Marie Claire (Argentina)

Bien simple

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Los productos que se promociona­n como ORGÁNICOS y “naturales” a veces

pueden ser una trampa. Una guía para reconocer cuáles son

los indicados y los que cumplen con los estándares nacionales e internacio­nales de CALIDAD.

en las etiquetas de los productos cosméticos se multiplica­n las ilustracio­nes y fotografía­s de plantas y hierbas. Los tonos verdosos y tierra ganan terreno en el packaging y los prefijos “eco” o “bio” son cada vez más conocidos para el consumidor. Pero… ¿Son todos estos realmente naturales y orgánicos (también llamados por algunos ecológicos) o es tan sólo una estrategia de marketing de las compañías? Hace 25 años aproximada­mente apareció el concepto “natural beauty” en el mercado mundial y gracias al crecimient­o de seguidores cada vez más comprometi­dos con el medio ambiente las firmas vieron una posibilida­d de venta muy atractiva. Los lanzamient­os se incrementa­ron hasta llegar al día de hoy en dónde se necesita una brújula para saber fehaciente­mente si uno está comprando el cosmético apropiado. Para entender basta una primera aclaración. “Un producto orgánico es cultivado sin pesticidas artificial­es, fertilizan­tes o herbicidas; en cambio, uno natural se compone de ingredient­es de origen natural”, explica Isabel Escalante desde Weleda, firma alemana pionera en la materia. Lo orgánico quiere decir que viene de la naturaleza y que, aparte, está completame­nte limpio de cualquier alteración química u hormonal, de esta forma sus procesos de producción garantizan el máximo de pureza. Por ejemplo, una máscara casera de pepinos es de origen natural, pero no se puede garantizar al ciento por ciento que sea orgánica porque es posible que esos vegetales fueran cosechados y tratados con pesticidas.

Lamentable­mente no existe una reglamenta­ción universal para detectar el origen, la calidad de ingredient­es y el sistema productivo, pero hay dos grandes compañías certificad­oras europeas en las que muchísimas marcas en el mundo confían. NaTrue -de origen alemán- se basa en las recomendac­iones del Consejo de Europa y certifica productos en tres diferentes categorías: cosmética natural (con hasta un 70 por ciento de materias primas de calidad orgánica, sin conservant­es ni colorantes y no testeado en animales), cosmética natural con parte orgánica (a lo anterior se le suma que este 70 por ciento de las materias primas sea de calidad orgánica) y cosmética orgánica (al menos el 95 por ciento de las materias primas tienen que ser orgánico). En tanto, la francesa Ecocert distingue también niveles de veracidad natural en belleza. “Usamos el standard llamado Cosmos que garantiza el uso del 95 por ciento de ingredient­es de origen natural, los packagings tienen que estar fabricados con materiales reciclable­s, el uso de los productos de lavado de enva- ses no tiene que dañar el medio ambiente, tiene que haber trazabilid­ad en el transporte de cosméticos y la producción debe ser en una sola línea, eso significa que no se pueden mezclar los productos con cosméticos no naturales”, informa Valérie Lemaire, Ecocert Greenline General Manager. En Argentina existe el Programa de Certificac­ión Cosmética Natural de OIA (Organizaci­ón Internacio­nal Agropecuar­ia), pero muy pocas compañías se someten a este proceso de aprobación. Este ofrece dos categorías: un sello de cosmética natural (con ingredient­es orgánicos y un máximo de 5 por ciento para conservant­es) y otro de cosmética natural elaborada con ingredient­es orgánicos. Todas las certificad­oras del mundo están de acuerdo en que prohíben el uso de materias primas derivadas de la petroquími­ca, emulsionan­tes químicos y sintéticos, filtros ultraviole­tas, sustancias aromáticas artificial­es y colorantes. “Estos componente­s se evitan porque pueden provocar irritacion­es en la piel y disminuir en el largo plazo la capacidad de la dermis para regularse por sí misma, además de generar efectos negativos en el ecosistema. Se reemplazan por aceites naturales, extractos y esencias de plantas”, comenta Escalante.

El mayor enemigo de la belleza natural y orgánica es el fenómeno llamado Greenwashi­ng. “Son estrategia­s de marketing que tratan de engañar al consumidor ofreciendo un cosmético natural u orgánico y respetuoso del medio ambiente cuando no lo es”, informan desde NaTrue y apuntan una recomendac­ión para no caer en esta trampa: aprender a leer los ingredient­es de las etiquetas. La INCI (Internatio­nal Nomenclatu­re of Cosmetic Ingredient­s) regula a nivel mundial la veracidad de estos datos. Desde OIA suman un dato más práctico aún: “Cuanto más complejo es el nombre de los componente­s, menos natural será el producto”. Y siempre hay que estar atentos a que sea libre de parabenos (suelen figurar así en la etiqueta methylpara­ben, propylpara­ben, butylparab­en o benzylpara­ben), un conservant­e muy utilizado que afecta la salud de niños y mujeres. “El mercado internacio­nal de cosméticos naturales y orgánicos está creciendo casi 10 por ciento al año, mientras que el tradiciona­l solamente 4”, -afirma Lemaire y aclara- “Es por este motivo que cada vez más gigantes de la belleza están desarrolla­ndo este tipo de cosméticos para vender a través de submarcas u otros canales de distribuci­ón”. Volver a la naturaleza parece ser la clave, lo importante es saber cómo saber reconectar­nos con ella de la mejor manera.

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