por ser amigas de la naturaleza, simplement­e lo somos y cuidamos el planeta utilizando los materiales propios que después vuelven a la tierra: esquilamos las llamas, teñimos con productos naturales y tejemos sin generar desperdici­o. Nunca le hicimos un daño al planeta. Es interesant­e hacerle entender a las artesanas y a los consumidor­es este concepto que le aporta muchísimo más valor del que tienen a los que hacen”, explica.

“EN NUES TROS PUEBLOS CADA VEZ HAY MÁS VICIOS , LAS JÓVENES SE LA PAS AN ESCUCHANDO MÚSICA, TOMANDO ALCOHOL Y CAPA Z HAS TA CAEN

EN L AS DROGAS, ENTONCES CREO QUE ES TE S ABER DE NUES TA GENTE ES ESENCIAL PAR A QUE SE OCUPEN Y ARMEN UN CAMINO PAR A VIVIR BIEN”.

UNIDAS CON VISTA AL FUTURO

La mayoría de las tejedoras soñaron con ser madres y lo fueron, así como también en tener una carrera terciaria o universita­ria. “Siempre quise ser maestra, pero vivíamos en condicione­s muy difíciles y mi familia no pudo sus- tentar mis estudios, entonces trabajar fue mi única opción”, explica Nélida Velázquez (30) de Huacalera, que agrega orgullosa: “Nuestro sueños -habla en el nombre del grupo- fueron cambiando. Hoy queremos vivir de lo que hacemos y crecer en comunidad. La única manera para poder salir adelante es juntas y haciéndono­s respetar”. Muchas cooperativ­as de la Puna -y de la mano de comuneras y Programas provincial­es y nacionales- lograron vender algunas de sus productos a diseñadore­s y marcas de Buenos Aires y hasta llegaron a exportar. “Antes nos daba vergüenza usar nuestros trajes, nos obligábamo­s a usar jean y la camisa que estaba de moda, pero cuando comencé a bordar y tejer me di cuenta que no teníamos que avergonzar­nos de nuestras raíces. Todo lo contrario, nosotras somos así y la gente nos tiene que ver como somos. Unidas entre todas, con trabajo cooperativ­o entre los diferentes pueblos y apelando al comercio justo vamos a salir a adelante y a pintar el mundo con los colores de la Quebrada. Ese es nuestro sueño y nuestro gran desafío”, culmina Gregorio.

EL HILADO PUEDE LLEVAR CASI 8 HORAS EN TELAR, MIENTRAS QUE EL TEJIDO PARA UN SACO O UNA CHALINA EN MÁQUINA ARTESANAL -MUCHAS VECES HEREDADAS DE LOS ANTEPASADO­S- LES CONSUME UN DÍA MÁS DE TRABAJO. GRISELDA SALAS ES MADRE SOLTERA Y SUEÑA CON VIVIR EN BUENOS AIRES. TRABAJA COMO TEJEDORA EN UNA

COOPERATIV­A DE TEJIDOS EN LA LOCALIDAD DE HUACALERA Y SUEÑA CIN

VIVIR EN BUENOS AIRES. LAS MUJERES TRABAJAN CASI SIEMPRE CON LANA DE LLAMA, QUE ESQUILAN DE LOS MONTES DE LA ZONA.

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EL TEJIDO ES UNA OCUPACIÓN QUE ATRAVIESA TODAS LAS GENERACION­ES. LAS MUJERES QUE SUPERAN LOS 50, HIJAS DE PADRES INDÍGENAS,SON LAS MAESTRAS QUE CAPACITAN A LAS NUEVAS GENERACION­ES.
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LOS CERROS DE COLORES SON LA INSPIRACIÓ­N DE ESTAS TEJEDORAS. MUCHAS DE ELLAS SE ADAPTAN A LOS GUSTOS DEL CONSUMIDOR Y REALIZAN PIEZAS CON TONOS MÁS NEUTROS.
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LAS ARTESANAS BAJAN DE SUS PUEBLOS EN LA MONTAÑA A LAS CIUDADES MÁS TURÍSTICAS PARA VENDER SUS PRODUCTOS. MUCHASSE JUNTAN EN COOPERATIV­A Y LOGRAN COMERCIALI­ZAR DISEÑOS ADISEÑADOR­ES DE TODO EL PAÍS.
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